Las dos madres de Moisés
¿Quién eran Jocabed y Bitiá?
En la devocional anterior, vimos cómo el nuevo faraón, miedoso de una rebelión de los numerosos israelitas, esclavizó a todos los israelitas, forzándolos a trabajar en varias obras paganas hasta la muerte, generación tras generación, quizás hasta por 300 años. Cuando el faraón vio que su número no disminuyó, intentó dos veces exterminar toda la raza hebrea. Primero, exigió a las parteras matar a todos los niños recién nacidos. Cuando esto no funcionó, les exigió a todos los egipcios encontrar y ahogar en el Nilo a todos los varoncitos hebreos recién nacidos en un intento de controlar la población hebrea. Esta fue la época en que Moisés nació. En esta devocional, vamos a conocer la madre biológica de Moisés y su madre adoptiva.
Jocabed dio a luz y escondió su bebé
En Éxodo capítulo dos, conocemos a los padres de Moisés, Amirán y Jocabed. Ya tuvieron dos hijos, Miriam y Aaron; ella se quedó embarazada y dio a luz a un niño hermoso. Procuró esconderlo de los egipcios por tres meses, pero cuando ya no podía esconder sus llantos y chillos, lo metió en un canasto cubierto con brea para que flotara y puso el canasto entre los juncos, a las orillas del río Nilo, entregando su destino al Señor.
Además del deseo de salvar su hijo, el texto nos dice que Jocabed observó que su hijo era hermoso. Hermoso podría significar más que era un bebé atractivo. Es posible que era hermoso en el sentido de que no tuviera ninguna imperfección ni mancha. Quizás Jocabed vio algo especial en su bebé; quizás era un sentimiento hermoso que Dios plantó en su corazón, o que la fe que tendría en Dios lo haría hermoso ante los ojos de Dios. Comenzamos la historia de Moisés leyendo quién encontró el canasto y cómo reaccionó.
Tuvo compasión de él
Éxodo 2:5-10: La hija del faraón fue a bañarse al Nilo y mientras sus esclavas caminaban por la orilla del río, vio el canasto entre los juncos y mandó a su criada para que lo trajera. Luego abrió el canasto y vio al niño que estaba llorando. Ella tuvo compasión de él y dijo:
—Este es uno de los niños hebreos.
La hermana del niño le preguntó:
—¿Quiere que vaya a buscarle una niñera hebrea para que se encargue de darle pecho al niño?
—Ve—respondió la hija del faraón.
Entonces la niña fue y trajo a la mamá del bebé. La hija del faraón le dijo:
—Llévate a este niño y dale pecho, yo te pagaré.
Entonces ella tomó a su bebé y le dio pecho. Cuando el niño creció lo suficiente, se lo llevó a la hija del faraón y él se convirtió en el hijo de la hija del faraón. Ella le puso de nombre Moisés porque dijo:
—Lo saqué del agua.
Miriam lo cuidó
Miriam era una niña valiente. No sabemos exactamente cuántos años Miriam tenía cuando conoció a la princesa, pero escolares bíblicos estiman que tenía entre cinco a doce años.
Presenciaba la violencia en Gosén, viendo a los egipcios echando a los bebés hebreos en el Nilo. Tenía grabada en la mente las imágenes de las criaturas inocentes sollozando mientras flotaban en el aire por un momento antes de chocar con el agua, ahogándose. La hermana mayor de Moisés se quedó al lado del Nilo, siguiendo al canasto hasta que llegara a su destino. Vio a su hermanito flotando en el Nilo hacia quizás su muerte por un cocodrilo o a manos de un egipcio. Siguió a su hermanito, quien corrió el peligro de la muerte, igual que ella, por desafiar el dictamen del faraón. Además del peligro de los egipcios, había serpientes, arañas venenosas, y cocodrilos en las orillas del Nilo. A pesar de todo esto, Miriam permaneció con el canasto para proteger a su hermanito. Le vigiló hasta que la hija del faraón lo sacara del Nilo; entonces, se le acercó a la princesa, ofreciéndole una nodriza, sin que ella supiera que se trataba de su propia madre, aunque probablemente lo sospechó. A lo mejor no fue la primera vez que una madre intentó desobedecer el dictamen del faraón, pero quizás fue la primera vez que Dios estaba detrás del plan.
Jocabed, la madre biológica
Al meter a su hijo en el canasto y colocarlo sobre las aguas del Nilo, Jocabed tenía fe en Dios de protegerlo, pero no tenía la menor idea cómo iba a protegerlo. Si se encontrara con un cocodrilo, lo mataría. Si se encontrara con un egipcio, lo ahogaría. Fue totalmente por fe que lo entregó. Pero por el plan de Dios, la hija del faraón, una pagana, lo encontró. Jocabed enfrentó una decisión que ninguna madre debe ser forzada a tomar: dejar que mataran a su hijo, o entregarlo a una desconocida, resignada a no criarlo con sus valores, sabiendo que iba a crecer creyendo en dioses falsos. Pero a la vez, además de salvarlo, al entregar su hijo a Bitiá, sabía que su hijo no tendría que hacer duro trabajo manual y tendría una buena educación.
