Los hermanos de José van a Egipto

Reencuentro con sus hermanos, una prueba, y un castigo

Anteriormente, vimos cómo El Señor le reveló el significado de los sueños del faraón a José y cómo en un instante, Dios le cambió la vida de José de esclavo prisionero a el segundo encargado de todo Egipto. José creó un sistema de coleccionar un 20% más de trigo de la gente y almacenarlo durante los siete años de abundancia en preparación para los siete años de escasez revelados en los sueños del faraón. Durante los años de abundancia, José se casó con una noble egipcia, Asenat, y tuvieron dos hijos. Pero la hambruna llegó a Egipto y toda la región, y fue tremenda y severa. También afectó a Jacob y sus hijos viviendo en Canaán.

Jacob mandó 10 hijos a Egipto

Cuando Jacob se enteró de que había trigo en Egipto, mandó a sus hijos viajar allá y comprarles comida, porque si no, iban a morir de hambre. Todos menos Benjamin fueron a Egipto; Jacob mantuvo a su hijo menor en casa porque temía que el viaje sería peligroso y no quiso perder a su único hijo vivo de su amada Raquel. Es fácil imaginar que los medio hermanos de Benjamin sentían el mismo rencor que sentían hacia José, que aunque Jacob no lo sabía, el mayor peligro para su hijito Benjamin era la venganza de sus otros hijos. Los hermanos fueron a Egipto en un grupo grande de personas de Canaán que también fueron a buscar comida para sus familias.

Durante los años de escasez, el trabajo de José, gobernador de Egipto, era negociar la venta del trigo a los egipcios y extranjeros que vinieron a Egipto buscando comida. Seguramente José ganó aun más favor con el faraón, porque le ganó mucho dinero durante los años de la hambruna. Probablemente José sabía que sus hermanos iban a venir en busca de comida y pronto después del comienzo de la sequía, todos menos Benjamin llegaron y se postraron ante él. Comenzamos la historia, leyendo el intercambio entre el gobernador y los hijos de Jacob.

¡Son espías!

Génesis 42:7-11: Cuando José vio a sus hermanos, los reconoció pero actuó como si no los conociera. Les habló de una manera muy dura y les preguntó: —¿De dónde vienen?

Ellos respondieron: —Venimos de la tierra de Canaán, a comprar comida.

José reconoció a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron a él. José también se acordó de los sueños que había tenido sobre ellos.

Les dijo: —Ustedes son espías, han venido a ver cuáles son nuestros puntos débiles.

 Pero sus hermanos le dijeron: —No, señor. Nosotros, sus siervos, vinimos a comprar comida. Todos somos hijos de un mismo hombre. Somos personas honestas. Nosotros, sus siervos, no somos espías.

¡Somos honestos!

Tenemos que preguntarnos por qué José no reveló su identidad y les habló tan duro. La llegada de sus hermanos era una prueba para José: ellos estuvieron a su merced y él tenía todo el poder y recursos posibles. ¿Los mataría o los haría sufrir? Pudiera hacer con ellos lo que le placaba. Creo que aun en una posición de tanta autoridad, José no se sentía cómodo con ellos. Recordamos cómo lo trataban, como sin piedad lo echaron en un pozo y luego lo vendieron por tan solo 20 monedas de plata. Aunque era un hombre con fe en Dios, seguramente experimentaba sentimientos de ira hacia ellos; por la forma en que lo trataban, el enojo sería una reacción normal. Pienso que usó su severidad como un disfraz de modo que no comenzara a sollozar ante todos y para sacarles información que no podría preguntarles sin revelar su identidad. Con su disfraz severo, aprendió que su padre todavía estaba vivo, y su hermanito Benjamin también. Sus hermanos demostraron que todavía eran hombres corruptos; aun postrados ante él, mintieron, diciéndole que fueran hombres honestos, pero José sabía que le habían mentido a su padres todos estos años.

Los sueños hechos realidad

El texto nos dice que José se acordó de los sueños que tuvo, los cuales les compartió con sus hermanos y ahora los sueños estaban cumpliéndose: él encargado del trigo y ellos postrándose ante él. Aparentemente, aunque sus sueños eran el motivo por lo cual lo echaron en el pozo, ellos no se acordaron de sus sueños, y no lo reconocieron. Ahora han pasado 20 años desde la última vez que lo vieron; durante este tiempo, José maduró y adoptó el vestimento y hábitos de los egipcios. Además de afeitarse y llevar ropa de un egipcio noble, probablemente llevaba joyas y se delineó los ojos con una línea negro, como era de costumbre. Hablaba egipcio a la perfección y usaba un intérprete para comunicarse con sus hermanos quienes hablaban hebreo. Por su parte, los hermanos probablemente pensaron que José se había muerto hace años.

