¿Quién era Rajab?
De ramera a creyente fiel
Cuando Moisés envió espías a explorar la tierra prometida por 40 días, realmente no era necesario; Dios ya le dijo que era una tierra buena que rebosaba de leche y miel. Cuando los espías regresaron, todos confirmaron que era una tierra buena, pero no iban a poder conquistarla. Por su falta de fe, toda esa generación menos Caleb y Josué fue castigada a vagar por el desierto por 40 años sin pisar a Canaán. Al terminar los 40 años, para no arriesgar que al pueblo le faltara la fe de nuevo, Josué no le contó al pueblo lo que hizo. Envió espías a Jericó para verificar los rumores que habían escuchado de su muralla, de su ejército, y de la ubicación de los edificios y palacio para planear mejor el ataque pendiente. Pero esta vez, Josué envió tan solo dos espías y lo hizo sin contárselo al pueblo para no causar angustia. A lo mejor mandó dos porque tan solo dos de los espías de los doce originales estaban llenos de fe.
Todo creyente era un incrédulo antes de conocer a Dios. Cuando uno tiene un encuentro con el único Dios y pone su fe en Jesucristo, su pasado ya no importa. Se convierte en otra persona, un hijo o hija de Dios. Y así pasó con una prostituta pagana de Jericó, Rajab. Su conversión y fe es una inspiración para todos. Los dos espías fueron a Jericó, y Rajab fue la única que los ayudó. Esta es la historia de Rajab; vamos a escuchar su historia en forma de un diario personal.
Soy Rajab
Hola. Me llamo Rajab. Vivo en Jericó con mis padres y hermanos. Jericó es una ciudad en Canaán, con una muralla que dicen que es impenetrable. Tenemos un rey y varios sacerdotes. Aquí adoramos a Ishtar, Mot y Chemosh. Los dioses exigen la sangre para que nos ayuden y cuiden. Se supone que ser sacrificado para nuestros dioses es un privilegio, pero me alegro no tener un hijo. Ganarse la vida aquí es algo difícil. Mis padres tratan de hacer lo que puedan, pero dependen de lo que gano. Intentaba hacer otras cosas, pero no ganaba lo suficiente. Nuestra casa goza de una ubicación privilegiada en la muralla de la ciudad, una locación perfecta para los mercantes y soldados de ir y salir discretamente. Uso un cuartito en la casa para entretener a clientes, unos casados, unos ancianos, pero todos ansiosos para desahogarse. Claro que no me gusta prostituirme, pero no hay de otra. Aquí en Jericó hay muchas jovencitas haciendo lo mismo que yo. Sueño con casarme con un hombre bueno y honesto, con tener una familia muy lejos de aquí, pero no creo que eso jamás vaya a pasar. A veces enciendo una vela y rezo a Ishtar para ayudarme, pero nada nunca cambia. No sé qué me va a pasar; sé que no puedo seguir haciendo esto para siempre.
Rumores distantes
Desde que era una niña, escuchábamos rumores de El Dios de los hebreos, como mandó plagas a Egipto, rescató a los hebreos de la esclavitud, les abrió el mar rojo, proveyó comida en el desierto por 40 años, y que ha prometido darles todo Canaán. Desde que salieron de Egipto, hemos tenido mucho miedo, pero por lo menos estuvieron al otro lado del río Jordán. Pero ya se acercan para tomar a nuestra tierra donde hemos vivido y adorado a nuestros dioses por siglos. A veces hombres vienen aquí desde otras partes de Canaán para vender sus mercancías, buscar empleo, o comprar en nuestro mercado. Durante su tiempo aquí, me visitan. Escucho muchas cosas de mis clientes que me asustan. Me cuentan sobre las batallas con los hebreos, que parecen invencibles, cómo su Dios los cuida y protege. Tengo miedo, pero no sé qué hacer. Aunque los sacerdotes siguen con sacrificios de niños para complacer a nuestros dioses, pero eso no cambia nada. Pienso que a ellos no les importa lo que nos suceda. El Dios de los hebreos parece tan poderoso, no hay nada imposible para Él. Como me gustaría que nuestros dioses fueran todos poderosos, les pediría llevarme muy lejos de aquí, a casarme y tener una familia. Serviría a un dios así para el resto de mis días.
