Los ídolos de Micaías

El comienzo de la idolatría desenfrenada de Israel

En la devocional anterior, vimos al último juez en el libro de Jueces, Sansón. Sansón no vivía su potencial como juez, pero sirvió su propósito de destruir a muchos filisteos.  En las devocionales que restan para el libro de Jueces, vamos a echar un vistazo a un periodo muy oscuro de Israel, una época sin jueces, sin la presencia de Dios, en que todos hacían lo que les parecían mejor. Era una época de idolotria, homosexualidad, y violencia. ¿Para qué estudiar un tiempo tan depravado en la historia de Israel? Simplemente, porque en nuestros tiempos hay muchos paralelos entre su tiempo más bajo y la actualidad.

En esta devocional, vamos a conocer a un hombre llamado Micaías, quien era un ladrón, un idolatra, y no entendía nada sobre el único y verdadero Dios. Micaías era del territorio de la tribu de Efraín. Comenzamos su historia con una confesión que le hizo a su madre y su respuesta sorprendente.

Yo fui el que las robó

Jueces 17:2-6: …quien le dijo a su mamá:

—¿Te acuerdas que alguien te robó las 1100 monedas de plata que tenías? Una vez te escuché diciendo una maldición por ese robo, ahora te confieso que yo fui el que las robó, yo tengo las monedas.

La mujer dijo:

—¡Que el SEÑOR te bendiga, hijo mío!

Micaías le devolvió las monedas a su mamá y ella dijo:

—Estas monedas de plata serán para una ofrenda al SEÑOR. Voy a entregarle las monedas a mi hijo para que él construya una estatua y la cubra con plata. Así que, hijo mío, te regreso las monedas.

Pero Micaías le devolvió las monedas de plata a su mamá y ella tomó 200 monedas y se las llevó al fundidor para que hiciera una estatua tallada y cubierta de plata. Cuando la estatua estuvo lista, la llevaron a la casa de Micaías, quien tenía un sitio sagrado en su casa para adorar ídolos. Micaías hizo un efod y algunos dioses para su casa, y nombró sacerdote a uno de sus hijos. Micaías hizo estas cosas porque en ese tiempo el pueblo de Israel no tenía rey, por lo que cada uno hacía lo que mejor le parecía.

Cada uno hacía lo que mejor le parecía

Al principio de la historia, de inmediato sabemos que algo está muy mal. Micaías le robó a su propia madre. No sabemos por cuánto tiempo escondió las monedas, pero sabemos que la afectó tanto que ella maldijo el que se las robó. Cuando confesó, en vez de reaccionar con asombro o enojo, le bendijo en el nombre de El Señor. Es importante notar que, en esta devocional, cuando hablan de El Señor, no se trata de El Señor de verdad, sino los ídolos que adoraron para reemplazar a Dios. Es una época muy triste en que no sabían nada de Dios, ni de la ley de Moisés, o si supieran algo, escogieron ignorar la verdad y abrazar una mentira. Impusieron mitos y encantos asociados con los dioses paganos por el nombre del único y verdadero Dios, aceptándolos como la verdad. Vivían ciegos, haciendo lo que les parecían mejor; su versión de lo mejor provino de sus vecinos paganos con reyes y prácticas malvadas.

Su madre le devolvió las monedas, diciéndole que quería que fuera una ofrenda al Señor (no Dios, sino su versión de un dios.) Sabemos que no es una ofrenda a El Señor, porque Dios prohíbe que hagamos ninguna estatua o imagen con la intención de adorarla y hacerle culto (Éxodo 20:4-5). Su madre quería una estatua impresionante, cubierta en plata. Aparentemente, Micaías tenía el conocimiento de cómo construir una estatua cubierta en plata, así que, su madre se le devolvió el dinero que le robó para que la construyera. El texto no dice que rechazó su pedido, pero le devolvió las monedas de nuevo. De los 1100 monedas, ella tomó 200 monedas, y fue al taller de un fundador para que él le hiciera la estatua cubierta en plata. Si tan solo le costó 200 monedas, ¿Por qué le ofreció 1100 a su hijo, quien ya se le robó todas las monedas, y claramente no era confiable? El texto no nos dice, pero su actitud es un testamento a la mentalidad de ese entonces en Israel.