Hebreo en disfraz

No fue un secreto que José era hebreo. El intérprete quien escuchó este intercambio, ¿pensó que fue raro que José le declara a su propia gente espías y que fingía no hablar hebreo? Insistió en que eran espías, viniendo a ver cuáles eran las debilidades de Egipto y no para comprar trigo, aun en una hambruna severa. Esto también fue raro; en aquel entonces, Egipto era un poder incomparable, una batalla entre Egipto y Canaán no sería un reto para Egipto. Sus hermanos se asustaron. ¿No iba a venderles comida? Insistieron en que eran hombres rectos, todos hermanos del mismo hombre, y le revelaron que su hermanito más joven se quedó con su padre, pero que su otro hermano se murió. Cuando José escuchó su mentira de que él se murió, ¿Cómo se sentía? Probablemente sentía muy lastimado pero su mentira motivó su próximo paso, sabiendo que no habían aprendido, que seguían siendo hombres corruptos y mentirosos. Continuamos con la historia, leyendo la furia de José a las mentiras de sus hermanos.

¿Estoy muerto, eh?

Génesis 42:14-17: Luego José les dijo: —Es como yo les digo: ¡Ustedes son espías! Pero voy a dejar que me demuestren que están diciendo la verdad. Les juro por la vida del faraón que no se podrán ir de aquí hasta que no venga su hermano menor. Manden a uno de ustedes a buscar a su hermano mientras el resto permanece en prisión. De esta manera pondré a prueba sus palabras para saber si me están diciendo la verdad. Si no, ¡juro por la vida del faraón que ustedes son espías!

 Entonces los encerró en prisión durante tres días. 

Quiero ver a mi hermanito

Ahora vemos las verdaderas intenciones de José: quería ver a su hermanito Benjamin, y sabiendo que su padre no lo dejaría viajar sin él, fue una manera de traer a su padre también. Lo que les dijo ni tenía sentido: eran espías, pero si mandaran el hermano menor a Egipto, los dejaría libres. Si realmente eran espías, ¿el hermanito no sería un espía también? ¿Qué pasaba por la mente de José mientras sus hermanos estaban encarcelados, a lo mejor en la misma prisión donde él había pasado varios años de su vida adulta? Me imagino que tuviera momentos de tristeza, enojo y alegría. Quizás Asenat intentó consolarlo y entender por qué no simplemente mandó que los ejecutara, ¿cómo podría dejarlos libres cuando lo trataron tan mal? Es fácil imaginar que José pasó tiempo con sus dos hijos, pensando en su propio hermanito y su padre, sintiéndose muy vulnerable. 

Tres días para enfriar la cabeza

Pasaron tres días y José fue a la cárcel que conocía como la palma de su mano. Les dijo que temaba a Dios y les perdonaría la vida si uno se quedara allí encarcelado mientras los demás llevaban trigo a su familia. Parece que el hecho de que el gobernador de Egipto les confirmó que temaba a Dios, su Dios, no les cambió su actitud para nada, no reconocieron que era su propio hermano, eran ciegos. Pero para liberar al hermano que se quedó, tendrían que regresar llevando a su hermano Benjamin. José demostró mucha compasión, pero no por ellos sino por su padre y hermano; sabía la gravedad de la escasez y si no recibieron trigo pronto, se murieran y no quiso eso. Sus hermanos aceptaron la propuesta; no tenían de otra. Continuamos con la historia, leyendo la confesión de sus hermanos que José escuchó.

Ahora estamos pagando 

Génesis 42:21-24: Se dijeron unos a otros: —Estamos pagando lo que le hicimos a nuestro hermano. Vimos que estaba en problemas, nos rogó que le tuviéramos compasión, pero nosotros no lo escuchamos. Es por eso que ahora nosotros estamos en problemas.

 Entonces Rubén les dijo: —¿Acaso no les dije que no le hiciéramos daño al muchacho? Pero ustedes no me quisieron escuchar y ahora hay que pagar por su sangre.

José estaba utilizando un intérprete para hablarles a sus hermanos. Entonces ellos no sabían que José entendía su idioma, pero José escuchó y entendió todo lo que ellos dijeron.  Después José se alejó de ellos y lloró de tristeza. Luego regresó, les habló, se llevó a Simeón e hizo que lo ataran frente a ellos. 

