¿Soy impotente contra un jefe horrible?

Hoy, vamos a hablar de los jefes difíciles y qué hacer cuando tu jefe te maltrata.

¿Esto te suena familiar? Tu jefe- parece que lo único que le importa es ahorrar dinero, casi siempre está de mal humor, y todo el tiempo está amenazándote con reducir las horas. Si eres como muchas, trabajas para una compañía pequeña, y tu jefe es el dueño, así que no hay nadie más con quien hablar. Quisieras renunciar, pero realmente necesitas este trabajo, no hay muchos y tuviste mucha suerte de conseguir esta posición, y ya te sientes super impotente. ¿Qué deberías hacer?

A lo mejor tu jefe no tenga tanto poder. Te contaré mi experiencia en regalar mi poder a una antigua jefa y lo que hice al respecto.

Jefes horribles

La mía estaba orgullosa de su apodo "La Enojona." Se precipitaba en situaciones que requerían un destornillador con una granada de mano.  Sólo me hablaba cuando necesitaba algo, comenzando la conversación con: "¡Oye! ¡Necesito un favor!" y luego endulzaría sus palabras, con "¡Oh, por favor!" Si por alguna razón no podía hacer lo que me pidiera, ella se disgustaba conmigo y me decía que estaba "¡Muy decepcionada!" siempre saliendo del despacho primero, ruidosamente, por supuesto. Además que eso, le cogí varias veces discutiendo mi cosas personales con colegas.  Llegué a temer cada lunes cuando tenia que enfrentar otra semana miserable con ella.

Poder regalado 

Y así pasaba por meses; temía cada una de nuestras interacciones, e intentaba evitarle lo más que podía. A regañadientes, comencé a orar por ella. Después de un tiempo, Dios me mostró que estuviera regalándole mi poder, lo cual nunca quiso que hiciera.  Debiéramos someternos a nuestros empleadores, pero no quiere que les regalemos nuestro poder. Lee estos pasajes sobre la relación que debiera existir entre empleado y jefe:

“Esclavos, obedezcan ustedes a los que aquí en la tierra son sus amos. Háganlo con respeto, temor y sinceridad de corazón, como si estuvieran sirviendo a Cristo. Realicen su trabajo de buena gana, como un servicio al Señor y no a los hombres. Pues deben saber que cada uno, sea esclavo o libre, recibirá del Señor según lo que haya hecho de bueno. Y ustedes, amos, pórtense del mismo modo con sus siervos, sin amenazas.  Recuerden que tanto ustedes como ellos están sujetos al Señor que está en el cielo, y que él no hace discriminaciones,” (Efesios 6:5,7-9).    

“Ahora bien, si alguno trabaja, el pago no se le da como un regalo sino como algo  merecido,” (Romanos 4:4).

Una confesión

Un día ella me confesó que estaba muy molesta porque tenía que tomar dos días libres para cuidar a su hijo de dos añitos ya que su niñera estaba de vacaciones.  Ella estaba enojada, pero debajo de la ira, su ansiedad era evidente.  No había parpadeado al saltar sobre las espaldas de aquellos que podían ayudarla a subir en la compañía, pero temía a su pequeño. Temía tanto al chiquito que cuando ella estaba enferma, venía a la oficina para que pudiera descansar.

Poder imaginario

Fue en este momento cuando me di cuenta de que al igual que su hijito no tenía ningún poder verdadero sobre ella, ni ella tenía ningún poder real sobre mí. Si, claro, ella me podría despedir, pero no tenía el poder de determinar mi felicidad, ni la trayectoria de mi vida. El hecho de que ella necesitaba recurrir a ser “La Enojona” para que la gente cumpliera sus órdenes demostró lo absolutamente impotente que era.  Sentí lástima por ella, pero aún más por su hijo.

La estrategia

Con la esperanza de que cambiara su comportamiento, empecé a utilizar la siguiente estrategia.  La observaba, esperando por momentos en que actuaba sin recurrir a groserías ni insultos y encontraría la forma de elogiarle sutilmente por ello. Parecía que esto la ayudó a darse cuenta de que su ira estaba fuera de control. Poco a poco se comportaba menos feo conmigo y esto me dio la esperanza de que la situación podría mejorar.

La decisión

Tomé la decisión de hablar con ella, asegurándome de que tendríamos tiempo ininterrumpido. Decidí que la vulnerabilidad sería mejor, y le di ejemplos concretos de como la forma en que me trataba era desmoralizadora e hiriente. Le pregunte qué podríamos hacer juntas para mejor nuestra relación laboral y para que pudiera realizar mi puesto de la mejor manera posible. Fue una conversación difícil, pongo el enlace aquí para el artículo que escribí que detalla cómo prepararte para tales conversaciones.  En las semanas siguientes, ella no cambió radicalmente, pero era mejor, lo que me dio suficiente esperanza para aguantar la situación.

Conclusión

Recuerda que tú no eres tú trabajo, y cómo te tratan no te define.  Reza por tu jefe.  Si ves algún signo de crecimiento, sin confrontarlo, intenta hablar con él de como su comportamiento te afecta. Si te escucha, sugiere algunos cambios que podrían realizar juntos, en el contexto de que te ayudarán a comunicarse mejor y hacer tu trabajo de una manera más efectiva. Cuando te preocupes constantemente por una reducción de horas o un despido, no eres muy efectiva.

Si no ves ningún cambio, comienza a buscar otro empleo. Es mucho más fácil encontrar un trabajo cuando tienes uno. Y nunca olvides que tienes opciones y poder. “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu de poder, de amor y de buen juicio,” II Timoteo 1:7.

Evelyn Bou

Empatizo con el caos que el dolor traiga. Sé lo que es tratar de utilizar los recursos disponibles para mejorar, al terminar sintiéndose frustrada y aún más sola. Aprendí tanto sobre el dolor que me convertí en una coach certificada en el duelo y las relaciones, y profesional del trauma, con la esperanza de ayudar y brindándoles apoyo emocional a otras mujeres cristianas.

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