El gran pecado del Rey Saúl

Un sacrificio no autorizado y el fin del reinado de Saúl

En el previo estudio, Samuel se despidió como juez y jefe de Israel. Le dio una lección de historia al pueblo y le disciplinó por pedir un rey. Ahora el enfoque cambiará al reinado de Saúl. En este estudio, ante la amenaza de una guerra con los filisteos, Saúl desobedecerá a Dios y Dios le quitará el reinado.

¿Los israelitas dependieron de los filisteos?

Saúl tenía alrededor de 30 años cuando comenzó a reinar en Israel, y el texto nota que reinó por 42 años. Al comenzar la historia, ha reinado por casi dos años; se acostumbró al poder de ser rey, ya no era el chico que se escondió entre el equipaje. Los filisteos habían causado problemas por muchos años; eran mucho más avanzados que los israelitas en cuanto a la arte de la guerra. Los israelitas no sabían cómo trabajar el hierro, y tampoco no tenían herrero. Tampoco los filisteos les enseñaron a los israelitas cómo trabajar con el hierro; el texto dice que tenían miedo de que si los enseñaran, hicieran espadas y lanzas, dándoles una ventaja. Y imagina esto: solo los filisteos sabían afilar las herramientas. Los pobres israelitas tuvieron que pagar a los filisteos para afilar los arados, los azadones, las hachas, y las hoces. Los filisteos les cobraron mucho por el servicio, además de saber que los israelitas estuvieron totalmente dependientes de ellos por eso. Seguramente, no afilaron sus herramientas muy filos; ¿para qué darles armas?

El primer ejército oficial

Recordamos que anteriormente, Saúl reclutó un ejército de 330000 soldados, pero era tan solo para tiempos de guerra. Saúl eligió a 3000 hombres para servir en su ejército. Por primera vez en la historia de Israel, tuvo un ejército organizado y entrenado. Ante la amenaza de un ataque de los filisteos, 2000 de los soldados se quedaron con él en Micmás, donde los filisteos acamparon, y 1000 se quedaron con Jonatán, el primogénito de Saúl. Los demás Saúl envió de regreso a sus casas, un error que muy pronto lamentará.

Jonatán atacó la guarnición de los filisteos y los derrotó, tomándolos por sorpresa con una banda pequeña de sus hombres. Aunque el texto no detalla la razón por su ataque, por el carácter de Jonatán que veremos más adelante, era un hombre recto, con el corazón de Dios. Seguramente Dios lo animó a atacarlos, o lo hizo por alguna razón justa. Comenzamos la historia con la reacción de los filisteos.

Los hebreos se han rebelado

I Samuel 13:3-4: Jonatán atacó la guarnición de los filisteos en Gueba y los derrotó. Cuando los filisteos se enteraron, dijeron: «Los hebreos se han rebelado». Saúl dijo: «Avísenles a los hebreos». Así que Saúl les ordenó que tocaran las trompetas por todo el país. Todos los israelitas oyeron la noticia: «¡Saúl ha matado al líder filisteo, y ahora los filisteos nos odian!»

Había tantos filisteos como la arena de la playa

Esa no era una noticia: los filisteos odiaban a los israelitas desde siempre. ¿Por qué Saúl no le dio el crédito de la victoria a su hijo Jonatán? ¿Quería protegerlo o no aguantó que nadie más recibiera el crédito, incluso su propio hijo? El hecho de que Jonatán derrotó a la guarnición no detuvo la llegada de miles de filisteos al campamento militar en Micmás; siguieron llegando y llegando, llenos de venganza y preparados para luchar. El texto dice que había 6000 jinetes con 3000 carros de combate; los israelitas no tuvieron tantos soldados ni ningún carro de combate.

Los 3000 soldados israelitas vieron que no iban a poder derrotar a los filisteos. Continuamos con la historia, leyendo lo que hicieron.

Corrieron a esconderse donde podían

I Samuel 13: 6-7:

Los israelitas vieron que estaban en problemas y se sintieron sin salida. Corrieron a esconderse donde podían: en cuevas, grietas, túneles, pozos de agua y en zanjas. Algunos hebreos hasta cruzaron el río Jordán hacia la tierra de Gad y Galaad. Saúl todavía estaba en Guilgal con todo su ejército temblando de miedo. 

Espérate siete días y no hagas nada

Samuel le había instruido a Saúl quedarse en Guilgal con su ejército y no hacer nada por siete días. En siete días, Samuel se reuniría con él para ofrecer sacrificios que debían quemarse completamente. Con el sacrificio completado, sólo entonces Israel tendría la victoria asegurada porque tendría a Dios luchando por ellos. Fue una prueba de fe de Saúl. Dios no necesitó ni un ejército de 600 hombres para destruir a los filisteos, pero Saúl sentía la presión de cada minuto escapándose por las manos, y el estrés de un ejército casi inexistente. 

