David le perdona nuevamente la vida a Saúl

Una segunda oportunidad para tomar el trono de Israel

En el previo estudio, Abigail salvó la vida de su marido, pero Dios castigó al tacaño e insensato Nabal, quitándole la vida. Luego, David se casó con Abigail y se fue a vivir con él en el desierto, un cambio radical de ser la esposa de un hombre rico, pero a ella le dio gusto servirles a David y a sus hombres valientes. En este estudio, Saúl sigue cazando a David, y este le perdona la vida del rey una segunda vez, otra prueba espiritual para el futuro rey.

Vamos a chismear otra vez

Cuando la historia se abre, Saúl está en su casa en Guibeá; los habitantes de Zif fueron allá para chismear, contándole a Saúl el paradero de David, que se esconde en el monte de Jaquilá. ¿Por qué los habitantes de Zif van otra vez a Guibeá para contarle el paradero de David? Según escolares bíblicos, es posible que los de Zif fueran parientes de Nabal y estuvieran enojados que Nabal se muriera, o que David se casara con Abigail, aunque Nabal era un insensato.

Influenciado por el espíritu maligno, el rey va de inmediato junto con sus 3000 soldados, con la única misión de buscar y matar a David. Recordamos que David tan solo tiene 600 hombres, pero leales y valientes, aunque superados en número. El texto dice que Saúl acampó en el monte de Jaquilá, al lado del camino. ¿Pensaría que David y sus hombres usarían el camino? Por tener que esconderse por tanto tiempo del rey, David y sus valientes ya eran expertos en el arte de vivir en tierras inhospitables, comiendo cosas inimaginables, encontrando agua donde nadie más lo encontraría, durmiendo en cuevas juntos con serpientes y arañas venenosas. Ganaron su título de valientes, y eran los hombres más resilientes que habían; no necesitaban usar el camino y correr el riesgo de ser captados.

¿David está loco?

El texto dice que cuando David se entera de que Saúl esté cerca, envía espías para confirmar dónde están exactamente. Los espías le dan su informe, y luego David y Abisay, quien era el primo de David y hermano de Joab, fueron de noche al campamento de Saúl. ¿David también está loco, entrando al campamento de él que lo caza? Ve al rey durmiendo acurrucado como un bebe, protegido por el comandante Abner, quien también está dormido. Todo el ejército protege al rey, todos durmiendo alrededor de Saúl. Su famosa lanza está clavada en la tierra a su cabecera, para que pueda despertar y derrotar al enemigo de un golpe rápido y feroz. Pero David y Abisay se escabullen al mero centro del círculo, justo donde Saúl duerme. David puede oír su respiración, ver su pecho levantando y bajando. Parece que no haya nadie vigilando. ¿Por qué no? Averiguamos más tarde en la historia.

Comenzamos con la historia, leyendo la conversación a susurros entre Abisay y David.

¡Un solo clavazo y listo!

I Samuel 26:8-12: Abisay le dijo a David:

—Hoy es el día en que Dios te ha entregado a tu enemigo. Déjame clavar a Saúl al suelo con su propia lanza, ¡Un solo clavazo y listo!

Pero David le dijo a Abisay:

—¡No lo mates! ¡El que le haga daño al rey que el SEÑOR eligió será castigado! Tan cierto como que el SEÑOR vive, que él mismo lo castigará. Tal vez Saúl sufra una muerte natural o tal vez lo maten en batalla, pero yo le ruego al SEÑOR que nunca me permita hacerle daño al rey que el SEÑOR eligió. Toma la lanza y la jarra de agua que están a la cabecera de Saúl y vámonos.

David mismo tomó la lanza y la jarra que estaban a su cabecera y los dos salieron del campamento sin que nadie los viera ni se diera cuenta de lo que había pasado. Nadie ni siquiera se despertó. El SEÑOR había hecho que Saúl y su ejército cayeran en un sueño profundo.