El sagrado profanado

Cuando la estatua estaba lista, la llevaron a la casa de Micaías, donde ya había un panteón de dioses. Por lo que hizo después de llevar el dios a su casa, vemos la confusión que tuvieron sobre rendir culto a El Señor. Hizo un dios y lo añadió a su colección de dioses. Llamó sagrado el lugar donde guardó los dioses. Se hizo un efod, un vestimento sacerdocio que únicamente los sacerdotes llevaron, y al colmo, nombró a uno de sus hijos sacerdote, involucrando a su familia en su pecado. Como era de la tribu de Efrain, no era levita, la única tribu de donde provenían los sacerdotes. No estaba satisfecho con el número de dioses y él mismo hizo algunos más. El versículo número seis es de suma importancia: Micaías hizo estas cosas porque en ese tiempo el pueblo de Israel no tenía rey, por lo que cada uno hacía lo que mejor le parecía.

Un día, un joven levita de Belén llegó a la casa de Micaías, buscando a dónde vivir. Continuamos con la historia, leyendo la propuesta de Micaías.

¿No te gustaría ser un sacerdote?

Jueces 17:10-13: Entonces Micaías dijo:

—Puedes quedarte conmigo y ser mi padre y mi sacerdote. Te pagaré diez monedas de plata cada año y además te daré ropa y comida.

El levita se quedó allí. El joven aceptó la propuesta de Micaías y llegó a ser como uno más de sus hijos. Micaías lo eligió como sacerdote y él se quedó viviendo allí. Micaías dijo: «Ahora sé que el SEÑOR me va a bendecir porque tengo a un levita como sacerdote».

Bendiga mi pecado

Emocionado por encontrar a una levita de verdad, Micaías le invitó a vivir con él, ofreciendo pagarle muy bien por ser su sacerdote personal. Recordamos que hay dos requisitos para ser sacerdote: pertenecer a la tribu de Levi, y ser un ancestro directo de Aarón, el primer sumo sacerdote. El hecho de que el joven era una levita no significaba que era de la familia de Aarón. Además, un sacerdote de verdad jamás entraría en una casa de idólatras, ni mencionar participar en su culto. Dios ya estableció que los levitas servían en el tabernáculo. Sabemos que este levita era corrupto por buscar a dónde vivir, dónde podría ganarse una mejor vida que en el tabernáculo. Este joven nos recuerda a la insatisfacción de Coré, un levita que comenzó una rebelión contra Dios y Moisés. Sentimos pena por Micaías; parece que nunca supo lo equivocado que estaba. Vemos su corazón: quería la bendición de El Señor, pero obviamente, no conocía a El Señor, tampoco no tenía a nadie para enseñarle la verdad.

Un tiempo después, unos hombres de la tribu de Dan llegaron a la casa de Micaías y pasaron la noche allí. Reconocieron al joven levita y le preguntaron qué estaba haciendo allí. El joven les explicó que trabajaba para Micaías y que él le convirtió en (un tipo de) sacerdote.  Continuamos con la historia leyendo la petición que los hombres le hicieron y la respuesta del joven levita corrupta.

Una bendición maldita

Jueces 18:5-6: Los hombres le dijeron:

—Te rogamos que le preguntes a Dios si nuestro viaje va a ser exitoso.

El sacerdote dijo:

—Sí, vayan en paz, el SEÑOR los acompañará en este viaje.

El falso sacerdote

Nota que los hombres le preguntaron al joven levita y el texto dice que el sacerdote contestó. Esto nos dice que el joven levita era totalmente corrupto, feliz de ser nombrado sacerdote por Micaías, y feliz de adorar a los dioses y hacerles ofrendas y sacrificios. No leemos que el joven oró, consultando a Dios sobres su viaje, sino les aseguró que fueran en paz, que El Señor estaría con ellos. Pero este joven ni conoció a El Señor.

Los hombres siguieron su viaje. Un tiempo después, ellos y unos 600 hombres de la tribu de Dan llegaron a la casa de Micaías. Estuvieron en camino a atacar un pueblo pacifico para ocupar su territorio, y la casa se ubicó en su camino. Los cinco hombres que pasaron la noche allí anteriormente entraron en la casa para robar el efod y los dioses. Continuamos con la historia, leyendo el robo del ladrón.

¿Qué están haciendo?

Jueces 18:15-20: Entonces fueron hasta la casa de Micaías. Allí estaba el joven levita y lo saludaron. Los 600 soldados de Dan se quedaron en la entrada. Todos los hombres estaban armados y listos para atacar. El sacerdote se quedó en la entrada con los 600 soldados. Los otros cinco hombres entraron en la casa y sacaron el efod, los dioses, la estatua tallada y la cubierta de plata. Cuando el sacerdote los vio, gritó:

—¿Qué están haciendo?

