Ana, la madre del profeta y juez Samuel

El poder de orar

En la devocional anterior, Booz cumplió con su deber y se casó con Rut. Vamos a comenzar una nueva época en la historia de Israel, la de los reyes. Pero antes de un rey, había el último juez de Israel, Samuel. Estudiamos la vida de Ana, la madre de Samuel. En esta devocional examinamos el poder y la importancia de orar y la perseverancia de una mujer burlada y frustrada.

Elcaná y Ana… y Peniná

Elcaná estaba casado con Ana, pero tenía otra esposa, Peniná. Era probable que Ana era la primera esposa, y como no le dio hijos, Elcaná se casó con Peniná; el texto dice que tuvieron varios hijos juntos. Todos los años, Elcaná iba a Siló donde se ubicaba el santuario del Señor para ofrecer sacrificios al Señor; como era la tradición, del sacrificio le dio una porción a Peniná y sus hijos, y a Ana aparte. Comenzamos la historia conociendo lo que Elcaná sentía por Ana.

Le daba una ración especial porque la amaba mucho

I Samuel 1:4-6: Cuando Elcaná ofrecía el sacrificio, daba su ración correspondiente a Peniná y a todos los hijos e hijas de ella, pero a Ana le daba una ración especial, porque la amaba mucho, a pesar de que el Señor le había impedido tener hijos. Por esto Peniná, que era su rival, la molestaba y se burlaba de ella, humillándola porque el Señor la había hecho estéril.

Peniná era su rival

El problema comienza cuando leemos que Elcaná tenía dos esposas. Si bien esta práctica estaba permitida en los tiempos del Antiguo Testamento, no era lo mejor de Dios para la relación matrimonial; condujo a todo tipo de conflictos entre Elcaná y sus esposas y entre las mujeres mismas. La historia de Ana nos hace recordar de otras mujeres infértiles que hemos estudiado que también tenían un rival, como Sara y Agar, y Raquel y Lea. La infertilidad era una fuente de humillación y vergüenza para las esposas. Piensa por un momento en estar en un concurso sin fin de todo tipo imaginable (cocinar, belleza, sexo, crianza de hijos, etc.). Sin embargo, darle hijos a su esposo siempre era una victoria y puso a Peniná en una posición de poder sobre Ana. El texto dice que Elcaná amaba a Ana, a pesar de que ella no le diera hijos; no dice que amaba a Peniná, aunque ella era la madre de sus hijos. Del texto, podemos inferir que Elcaná tenía una preocupación genuina por Ana y disfrutaba de una conexión más profunda con ella que con Peniná. Continuamos con la historia, leyendo lo que Peniná le hacía a Ana y cómo Elcaná respondió.

Peniná la molestaba

I Samuel 1:7-8: Cada año, cuando iban al templo del Señor, Peniná la molestaba de este modo; por eso Ana lloraba y no comía. Entonces le decía Elcaná, su marido: «Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué estás triste y no comes? ¿Acaso no soy para ti mejor que diez hijos?»

¿Acaso no soy para ti mejor que diez hijos?

Vemos cuánto Elcaná amaba a Ana; mujeres estériles en el mundo antiguo corrían el riesgo de ser repudiadas y devueltas a sus padres. Pero a Elcaná no le importó si Ana le diera hijos o no. A pesar de pensar que ella fuera estéril, siguió acostándose con ella, no para tener hijos sino por amor. De hecho, la amaba tanto que quería que se contentara con tenerlo a él, todo su amor, su lealtad y apoyo, que eso sería mejor que si ellos tuvieran diez hijos. Peniná la envidiaba porque Elcaná quería más a Ana y todos lo sabían; por eso, se burlaba de ella por la única cosa que tenía y Ana no. A lo mejor Elcaná no estaba en casa mucho para presenciar a Peniná atormentando a Ana; si lo supiera, imaginamos que él hubiera puesto fin al tormento. La familia entera estaba en Siló por los sacrificios, Ana comenzó a llorar y orar en silencio. Continuamos con la historia, leyendo la promesa que Ana le hizo a Dios mientras sollozaba.

Si te dignas contemplar la aflicción de esta sierva tuya

I Samuel 1:11: …le hizo esta promesa: «Señor todopoderoso: Si te dignas contemplar la aflicción de esta sierva tuya, y te acuerdas de mí y me concedes un hijo, yo lo dedicaré toda su vida a tu servicio, y en señal de esa dedicación no se le cortará el pelo.»

Yo lo dedicaré toda su vida a tu servicio

Ana estaba tan angustiada por su infertilidad que dejó de comer, llorando inconsolablemente. Estaba frustrada con Peniná, su infertilidad, y tal vez su marido por no saber del tormento, o por ignorarlo. Sin embargo, en su abatimiento todavía oró, reconociendo el poder y la bondad de Dios. Notamos que es Ana y no su marido quien oró por ella, mostrándonos otra vez que su infertilidad no le molestó. ¿Había causado el Señor la infertilidad de Ana hasta que orara? Hasta que Ana le pidió específicamente a Dios que le permitiera tener un hijo, prometiendo dárselo al Señor a Su servicio, ella era estéril. No sabemos si Ana hiciera esta promesa simplemente para aliviarse de la vergüenza y la miseria que sentía, o si provino de un verdadero deseo de ser madre.