El SEÑOR había hecho que Saúl y su ejército cayeran en un sueño profundo

Como la última vez que David le perdonó la vida a Saúl, sus hombres querían que lo matara y se frustraron con la actitud recta de David. Abisay era el hermano de Joab, y vemos que también anhelaba actuar violentamente sin pensar en las consecuencias. Junto a Saúl y Abner, entre 3000 soldados muy bien entrenados y elegidos para matar a la amenaza del trono del rey, Abisay y David tienen una conversación. Un hombre cualquiera no se hubiera atrevido a meterse en una posición tan peligrosa, pero ni siquiera el más valiente hablaría y correría el riesgo de despertar a tan solo uno de los soldados. ¿Qué está pensando Abisay? Seguramente, clavándole con su propia lanza no sería una muerte silenciosa. Pero Abisay está ansioso para clavarle a Saúl con su propia lanza, con esta lanza que procuró matar a David varias veces. David declara que Saúl sí, va a morir, pero será por Dios, una batalla, o causas naturales. Deja la venganza en las manos de Dios, si Él decide castigarlo o no. Si David no vino a matarlo, ¿para qué viene? A lo mejor se fuera con la intención de acabar con él, pero al estar allí, fue convencido por El Espíritu de Dios a no cumplir con sus planes. Pero David no sale con las manos vacías. La primera vez que le perdonó la vida de Saúl, le cortó un pedazo de su manto; esta vez toma su lanza y su jarra de agua. Anteriormente, preguntamos por qué nadie esté vigilando el campamento y recibimos nuestra respuesta: El SEÑOR había hecho que Saúl y su ejército cayeran en un sueño profundo, tan profundo que todos dormían y nadie se despertó ni siquiera con el movimiento de Abisay y David, ni con su conversación.

El texto dice que después de salir del campamento, David y Abisay cruzan el valle frente al campamento, poniendo una buena distancia entre ellos. David confía plenamente en El Señor, pero no es un tonto. Desde esa distancia, David grita el nombre Abner. Quizás toma un tiempo para responder por lo profundo que duerme, pero Abner le contesta quién es y qué quiere. Sin duda, su grita despierta a la mayoría del campamento, incluso al rey. Continuamos con la historia, leyendo el mensaje de David para el comandante Abner.

Ese alguien soy yo

I Samuel 26:15-16: David dijo:

—¿No eres tú el más valiente en todo Israel? Entonces, ¿por qué no protegiste a tu señor el rey? Alguien del pueblo entró a tu campamento para matar al rey. Y tú ni cuenta te diste. Tan cierto como que el SEÑOR vive, que tú y tus hombres merecen la muerte por no haber protegido al rey, el elegido del SEÑOR. Ve a ver dónde están la lanza y la jarra de agua que estaban a la cabecera de Saúl.

Tú y tus hombres merecen la muerte

David insulta al comandante, pero tiene la razón. El único trabajo que Abner tiene en ese preciso momento es proteger al rey, no dormir. Aparentemente, Abner tenía una reputación como el hombre más valiente de todo Israel, haciendo locuras en batallas y arriesgándose por su primo el rey. David le dice que él y sus hombres merecen la muerte por no proteger al rey. Los hombres están despertándose de su sueño profundo, escuchan la voz distante de David, y miran a su alrededor. Nadie está allí, nadie está muerto. No hubo evidencia de que viniera. Entonces David le instruye que busque la lanza y la jarra de agua de Saúl; ahora saben que David estuvo allí entre ellos, como un fantasma.

¿Eres tú, hijo mío? Ya no soy su hijo, Majestad

Abner no dice nada. Se agacha la cabeza con vergüenza. No hay excusa, no va a echarle la culpa a un soldado, sabe que la protección del rey cae en sus hombres. Por fin despierto, pero todavía sin creer lo que acaba de suceder, Saúl se levanta, buscando su lanza y jarra de agua. No las encuentra y grita hacia el otro lado del valle, si es David, llamándole hijo. David le contesta, confirmando que es él, llamándole Majestad, un rechazo de ser llamado hijo de Saúl. David respeta que Dios lo escoja, pero no respeta a la persona en que se ha convertido, un perverso que actúa contra la voluntad de Dios. Continuamos con la historia, leyendo el mensaje de David para el rey y cómo Saúl le contesta.