Dos extranjeros
Hoy dos extranjeros vinieron a la casa. Estaban vestidos como cananeos, pero no hablaron ni actuaron como tal. Estaban afuera de la casa, hablando en voz baja. Aproveché y les invité a entrar. Aceptaron y me pidieron un poco de agua. Les di agua y luego los llevé al cuarto donde atiendo a los clientes. Cuando les dije mi precio, actuaron extrañamente, enrojeciéndose y mirando al suelo. Uno de ellos susurró que eso no fue lo que estaban buscando. Eso me sorprendió mucho. Como ya estaba anocheciendo, ofrecieron pagar por alquilar el cuarto, y acepté. No sé porque se les ocurrió pasar la noche aquí, quizás porque veían a varios llegando y saliendo y pensaron que nadie sospecharía nada. Mientras estaba dándoles unas sábanas y un poco de comida, me hicieron unas preguntas muy raras, pero de forma casual, sobre cuántos soldados hay y sobre los caminos dentro de la ciudad. Pues, como muchos soldados vienen a la casa, por lo menos pude darles una idea de cuantos hay. Desde que he vivido toda mi vida en Jericó, podría atravesar la ciudad con los ojos cerrados, les conté sobre el diseño de la ciudad. Antes de cerrar por la noche, un cliente vino a la casa e insistió mucho en entrar, aunque le dije que ya estaba con alguien. Entró a la fuerza y los vio, y creo que sabía de inmediato que no eran clientes. Los eché, pero después de eso, fue directamente al rey para decirle que había dos espías en mi casa. Pues la verdad, sabía que eran hebreos. Pero como me trataron con tanto respeto, pero más que nada porque su Dios es tan poderoso, ni pensé en echarlos ni entregarlos al rey. En vez de obedecer al rey, esto es lo que hice.
Josué 2: 4-6: Sin embargo, ella los escondió y le contestó al rey: «Es cierto que unos hombres llegaron a mi casa pero yo no sabía de dónde eran. Se fueron al anochecer, antes de cerrarse las puertas de la ciudad. No sé a dónde fueron, pero vayan rápido a buscarlos que todavía los pueden alcanzar». En realidad, ella los había llevado al techo de la casa, y los había escondido en unos bultos de lino que tenía allí.
Algo cambió esa noche
Esa noche que los dos hombres pasaron en mi casa, no sé qué pasó, pero sentía una sensación- no sé, es difícil de describirlo. Aunque no los conocía, sentía mucha paz en mi corazón y tenía el pensamiento de que toda mi vida he estado del lado equivocado, que todo lo que nos enseñaron era falso. Si nuestros dioses existen, ¿por qué no nos protegen y cuidan? ¿Por qué exigen el derrame de sangre de sus seguidores? Lo que he escuchado de El Dios de los hebreos, Él no es así. Y no sé si lo sabes, pero Canaán es una tierra muy fértil. Si su Dios le va a entregar esta tierra, es porque quiere que tengan una vida abundante. Así que, esa noche, hice algo que estaba brotando en mi toda mi vida- di la espalda a Jericó, nuestras costumbres, y aquellos dioses que jamás han hecho nada por mí y decidí confiar en el Dios de los hebreos. Por lo tanto, decidí ayudar a los dos hombres.
El rey me mandó un mensaje para que los expulsara, pero no pensé dos veces y le mentí. En mi profesión, uno se acostumbra a mentir, así que invente una historia de que unos tipos vinieron a mi casa pero que se fueron a quién sabe dónde. Les sugerí que fueran a buscarlos y ellos se marcharon a perseguirlos. Cerraron las puertas de la ciudad. Pero escondí a los dos espías en mi techo. Tenía miedo de que vinieran a la casa y los buscaran, pero aun así, sabía que estaba haciendo lo correcto. Pensé que mi padre iba a tener un infarto y mi madre se opuso, pero les expliqué que tenían que confiar en mí. Mientras que los soldados fueron a buscarlos muy lejos, estaban sanos y salvos en el techo de mi casa. Antes de anochecer, subí al techo y les hablé. Esto es lo que les dije.
