El levita y su concubina
Violencia contra la mujer y la maldad del hombre
En la devocional anterior, conocimos a Micaías y los ídolos que hizo, junto con el sacerdote ilegítimo que nombró, y cómo los hombres de Dan le robaron todo. Vamos a seguir estudiando este periodo oscuro de Israel con una historia de otro levita, su concubina, y los hombres depravados de la tribu de Benjamin.
La historia se enfoca en un levita de Efraín que tenía una concubina; se supone que tenía una concubina porque su esposa era estéril, pero la historia nunca menciona una esposa. Al comienzo de la historia, ella se enojó con el levita y ya había regresado a la casa de sus padres. El texto dice que se quedó con su padre por cuatro meses, después de que, el levita la buscara para procurar llevarla de regreso a su casa. Llegó a la casa de los padres de ella con un sirviente y unos burros.
Pásala bien, comiendo y bebiendo
Cuando llegó a la casa, el padre de la concubina salió de la casa muy contento, dándole a su yerno un saludo muy cálido, invitándole a quedarse allí. Es notable que el texto dice que el padre estaba muy contento al verlo, pero no dice nada en cuanto a la concubina; el levita viajó allí para llevársela con él a regresar a su casa, pero no sabemos si ni siquiera habló con ella. Es probable que ella no quiso regresar con él. Por su comportamiento más adelante, nos da la pista que él era abusivo con ella. El levita se hospedó con su suegro durante tres días, bebiendo, comiendo y durmiendo. Al cuarto día, el levita ya quería regresar a su casa con su concubina, sirviente y burros, pero su suegro le convenció quedarse otro dos días. Los dos lo pasaron bien, comiendo y bebiendo juntos todo el día. ¿Por qué el suegro gastó tanto en comida y bebida cuando el levita fue a su casa con la intención de llevarse a su hija? Como su hija era una carga de más y volver a la casa de los padres era un deshonor, es probable que su padre quiso deshacerse de ella tan pronto como fuera posible.
Pasó todo el quinto día con su suegro, bebiendo y comiendo. Pero llegó la noche del quinto día y el levita insistió en irse con su concubina, una decisión muy tonta por el peligro de viajar por la noche. Pasaron cerca de Jerusalén, que todavía era una ciudad pagana. El sirviente le sugirió que pasaran la noche allí, pero el levita le contestó que tenían que hospedarse en una ciudad de Israel. Siguieron su viaje hasta llegar a Guibeá en el territorio de Benjamin, y entraron en la ciudad para pasar la noche. Se sentaron en la plaza pública, pero nadie se les acercó para ofrecerles hospitalidad, como era la costumbre en ese entonces. Llegó un anciano que venía de trabajar en el campo. Comenzamos la historia del levita y su concubina con la conversación entre el anciano y el levita.
El anciano y el levita
Jueces 19:17-20: El anciano vio al levita en la plaza y le dijo:
—¿A dónde vas y de dónde vienes?
El levita le respondió:
—Venimos desde Belén de Judá y vamos para la parte más lejana de la región montañosa de Efraín. Yo soy de Efraín, hace días viajé a Belén de Judá y ahora voy para mi casa pero nadie nos ha ofrecido alojamiento. Tenemos paja y granos para los burros y hay suficiente pan y vino para los tres que viajamos. No necesitamos nada.
El anciano dijo:
—No puedes pasar la noche en la plaza. Eres bienvenido en mi casa, yo me haré cargo de todo lo que necesites.
No puedes pasar la noche en la plaza
¿Por qué al principio el levita rechazó la hospitalidad de este campesino anciano? Probablemente el levita pensó que como estaban en una ciudad de la tribu de Benjamin en Israel, estarían seguros aun afuera. Todos podrían comer y descansar, y al amanecer, continuarían su viaje. Pero el anciano sabía que no estarían seguros en la plaza; la verdad, no estarían seguros ni siquiera hospedados en su casa, como veremos. Quizás algo en la voz del anciano le convenció al levita pasar la noche en su casa. El texto dice que fueron a la casa del anciano, dio comida a los burros y el levita y su concubina se lavaron los pies y comieron y bebieron. Todo parecía bien. Pero como todo en el libro de Jueces, no todo estaba bien. Continuamos con lo que aconteció después de comer que nos quita el aliento y nos muestra el corazón depravado de la tribu de Benjamin.
