Dios partió el Jordán y Israel cruzó a la tierra prometida
El Milagro en el río Jordán
En la devocional anterior, Josué envió dos espías a Jericó, y una ramera llamada Rajab los ayudó. Los espías regresaron confirmando que los de Jericó estaban aterrados de ellos y con Dios, podrían derrotarlos. Pero había un obstáculo entre el campamento en el desierto y Jericó: el río Jordán. ¿Cómo iban a mudar unos dos o tres millones de personas, sus posesiones y sus animales por el río? Josué sabía que era un reto formidable. Había testificado el esplendoroso momento en que Dios partió el mar Rojo, pero no sabía cómo Dios iba a solucionar este problema.
Josué hizo que todos los israelitas levantaran su campamento y que se marcharon hasta la orilla del río Jordán donde permanecieron por tres días. El tercer día, los jefes del pueblo le instruyeron que cuando viera el cofre del pacto cargado por los sacerdotes, que se fuera detrás de ellos sin acercarse mucho, pero sin perderlo de vista tampoco. Josué mandó que el pueblo se purificara porque al día siguiente iba a testificar un gran milagro. Por la mañana, los sacerdotes levantaron el cofre del pacto y caminaron delante de todos. Y sin duda, Dios iba a hacer algo maravilloso. Comenzamos esta historia con las instrucciones de Dios para Josué.
Josué 3:7-8: Entonces el SEÑOR le dijo a Josué: «Hoy empezaré a darte más importancia ante los israelitas, así sabrán que estaré contigo como lo estuve con Moisés. Diles a los sacerdotes que llevan el cofre del pacto: “Al llegar a la orilla del Jordán entren al río y quédense ahí parados en medio del río”».
¿Vamos a hacer qué?
Por el texto entendemos que hasta entonces, los israelitas no habían confiado en Josué como con Moisés, pero todo esto iba a cambiar. Josué reunió al pueblo y le contó que debían fijarse en los sacerdotes cargando el cofre del pacto. Antes de que Dios actuara, el pueblo tuvo que obedecer en fe. Quizás unos que no testificaran cómo partió el mar Rojo, dudaron poder cruzar, pero obedecieron de mala gana. Los sacerdotes entraron primero, caminando hasta el medio del río, asegurándose de que el cofre del pacto no tocara el agua. Mientras el agua se profundizó, ¿dudaron, temerosos de ahogarse? Caminar la mitad del río tomó mucha fe. Entre los sacerdotes había Eleazar, el sumo sacerdote, y su hijo, Finés; los dos eran fieles y llenos de fe en Dios. Cuando entraron al medio del río, el agua comenzó a detenerse, formando un muro en dos lados, dejando un camino seco para que el pueblo cruzara al otro lado. Continuamos con la historia, leyendo este milagro de Dios para Su pueblo.
Dios detuvo el río
Josué 3:16-17: el río se detuvo. El agua se amontonó formando un embalse que quedaba lejos de allí, cerca de Saretán. También el agua que baja hasta el mar Muerto se detuvo completamente. La gente pudo cruzar el río frente a la ciudad de Jericó. El pueblo cruzaba pisando tierra seca, en tanto que los sacerdotes que cargaban el cofre del pacto del SEÑOR se detuvieron ahí mismo en tierra seca, en medio del Jordán, hasta que toda la gente cruzó el río.
Cruzaron justo en frente de Jericó
Dios los sacó de Egipto con un milagro, y los trajo a la tierra prometida de una forma igualmente milagrosa. Había muchos jóvenes que no estaban vivos cuando cruzaron el mar Rojo perseguidos por el ejército egipcio. Esta vez era más tranquila pero no menos emocionante. Los que habían cruzado el mar Rojo estaban aún más agradecidos con Dios por sostenerlos por 40 años para vivir este día tan maravilloso. Los israelitas cruzaron el río Jordán enfrente de la ciudad que muy pronto iban a capturar, Jericó. Imagina su terror en ver por sus ventanillas a los muros de agua, y la gente marchando con sus niños, animales, tiendas, y el cofre de pacto. ¿Qué pensó Rajab mientras los vio, tocando suavemente la cuerda roja que colgaba por la ventana? Era la única que esperaba con placer el acercamiento de los hebreos.
Aunque era una maravilla, el pueblo cruzó apresuradamente mientras los sacerdotes permanecían en el medio del río hasta que todos cruzaran. Cuando todos habían cruzado el Jordán, disfrutaron de sus primeros momentos en la tierra de sus antepasados, la tierra prometida. Continuamos con la historia, leyendo las instrucciones que Dios tenía para Josué.
Regresen al medio del Jordán
Josué 4:2-3: «Elige doce hombres del pueblo, uno de cada tribu y ordénales esto: “Tomen de en medio del Jordán, donde están los sacerdotes, doce piedras, cárguenlas a través del Jordán y pónganlas en el lugar donde acampen esta noche”».
Las doce piedras
Así que los doce hombres elegidos por Josué, uno de cada tribu, tuvieron que regresar al medio del río donde los sacerdotes todavía estaban con el cofre de pacto, previniendo que el muro de agua colapsara. Cada de los doce hombres recogieron y trajeron una piedra al nuevo campamento en Canaán. Las doce piedras grandes servirían como un recordatorio de lo que sucedió ese día, para poder hablárselo con sus hijos y nietos de generación en generación. Y así fue, cada de los doce hombres trayendo una piedra grande del río a la otra orilla del Jordán. Josué hizo que recogieran otras doce piedras en medio del Jordán para colocarlas en la cama del río donde los sacerdotes pararon, de modo que durante las estaciones de sequía, podrían ver el monumento.
Cuando ya todos habían cruzado, y terminaron con el monumento de las piedras en medio del río, los sacerdotes cruzaron al otro lado. Cuando sus pies tocaron la tierra, las aguas del Jordán retornaron a su cauce normal, y el río siguió desbordado como antes. Después de cruzar, el primer orden del día fue reunir una parte del ejército hebreo impresivo. Continuamos con la historia.
Estaban listos para la batalla
Josué 4:13-14: El SEÑOR reunió en los llanos de Jericó un ejército de 40 000 hombres, listos para la batalla. Ese día el SEÑOR hizo que todo Israel admirara a Josué. Lo empezaron a respetar así como respetaron a Moisés.
Hoy comenzaron a respetarme
Tenemos que recordar que Josué es el autor de este libro; es notable que ese mismo día, él comenzó a sentirse más respetado. Aun con el reconocimiento del pueblo, Josué dio toda la honra y gloria del milagro a Dios. Terminamos esta historia leyendo una parte del discurso que le dio al pueblo justo después de cruzar, en su primer día en la tierra prometida.
Josué 4:23-24: Porque el SEÑOR su Dios secó las aguas del Jordán ante ustedes, hasta que lo cruzaron, como el SEÑOR su Dios hizo con el mar Rojo el cual él secó ante nosotros hasta que lo cruzamos. Eso lo hizo para que todo el mundo sepa lo grande que es el poder del SEÑOR y para que ustedes siempre respeten al SEÑOR su Dios».
En la próxima devocional, leeremos sobre la primera pascua en la tierra prometida, la circuncisión del pueblo hebreo, y el encuentro que Josué tuvo con el jefe del ejército del Señor.