Ha estado buscando una simple pulga

I Samuel 26:18-21: También le dijo:

—Señor mío, ¿por qué me persigue? ¿Qué mal le he hecho yo? ¿De qué se me acusa? Le ruego a Su Majestad que escuche mis palabras. Si quien lo pone en mi contra es el SEÑOR, con una ofrenda se resolvería. Pero si son los hombres quienes lo ponen en mi contra, que el SEÑOR los maldiga. Por ellos he tenido que dejar la tierra que el SEÑOR me dio y me dicen que me vaya a servir a otros dioses. No haga que muera lejos de la presencia del SEÑOR. Usted ha estado buscando una simple pulga. ¡Es como cazar perdices en los montes!

Entonces Saúl dijo:

—He sido un pecador. Regresa, David hijo mío. Hoy has demostrado que respetas mi vida, y por eso no te haré ningún daño. Me he portado como un insensato y he cometido un grave error.

He cometido un grave error

El texto no indica si David espere una respuesta a estas preguntas que le ha hecho al rey varias veces sin que le conteste satisfactoriamente. No hay razón que justifique que Saúl le persigue; todos saben que no le ha hecho ningún mal, al contrario, esta es la segunda vez que tiene la oportunidad de matarlo y no le hace nada por respeto al Señor. El texto no dice quién le ha dicho que se vaya a adorar otros dioses, pero en el próximo estudio, David y sus hombres van a vivir en territorio filisteo donde enfrentarán la tentación de entregarse a Dagón y otros dioses, que, por cierto, está muy lejos espiritualmente de Dios. David se compara con una pulga, alguien inofensiva, sin importancia. ¿Para qué cazarlo? La última vez que David le perdonó la vida al rey, Saúl le dijo casi lo mismo, pero ya no creemos la disculpa del rey, se repite demasiado. Saúl nunca se va a cansar de perseguir a David. Le invita a David a regresar, pero David no acepta. Saúl regresa, y David sigue su camino, por lo tanto, sabemos que es una oferta falsa.

El texto dice que David ni siquiera le roba la lanza y jarra de agua, sino le pide que envíe uno de los soldados para recogerlas. Continuamos con las últimas palabras entre David y Saúl, no se volverán a ver jamás.

Tú harás grandes cosas y triunfarás

I Samuel 26:23-25: El SEÑOR le da su paga a cada uno según sus hechos, recompensa si se hace el bien y castiga si se hace el mal. El SEÑOR lo puso en mis manos el día de hoy, pero yo no le haré ningún daño al rey que el SEÑOR eligió. Hoy le he demostrado a usted que respeto su vida. Que el SEÑOR me libre de todo problema.

Entonces Saúl le dijo a David:

—Que Dios te bendiga, David hijo mío. Tú harás grandes cosas y triunfarás.

David partió y Saúl regresó a casa.

Tanto David como Saúl hablan palabras proféticas. David le recuerda que es el Señor quien recompensa con bien o con mal- y no Saúl quien lo hace. También dice que El Señor le libre de todo problema- incluso Saúl, algo que Dios hará inminente. Saúl sigue llamándole hijo mío, aunque David le contesta como su Majestad. Dice que David hará grandes cosas y triunfará, algo que también veremos inminente. En el próximo estudio, David y sus hombres valientes harán lo impensable, yendo a Filistea para vivir con el Rey Aquis para esconderse mejor de la venganza de Saúl. 

Evelyn Bou

Empatizo con el caos que el dolor traiga. Sé lo que es tratar de utilizar los recursos disponibles para mejorar, al terminar sintiéndose frustrada y aún más sola. Aprendí tanto sobre el dolor que me convertí en una coach certificada en el duelo y las relaciones, y profesional del trauma, con la esperanza de ayudar y brindándoles apoyo emocional a otras mujeres cristianas.

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