Saca al hombre que tienes en tu casa, queremos tener relaciones sexuales con él
Jueces 19:22-25: Cuando todos estaban muy contentos, unos degenerados rodearon la casa y dando golpes en la puerta dijeron:
—Saca al hombre que tienes en tu casa, queremos tener relaciones sexuales con él.
El dueño de la casa salió y dijo:
—No hagan esa maldad. Este hombre es un invitado en mi casa. No cometan ese terrible pecado. Miren, aquí está mi hija que nunca ha tenido relaciones sexuales, y también está la concubina de este hombre. Pueden hacer lo que quieran con ellas, pero no cometan ese terrible pecado contra este hombre.
Pero los hombres no le hicieron caso. El levita fue a buscar a su mujer y la obligó a salir. Los degenerados la obligaron a tener relaciones sexuales y la torturaron toda la noche. A la madrugada la dejaron y le dijeron que se fuera.
El levita fue a buscar a su mujer y la obligó a salir
Esta escena es tan horrenda que queremos leerla rápidamente y no pensarlo mucho. Los degenerados estaban observando al levita mientras estuvo en la plaza. Como en Sodoma y Gomorra, los hombres eran tan atrevidos y malos que tocaron a la puerta del anciano. No procuraron esconder lo que deseaban. La región de Benjamin ya estaba tan malvada como las regiones de Canaán que todavía pertenecían a los paganos; esta fue la razón por la cual Dios exigió que capturaran la tierra prometida y mataron a todos, para que su maldad se muera con ellos. Piensa por un momento qué harías si esto pasara por lo regular donde vives. ¿No te mudarías? Pero los en Guibeá estaban tan acostumbrados a este comportamiento que no se fueron a otra parte para escapar la maldad.
El anciano malvado
El anciano nombró exactamente lo que pidieron: maldad y pecado. Pero el anciano no era un hombre recto y derecho; quiso proteger a su invitado, pero no a la concubina ni su propia hija, quien era virgen y si la violaran, jamás podría casarse. Les dijo que podrían hacer lo que quisieran con ellas, pero no con el levita. Pero los hombres depravados no le hicieron caso e insistieron. Probablemente le gritaron amenazas y golpearon a la puerta tan fuertemente que, si continuaran, la romperían. Le gritaron lo que iban a hacer con él cuando lo cogerían.
El levita malvado
El levita estaba asustado. Hubiera sido mejor si se hospedaron en Jerusalén, una ciudad pagana. El levita le miró a su concubina. Le evitó la mirada. Caminó hacia ella, agarrándola por el brazo, empujándola hacia la puerta. Dándose cuenta de lo que le iba a hacer, gritó, suplicándole que no lo hiciera, que haría cualquier cosa para complacerlo sí no le forzara hacer esto. El levita únicamente pensó en salvarse. Abrió la puerta lo más rápido posible y la empujó hacia los degenerados.
Allí afuera de la casa y a plena vista del público, la violaron. El texto no nos dice cómo la torturaron, pero como lo que quisieron fue violar al hombre, podemos imaginar lo que le hicieron con ella. En la actualidad, aunque hay más derechos humanos y protecciones, no estamos tan lejos; si no nos arrepentimos, esto podría convertirse en la realidad de hasta los vecindarios más bellos.
El texto dice que al regresar a la casa del anciano, la concubina tomó un último paso y cayó rendida a la entrada. Estuvo allí hasta que salió el sol. El levita se levantó y abrió la puerta. Aun con su mujer con los depravados, increíblemente, se durmió. Continuamos con la historia, leyendo lo que el levita hizo al levantarse.
Levántate y vámonos
Jueces 19:27-29: En ese momento, el levita abrió la puerta para salir y vio a la mujer ahí tendida en el suelo. El levita le dijo a la mujer:
—Levántate y vámonos.
Pero la mujer no respondió, pues estaba muerta.
Entonces el levita levantó a la mujer y la puso sobre el lomo del burro para continuar el viaje. Cuando llegaron a la casa, el levita tomó un cuchillo y cortó a la mujer en doce pedazos. Luego tomó los pedazos y envió cada uno por todo el territorio donde vivía el pueblo de Israel.