Desde un asiento en el santuario, el sumo sacerdote Elí estaba observándola, viendo su boca moverse sin saber que estaba orando en silencio. Creyó que Ana estaba borracha. Continuamos con la historia, leyendo el intercambio entre Ana y Elí.

No piense usted que soy una mala mujer

I Samuel 1:14-17:… (Elí) le dijo:

—¿Hasta cuándo vas a estar borracha? ¡Deja ya el vino!

—No es eso, señor —contestó Ana—. No es que haya bebido vino ni ninguna bebida fuerte, sino que me siento angustiada y estoy desahogando mi pena delante del Señor. No piense usted que soy una mala mujer, sino que he estado orando todo este tiempo porque estoy preocupada y afligida.

—Vete en paz —le contestó Elí— y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.

Que Dios te conceda lo que le has pedido

Tan intensa es la oración de Ana que Elí creyó que estaba borracha; la reprendió, pero al saber la verdad, sintió compasión por ella y aun sin saber qué le pidió a Dios, le dijo que Dios se lo concediera. Quizás esto fue poco sabio de parte de Elí; a lo mejor habría pedido la muerte de Peniná. Por cierto, los motivos de Ana no son de los más puros: quería que Dios le quitara su humillación y vergüenza, ya tenía el amor y apoyo de su marido. Es un poco irónico que Elí le acusó estar borracha; como veremos, los hijos de Eli se emborracharon y tuvieron relaciones con varias mujeres, y otras maldades.

Ana le prometió a Dios que si Él hiciera esta cosa por ella, ella le devolvería su hijo en Su servicio. Después de derramar su corazón a Dios, regresó con su marido, comió, y se alegró; su estado de ánimo y no su situación cambió. Regresaron a su casa y Elcaná le hizo el amor. Un tiempo después, Ana se embarazó. Disfrutó cada momento de su embarazo. Dio a luz a un niño, y le puso el nombre Samuel. Ana se quedó con Samuel hasta que tenía alrededor de tres años. Entonces se lo entregó a Elí, para que lo entrenara a servir en el santuario. Continuamos la historia leyendo cuando Ana se reencontró con Elí, y se lo entregó a su hijito para el servicio del Señor. 

Ahora se lo entrego al SEÑOR

I Samuel 1:25-28: …Luego Ana entregó el niño a Elí,  y le dijo:

—Perdón, señor, yo soy la misma mujer que usted vio orar al SEÑOR. Le aseguro que lo que digo es cierto. Oré por este hijo, y el SEÑOR contestó mi oración, dándomelo. Ahora se lo entrego al SEÑOR, y él servirá al SEÑOR toda su vida. Entonces Ana dejó ahí al niño y adoró al SEÑOR.

Triste pero obediente

Hubiera sido fácil para Ana no cumplir con la promesa que le hizo al Señor. Después de todo, por fin tenía un hijo, y le quitó la deshonra de la infertilidad. Tenía un hijo y el amor de su marido, pero para seguir en el favor de Dios, sabía que tenía que cumplir su palabra. Es fácil imaginar que el día que se lo entregó a Eli, lloró, su corazón roto, su mente lleno de conflicto, pero a pesar de lo que sentía, obedeció. Aun triste, Ana adoró al Señor. Luego Elcaná y ella regresó a su casa en Rama, dejando su niño con Eli, para que él se cargara de su crianza. Muy agradecida por darle lo que le había pedido, Ana le agradeció a Dios en la siguiente oración. Terminamos la devocional con una porción de su oración.

Agradecimiento de Ana

I Samuel 2:1-3, 5: Ana oró:

«En el SEÑOR se alegra mi corazón; me fortalezco en el SEÑOR. Me río de mis enemigos, estoy muy feliz de mi victoria.  »No hay Dios santo como el SEÑOR, no hay otro Dios, sólo tú. No hay roca como nuestro Dios. No sigan haciendo alarde ni hablen con orgullo, porque el SEÑOR Dios todo lo sabe. Él guía y juzga a la gente… Los que antes tenían comida en abundancia, ahora tienen que trabajar para conseguir alimento. En cambio, los que antes tenían hambre, ahora engordan de tanto comer. La mujer que no podía tener hijos, ahora tiene siete. En cambio, la mujer que tenía muchos hijos está triste porque sus hijos se fueron».

Notamos que esta porción de su oración se enfoca en Peniná. Imaginamos que Peniná era su enemiga, pero ella ya no pudo burlase de ella. Peniná hacia alarde de sus hijos, hablando con orgullo. Tenía hijos de sobra, pero ahora están creciendo y yéndose de la casa, dejándola sola para sufrir la historia de amor entre Elcaná y Ana.

En la próxima devocional, veremos la conclusión de la historia de Ana y conoceremos a los perversos hijos de Elí.

 

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