Los cinco hombres dijeron:

—¡Cállate! No digas una sola palabra y ven con nosotros, queremos que seas nuestro padre y nuestro sacerdote. ¿No te parece mejor ser el sacerdote de toda una tribu de Israel que de la familia de un solo hombre?

El sacerdote se alegró, tomó el efod, los dioses y las estatuas, y se fue con los soldados de Dan. 

¿No te gustaría ser un sacerdote más importante?

¿Por qué robaron el efod y los dioses? Como Micaías, parece que ellos no sabían nada sobre Dios, y pensaron si robaron el efod, los dioses y el sacerdote, que les fuera bien en todo, que sería como tener la presencia de Dios con ellos. Pero estaban muy equivocados. Otra vez vemos lo corrupto que el joven levita era, tan feliz con la idea de ser el sacerdote de toda una tribu. Al enterarse de sus planes, él mismo tomó el efod y los dioses y se fue con ellos. Además de esto, el texto dice que llevaron los animales, pertenencias, y los niños. No lo dejaron con nada.

Pronto, Micaías se enteró de lo que sucedió. Reunió a unos vecinos para encontrar a los hombres de Dan y recuperar lo suyo. Continuamos con la historia, leyendo el intercambio entre Micaías y los hombres.

¡Es el colmo que me pregunten qué pasa!

Jueces 18:23-26: Micaías empezó a gritar y los hombres de Dan se voltearon y dijeron:

—¿Qué pasa, por qué gritas tanto?

Micaías dijo:

—Ustedes se robaron las estatuas que yo mismo había hecho y se llevaron también a mi sacerdote. ¿Y ahora qué me queda? ¡Es el colmo que me pregunten qué pasa!

Los hombres de Dan respondieron:

—Es mejor que no discutas con nosotros, muchos de los soldados tienen mal carácter y si se enojan te pueden atacar. No te expongas a que te maten o que maten a tu familia.

Micaías vio que esos hombres eran muy fuertes y que no podía luchar contra ellos. Así que dio la vuelta y regresó a su casa. Los hombres de Dan siguieron su camino.

Es mejor que no discutas con nosotros

El texto dice que los hombres de Dan se llevaron los animales, pertenecías y niños igual que los dioses, pero a Micaías no parece importarle ni los niños, tan solo mencionó las estatuas y su sacerdote.  Esto nos hace pensar en algo que el texto no nos dice: después de hacer los dioses y nombrar un sacerdote, ¿Cómo era la vida de Micaías? ¿Se mejoró tanto que se atreviera a enfrentarse con una banda de hombres armados? No sabemos a ciencia cierta, pero por su atrevimiento, diría que sí. Pero ¿Cómo? Las estatuas eran exactamente eso. Recordamos la maldad de ciudades que adoran dioses falsos en vez del único y verdadero Dios. Aunque los dioses son hechos con material mundano, demonios toman la ventaja de una teología equivocada; escuchan a las oraciones y ofrendas hechas a los estatuas y actúan de acuerdo con Satanás, juntando más personas que creen en ellos, sembrando una falsa teología donde el verdadero y único Dios no cabe. Siembran el mal, aunque a veces hacen que las cosas que piden sucedan. Podemos decir que tanto Micaías, como el joven levita y los hombres de Dan, estaban sirviendo a estos demonios.

Los hombres de Dan no procuraron disimular la amenaza: si no desistiera, lo matarían a él y a su familia.  Sabiamente, Micaías vio que eran más fuertes y regresó a su casa sin nada. No sabemos qué le pasó a Micaías, si hiciera otras estatuas y consiguiera otras pertenencias y un sacerdote. El texto dice que los hombres de Dan atacaron al pueblo pacfico, matando a todos y quemando su ciudad. Volvieron a construir la ciudad y vivieron allí, nombrando la ciudad Dan. Continuamos con el triste final de esta historia.

La idolatría se convirtió en el culto oficial de Israel

Jueces 18:30-31: En la nueva ciudad de Dan colocaron la estatua tallada. El sacerdote era Jonatán, hijo de Gersón, hijo de Moisés. Jonatán y sus hijos fueron sacerdotes de Dan hasta el exilio del pueblo de Israel. La gente de Dan adoraba la estatua que Micaías había hecho y la siguieron adorando mientras la casa de Dios estuvo en Siló.

Es notable que el nieto de Moisés era tan corrupto, sacrificando y adorando a estas estatuas talladas, una práctica que Israel continuó por cientos de años. En la próxima devocional, veremos la historia de un levita y su concubina.

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