Madre y nodriza
Qué regalo más precioso de tener unos tres años con su hijito, totalmente protegidos porque así lo deseó la princesa. Podemos imaginar cómo entregar su hijo le rompió el corazón. Debiera haber sufrido mucho cuando tenía alrededor de tres añitos y vino el momento de entregárselo al palacio; Jocabed llena de imágenes de amamantar a su hijo, de cantarle, de jugar con él, de contarle sobre el único Dios verdadero, todo el tiempo sabiendo que no iba a quedarse con Moisés, que iba a crecer cerca pero un mundo separado.
Rezaba por el alma de Moisés, que de alguna forma Dios le iluminara su corazón y él se daría cuenta de la verdad. Era probable que las pocas veces que lo viera, parecía totalmente egipcio, con la cabeza rapada y en ropa ligera y fina como solía usar los egipcios de antigüedad. Quizás lo más obvio fue que no tenía cicatrices del látigo. Sin duda una mayoría que vivía en Gosén sabía la verdad, que Moisés era hebreo y quiénes eran sus padres. Quizás menospreciaban a Jocabed y la trataban como una traidora porque logró salvar a su hijo mientras muchos se murieron y por colmo, recibió pago por ser la nodriza de la princesa, amamantando a su propio hijo, mientras sus vecinas lamentaban la muerte de sus bebés.
Espera- ¿mi hermanito es un príncipe?
¿Cómo reaccionaron los hermanos de Moisés cuando lo vieron afuera del palacio o andando por Gosén? ¿Sentían envidia o rancor? El texto no nos dice, pero es fácil imaginar el conflicto que sufrían: su anhelo por estar con su hermano y la necesidad de reprimir sus sentimientos y tratarlo como un príncipe egipcio y no su pariente. También es fácil imaginar que le tenían envidia: Moisés, creciendo sin sufrir bajo el calor del sol, sin el látigo de los capataces, con abundante comida, durmiendo en una cama cómoda, y aprendiendo a leer y escribir.
Bitiá, la madre adoptiva
Fue muy posible que al encontrar el canasto, la hija del faraón se lo habría entregado a su padre, y este, después de enterarse de quién era, habría masacrado a toda la familia por desafiarlo. Era una pagana, adorando a los muchos dioses egipcios. Pero Dios suavizó el corazón de la princesa y tenía compasión por él, aun sabiendo que era el hijo de una esclava. Aun en su paganismo, Dios estaba obrando en su corazón para que viera la crueldad en el mandato de ahogar a todos los recién nacidos hebreos en el Nilo. Bitiá, como nosotros, siguió un camino hacia Dios y Su verdad que lo transforma todo.
Era muy valiente, negando el mandato de su padre y en vez de ahogarlo o entregarlo, lo rescató, criándolo como suyo. Se arriesgó su propia vida por este hebreo desconocido. Imagino que sus sirvientas hablaron mal de ella a sus espaldas: no era un secreto en el palacio que Moisés era hebreo. Por rescatarlo de una muerte cierta, Bitiá tenía un papel en hacer posible la salvación del pueblo de Dios y el Éxodo de los esclavos.
Aunque Moisés se quedó con su madre biológica hasta que tenía alrededor de tres años, era Bitiá quien lo cuidaba, lo confortaba y vigilaba, y le enseñaba valores. En su comportamiento, vemos que ella lo quería como si fuera su propio hijo, desafiando a todo el pueblo de Egipto y hasta su padre para cuidar al pequeño Moisés. Le dio una educación de primera clases que incluyó como leer y escribir, las ciencias, matemáticas, derecho, el culto pagano y entrenamiento militar. En la educación que le otorgó a su hijo adoptivo, podemos observar el poder de Dios, guiándole a la princesa, ayudándole a Moisés obtener toda la sabiduría que necesitaría para salvar su pueblo, gobernarlos y escribir los primeros cinco libros de la biblia. A través de toda la historia de Moisés, vemos lo sacrificial y lo honorable que era, cualidades que seguramente observaba en su madre adoptiva.
En el libro de I Crónicas, nos da una pista de que Bitiá se convirtiera de una pagana a un creyente en el único Dios del universo. Continuamos la historia.
I Crónicas 4:18 … Méred se casó con Bitiá, hija del faraón, y tuvo con ella a Miriam, Samay e Isba….
Bitiá se casó con un judío
No sabemos si Bitiá ya tenía hijos al adoptar a Moses, si estaba casada o viuda. Es difícil creer como el mismo faraón exigió la muerte de los hebreos recién nacidos, que dejaría que su propia hija lo desafiara sin una razón formidable. El texto no nos dice la razón por la cual le permitió criarlo, pero es posible que perdió a su propio hijo y nunca se recuperó, o quizás su padre simplemente quería consentirla.
I Crónicas 4:18 es muy importante. Nos indica que se casó con un judío, Méred, y tuvieron tres hijos. Eso quiere decir que era una de las primeras convertidas al judaísmo. Probablemente las plagas y la crueldad de la familia real la convencieron del poder del único Dios verdadero y se fue con su hijo adoptivo a vivir en el desierto en el éxodo. Podemos suponer como ella se casó con un judío, ella renunció a una vida confortable de lujos y abundancia para seguir a Dios.