Se ablandió

 Ahora vemos a José ablandar al escuchar su confesión de maldad y que Rubén intentó salvarlo.  Ya no pudo más, alejándose a un rincón privado, llorando. Esta confesión carcelera comprobó que tenían una consciencia y que lo que le hicieron a José los afectó mucho, pensaron en su culpabilidad todo el tiempo. Los hermanos presumieron que como el gobernador usaba a un intérprete, cuando este no estaba presente, no entendiera lo que dijeran, pero presumieron mal. José era un hombre poderoso con muchos empleados y siervos; ¿ellos se preguntaron entre sí que estaba pasando con su jefe? Quizás José le contó a un hombre de confianza que eran sus hermanos, y lo que le hicieron hace tantos años, y le ayudó a José mantener un exterior frío, hasta lo aconsejo en mantener uno en la cárcel para tener alguna oportunidad de ver a su hermanito querido.

¿Quién escogió a Simeón para quedarse? Simeón era un hombre violento, uno de los autores de la masacre del hombre quien violó a Dina. ¿Cómo lo trató en la cárcel? Quizás Simeón se asustó, pensando que su padre jamás iba a permitir que trajeran a Benjamin y pensando que iba a pudrirse allí en esta tierra extranjera.

Espías y ladrones

José ordenó que llenaran los costales que trajeron de trigo, pero además del trigo, le puso en cada costal el dinero con lo cual pagaron por el trigo; fue un toque para asustarlos aun más. Si regresaron, además de espías, también podría acusarlos de ser ladrones. Sus hermanos salieron de Egipto cargado con trigo. Fueron una distancia e hicieron campamento en la noche; uno de los hermanos abrió un costal para alimentar a los burros, pero encontró el dinero. Se lo contó a sus hermanos y el texto nos dice que temblaron de miedo, el efecto deseado de José. Fue una prueba: ¿si regresaron para recuperar a Simeón, confesarían que no habían pagado o seguirían mentirosos? Pensaron que seguramente todo esto fue un castigo de Dios por vender a José.

Cuando llegaron al campamento de su padre en Canaán, le contaron todo lo acontecido a su padre, incluso tuvieron que regresar allí con Benjamin si querían recuperar a Simeón. Continuamos con el último de esta historia, leyendo la reacción de Jacob a la idea de perder a Benjamin.

No llevaran a Benjamin

Génesis 42:36-38: Jacob, el papá, les dijo: —Me están dejando sin hijos. José ya no está y tampoco Simeón. Ahora se quieren llevar a Benjamín. Todo está en mi contra.

Entonces Rubén le dijo a su papá: —Te doy permiso de matar a mis dos hijos si no te vuelvo a traer de regreso a Benjamín. Confíalo a mi cuidado y yo te lo traeré de regreso.

Pero Jacob dijo: —Mi hijo Benjamín no va a ir con ustedes porque su hermano está muerto y él es lo único que me queda de mi esposa Raquel. Si algo malo le llegara a pasar en el viaje que deben hacer, harán que este pobre viejo se muera de tristeza.

Si algo malo le llegara a pasar, harán que este pobre viejo se muera de tristeza

¿Cómo se sentiría Simeón al saber que su padre prefería que se pudriera en la cárcel extranjera que mandar a su hijo favorito a Egipto? Los hermanos no habían cambiado, pero Jacob tampoco. No confiaban en Dios y no veían la mano de Dios en la urgencia que la escasez trajo. Rubén le dijo a su padre que, si los permitiría llevar a Benjamin y no regresara con el sana y salvo, podría matar a sus dos hijos. ¿Sabía Rubén que era una promesa hueca, que su padre jamás mataría a sus nietos? Quizás por eso Rubén se lo prometió, porque sabía que jamás tendría que cumplirlo. Parece que Jacob preferiría que todos murieran de hambre en vez de entregar a su hijito predilecto.

Conclusión

Como José era un hombre poderoso, tenemos que preguntarnos ¿por qué nunca fue a Canaán para ver a su padre y hermano? Puedo pensar en dos razones: primero, estaba muy ocupado con el trabajo de coleccionar y almacenar 20% más de trigo, y segundo, todavía tenía miedo de sus hermanos, sin querer aparecer y perjudicarlos por todas estas mentiras que mantenían por tanto tiempo. Pero la comida que trajeron no iba a durar para siempre. En la próxima devocional veremos lo que hicieron cuando el trigo se acabó.

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