Ahora ve y no peques más

Leamos uno de mis momentos favoritos con Jesús, de una mujer que se quedó atrapada en el adulterio:

Los maestros de la ley y los fariseos trajeron a una mujer atrapada en adulterio. La hicieron ponerse de pie ante el grupo y le dijeron a Jesús:

—Maestro, esta mujer fue atrapada en el acto de adulterio. En la ley de Moisés nos mandó apedrear a esas mujeres. Ahora, ¿qué dices? —

Estaban usando esta pregunta como una trampa, con el fin de tener una base para acusarlo. Pero Jesús se inclinó y comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Cuando siguieron interrogándolo, él se enderezó y les dijo:

—Que cualquier de ustedes que esté sin pecado sea el primero en tirarle una piedra.—  

Una vez más, se inclinó y escribió en el suelo.  En esto, los que oyeron comenzaron a desaparecer uno a la vez, los mayores primero, hasta que sólo quedó Jesús, con la mujer todavía parada allí. 

Jesús se enderezó y le preguntó: —Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?—

 —Nadie, señor,— dijo.

—Entonces yo tampoco te condeno, — declaró Jesús. —Vete ahora y deja tu vida de pecado.— (San Juan 8:3-11)  (Itálicos míos).

Ponte en su lugar

Este es uno de mis momentos favoritos con Jesús porque es fácil imaginarlo hablando con cualquier de nosotras.  No tienes que haber cometido la adultera para quedar atrapada en el pecado.  Era una sociedad dominada por hombres en la que ella no tenía derechos, y su propia vida se ha salvado por Jesús. ¿Te imaginas lo que ella se sentía? ¿Cuándo fue la última vez que alguien intervino por ti cuando estuvieras a punto de ser derribado?

Engaño real

Interpreto este pasaje de manera diferente a como lo he oído predicado.  He escuchado, —¡Vete y no peques más!— como casi un lema de victoria o un tweet; tal vez tú también lo has oído de esta manera.  Imagínate: de pie delante de Jesús, temblando, sudando, convencida de su inminente muerte, y como sus acusadores no le importaba su dignidad, tal vez sólo usando una sábana.  La arrancaron de la cama de su amante, quizás hasta él estaba involucrado en atraparla.  Con su amante, encontró caricias, pero no amor; sino con Jesús, encontró el amor de verdad.

Amor verdadero

Me gusta imaginar que Jesús le tocara la frente con las puntas de los dedos y los ojos revolotearon abiertos.  Pregunta dónde están sus acusadores.  Por un momento, mira a su alrededor, y no lo puede creer. El hombre quien sus enemigos pensaban que la condenaría, la salvara.  Le entrega una capa, dice su nombre suavemente con una sonrisa leve; ella no entiende cómo lo sabe, y en el mismo tono dice, —Ahora, ve, y deja tu vida de pecado.—

Conclusión

Me gustaría pensar que su conversación no termina allí. Tal vez Jesús le dijo algo como esto a la mujer: —Sígame. Cuando pecas, estoy haciendo un camino, una provisión para ti.  Te amo más de lo que nunca podrías entender. — Limpia las lágrimas de vergüenza y gratitud.  Por tanto tiempo, buscaba el amor y nunca lo encontraba, pero hoy, encontró la misericordia, la gracia, y el amor verdadero. Su ejemplo de la compasión, la conmueve a cambiar la trayectoria de su vida, sabiendo que nunca está sola y que siendo suyo no significa condenación sino comprensión.

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