Josué 2:9-13: Y les dijo:—Yo sé que el SEÑOR les ha dado esta tierra a ustedes. Aquí todo el mundo está muerto de miedo por causa de ustedes. Hemos oído que el SEÑOR secó el agua del mar Rojo ante ustedes cuando salieron de Egipto y lo que ustedes les hicieron a los dos reyes amorreos Sijón y Og, del otro lado del Jordán. Ustedes los destruyeron. Cuando nos enteramos de todo eso, nosotros nos atemorizamos porque el SEÑOR su Dios es el verdadero Dios del cielo y de la tierra. Yo fui buena con ustedes y les ayudé, ahora júrenme por el SEÑOR que serán buenos con mi familia. También denme una garantía de que salvarán a mi papá, a mi mamá, a mis hermanos y hermanas y a sus familias. Prométanme que les respetarán la vida a ellos.
Declaración de fe
Les dije a los hebreos lo que está en mi corazón, que sé que su Dios es el verdadero Dios, el único Dios. Quiero ayudarlos porque en ayudarlos, por primera vez en mí vida, estoy al lado correcto del único y verdadero Dios. Aun si me muero, quiero, por lo menos una vez, estar al lado correcto. Aunque no los ayudara, van a tomar posesión de Jericó de cualquier manera. Quiero mostrar mi fe en su Dios, quien es mío también. Esto es lo que los espías me contestaron.
Josué 2:14-20: Los espías le respondieron:
—Si no nos denuncias responderemos con nuestras vidas por las vidas de ustedes. Cuando el SEÑOR nos dé esta tierra, te trataremos bien y cumpliremos nuestra promesa.
Entonces ella, utilizando una cuerda, los bajó por la ventana porque la muralla formaba parte de su casa. Ella vivía dentro de la muralla.
Rajab les dijo:
—Vayan hacia las montañas para que los que fueron a buscarlos no los encuentren. Escóndanse allí por tres días hasta que los que los persiguen regresen a la ciudad. Después podrán seguir su camino.
Los hombres le dijeron:
—Cumpliremos la promesa que te hicimos, pero cuando volvamos a este lugar, tienes que atar esta cuerda roja a la ventana por la que nos has descolgado. Tendrás que reunir a toda tu familia en tu casa: a tus padres, a tus hermanos y a todos los demás. Todo el que salga de tu casa a la calle será responsable de su propia muerte, no será culpa nuestra; pero si matan a alguno de los que estén contigo dentro tu casa, nosotros responderemos por su muerte. Eso sí, si tú nos denuncias, ya no estaremos obligados a cumplir nuestro juramento.
La cuerda roja
Ya hace tres días que les ayudé a los hebreos bajar de la muralla por una cuerda roja, la misma que me instruyeron que debo colgar de modo que reconozcan la casa cuando regresan y destruyen la ciudad. Dejé la cuerda roja allí por la ventana donde los bajé. Cuando mi madre vio la cuerda colgando, quiso cortarla, pero la paré. Hablé un buen rato con ella, explicándole todo lo que pasó, que los hebreos iban a destruir la ciudad, que nos iban a salvar, y cómo descubrí que nuestros dioses son falsos. Ella no lo creyó por un tiempo, pero por fin me ayudó a convencer a mi padre que teníamos que reunir a toda nuestra familia dentro de la casa el día en que iban a atacar. Mis padres pensaban que era loquita, pero por fin me ayudaron a hablar con mis hermanitos, tíos y primos. Después de la visita de los hebreos, tampoco regresé a mi profesión. Quizás más raro que todo, aunque van a destruir todo lo que conozco, siento mucha paz, hasta alegría en mi corazón. Los espías me dijeron que nos salvarían, pero me advirtieron que si saliéramos de la casa después de que la muralla se derrumbara, íbamos a morir. También me advirtió de que si los denuncio con el rey, ya no serán obligados a salvarnos. Pero, jamás los denunciaría- eso sería como traicionar a Dios. Cada vez que echo un vistazo hacia la cuerda roja, sonrío, ansiosa por su llegada.
Entonces, ¿Qué le pasó con Rajab y su familia? ¿Los espías regresaron con los hebreos y la salvaron? ¿Jamás cumplió sus sueños de casarse con un buen hombre y tener su propia familia? No te pierdas las próximas devocionales en que veremos cómo los hebreos cruzaron el río Jordán, la primera pascua en la tierra prometida, y el derrote de Jericó.