Los primeros días, los hombres vieron a los filisteos acumulándose como la arena en la playa. Comenzaron a temblar con miedo; ya no pensaron en clamar a Dios, ¡hasta su profeta Samuel los abandonó! Pidieron por un rey, y Dios se lo dio, pero sus enemigos todavía los dominaron. No clamaron a Dios por ayuda, sino que corrieron, escondiéndose. Pensaron que todo estaba perdido, no vieron la manera que pudieron ganar contra un ejército tan grande, con espadas y lanzas, y carros de combate. Vivían como nosotros, por la vista y no por la fe en Él para quien nada es imposible. Algunos cruzaron el río Jordán a reunirse con las tribus allá, los que ya no tenían el ojo derecho, pero, como razonaron, todavía estaban vivos. Al acercarse al séptimo día, ni Saúl todavía tenía esperanza de que Samuel llegara.

¿No viene? Yo lo hago

Seguramente Saúl trató de obedecer, defendiendo a Samuel hasta el último; les repitió una y otra vez a sus soldados que tenían que esperar a Samuel. Mientras, los soldados le gritaron hacer algo, que este exjuez ya no iba a hacer nada. Saúl actuó por miedo del enemigo y miedo de una rebelión de sus pocos soldados que se quedaron.

Desesperado, Saúl le ofreció sacrificios y ofrendas al Señor. Esto fue un pecado por desobedecer a Samuel; además, Saúl no era un sacerdote, los únicos autorizados para ofrecer sacrificios.

Inmediatamente después, Samuel llegó. Por el carácter de Samuel, sabemos que llegó exactamente cuándo dijo venir, pero ya era demasiado tarde. Con el pecado y culpabilidad corriendo por la cara, Saúl lo vio llegar en la distancia. Tenía que presentar un muy buen pretexto. Él mismo, y no unos de sus soldados, salió a recibirlo para que ningún de sus 600 hombres pudiera oírlos y la reprenda que vendría. Obviamente disgustado, Samuel le preguntó qué hizo. Rápidamente, Saúl se defendió. Continuamos con la historia, leyendo el pretexto de Saúl y la respuesta de Dios.

Es tu culpa, no viniste

I Samuel 13:11-14: Saúl respondió:

—Vi que los soldados me abandonaban, tú no llegabas y los filisteos se estaban reuniendo en Micmás, así que pensé: “Vendrán los filisteos y me atacarán en Guilgal ¡y ni siquiera le he pedido ayuda al SEÑOR!” Por eso me atreví a ofrecer el sacrificio que debe quemarse completamente.

Samuel respondió:

—¡Eres un tonto! No obedeciste al SEÑOR tu Dios. Si hubieras obedecido su mandato, entonces el SEÑOR habría dejado que tu familia gobernara a Israel por siempre. Pero ahora tu reinado no continuará. El SEÑOR se ha buscado a un hombre con quien él está conforme y lo ha encontrado. El SEÑOR lo nombrará a él como el nuevo líder de su pueblo. Como no obedeciste el mandato del SEÑOR, él nombrará un nuevo líder.

Eres un tonto

Samuel no trató de suavizar sus palabra, diciéndole que era un tonto. Aunque el reinado de Saúl continuará unos 40 años más, desde ese momento, ya no era el rey legítimo. Si hubiera obedecido, El Mesías habría venido de su familia. Samuel se fue después de entregarle este mensaje. Probablemente Saúl intentó convencerle de calmarse y volver con él para que sus soldados se convencieran que todo estaba bien, que hizo bien en realizar el sacrificio. Roto de corazón, Samuel negó hacer semejante cosa y volvió a Ramá, lamentando que el pueblo pidió un rey.

Conmovido por lo que Samuel acaba de decirle, pero resuelto en fingir que no sucedió, salió con su ejército hacia Micmás, donde los filisteos acamparon. Temblando de miedo, Saúl pensaba si todavía contaban con la protección de Dios, pero no se atrevió a decirle nada a los 600 hombres todavía con él. El texto dice que tan solo Saúl y Jonatán tuvieron espadas; los que se quedaron tendrían que pelear con hoces, azadones, y hachas. Los filisteos se dividieron en tres grupos y comenzaron a atacar a los israelitas.

Sin espadas ni lanzas, ¿Cómo se iban a defender? No te pierdas el próximo estudio en el que Jonatán ataca a los filisteos.

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