No puedo levantarme, por tu culpa estoy muerta
La reacción del levita es aún más sorprendente. ¿Realmente creemos que el levita pensara que de alguna manera ella iba a sobrevivir esa noche? Sabía lo que los degenerados querían hacerle, no la protegió, ni se preocupó por ella. Se durmió y esperó que ella se levantara como si nada. La violaron hasta matarla. El levita llevó su cuerpo hasta su casa; notamos que no la devolvió a su padre para que le enterraran. No lamentó su muerte, sino que la dividió en doce pedazos, enviando los por todo el territorio de Israel, lo cual será el comienzo de una guerra civil. El texto dice que al enterarse de lo acontecido, el pueblo de Israel estaba impactado, sin saber qué hacer. Todos los israelitas, menos la tribu de Benjamin, salieron de sus casas para encontrarse en Mizpa. El texto dice que había 400.000 soldados con espadas. Le preguntaron al levita como esto sucedió. Continuamos con la historia, leyendo su versión de lo sucedido.
No sé porqué mataron a mi concubina, no hice nada
Jueces 20:4-6:El levita respondió:
—Yo llegué con mi concubina a la ciudad de Guibeá, en el territorio de Benjamín. Allí pasamos la noche. Pero durante la noche los hombres de la ciudad llegaron a la casa donde yo estaba. Rodearon la casa porque querían matarme, abusaron de mi mujer y luego ella murió. Después yo traje a mi mujer y la corté en pedazos y mandé un pedazo a cada una de las tribus de Israel para que todos se enteraran de esta atrocidad que cometieron los de Benjamín contra nosotros.
Querían matarme, abusaron de mi mujer y luego ella murió
Notamos que el levita no mencionó su responsabilidad por su muerte, que el crimen verdadero era los homosexuales desenfrenados en la región de Benjamin; su maldad llegó al tal punto que quisieron que el levita saliera para violarlo, pero se conformaron con torturar a su concubina hasta la muerte. El levita ni les dijo que querían violarlo. Evidentemente, los israelitas creyeron su versión de la historia y decidieron luchar contra la tribu de Benjamin. El propósito de esta devocional se enfoque en el levita y su concubina, así que no vamos a entrar en muchos detalles sobre la batalla, pero te animo leer todo el capítulo de Jueces 20.
«¿Qué crimen es este que han cometido algunos de ustedes? Entréguennos a esos perversos de Guibeá para matarlos. Tenemos que quitar el mal de Israel».
Los hombres de Israel le enviaron este mensaje a la tribu de Benjamin, pidiéndole que entregara a los perversos que torturaron a la concubina hasta la muerte, pero los de Benjamin ignoraron el pedido. Benjamin fue a luchar contra Israel en una guerra civil. A pesar de tener más soldados mejor preparados, Benjamin mató a muchos de los israelitas por dos días. Tristes y confundidos, el ejército de Israel lloró y lamentó ante El Señor. Continuamos con la historia, leyendo el lamento y consulto de los israelitas a Dios
El lamento ante El Señor
Jueces 20:26-28: Entonces todo el ejército de Israel fue a Betel a llorar y a lamentarse ante el SEÑOR. Ese día la pasaron sin comer nada hasta la noche. Luego hicieron ofrendas y sacrificios para festejar al SEÑOR. Luego consultaron al SEÑOR, ya que en ese tiempo el cofre del pacto de Dios estaba en Betel. Finés, hijo de Eleazar y nieto de Aarón, servía como sacerdote ante el cofre.
Los soldados de Israel le preguntaron:
—¿Debemos pelear otra vez contra nuestros hermanos de Benjamín? ¿Será mejor que no peleemos más?
El SEÑOR les respondió:
—Sí, deben pelear otra vez. Mañana yo les ayudaré a ganar contra el ejército de Benjamín.
Les ayudaré a ganar
Al tercer día, pelearon contra Benjamin otra vez, pero esta vez los hombres de Israel ganaron. Después de la batalla, los hombres de Israel fueron al territorio de Benjamin y mataron a todos: hombres, mujeres, niños y animales. Quemaron todas las ciudades de Benjamin, así cumpliendo la venganza por la maldad que la tribu de Benjamin permitió. En esa época, hasta Israel fue su propio enemigo, violando a su pueblo y matándose. Después de la masacre, tan solo 600 hombres de la tribu de Benjamin siguieron con vida; en la próxima devocional, veremos cómo consiguieron esposas.