Samuel ayuda a Saúl ser rey
Samuel ayuda a Saúl ser rey y este peca
Samuel lamentó que Israel rechazara a Dios como su rey, pero obedeció lo que El Señor le instruyó, y estaba a punto de ungir al primer rey, Saúl. Conocemos a Saúl cuando su padre lo envió a encontrar a sus asnos que se habían ido. Llevó a un siervo y los buscaron por un buen tiempo. Cuando Saúl estaba frustrado con buscarlos, esta es la conversación que Saúl y el siervo tuvieron.
Vamos a ver al vidente
I Samuel 9:5-8: Finalmente, cuando llegaron al pueblo de Zuf, Saúl le dijo al siervo:
—Regresemos, pues mi papá empezará a preocuparse por nosotros en vez de por los asnos.
Pero el siervo contestó:
—En el pueblo hay un hombre de Dios a quien la gente respeta. Todo lo que él dice se cumple. Vayamos al pueblo, tal vez ese hombre nos diga a dónde ir.
Saúl le dijo a su siervo:
—Podemos ir, ¿pero qué le daríamos a ese hombre? No tenemos ningún regalo para darle, ni comida en nuestras bolsas. ¿Qué le daríamos?
El siervo le respondió:
—Mira, aquí tengo algo de dinero. Si se lo damos al hombre, nos dirá a dónde ir.
No tengo dinero ni nada que dar
No parece que ni de los dos supieran el nombre de Samuel ni lo importante que fuera. Se fueron a buscarlo con la esperanza de que ese vidente sabría algo tan insignificante como el paradero de unos asnos. Saúl y el siervo se encontraron con unas jóvenes que iban a sacar agua. Les preguntaron por «el vidente». Las jóvenes les indicaron que si, efectivamente, llegó hoy mismo para celebrar un sacrificio en el lugar de adoración. Saúl y el siervo subieron la colina cuando vieron a Samuel. Continuamos con la historia, leyendo lo que Dios le había dicho a Samuel el día anterior sobre su encuentro con Saúl.
Mañana conocerás al futuro rey
I Samuel 9:16: «Mañana a esta hora, te enviaré un hombre de la tribu de Benjamín. Deberás ungirlo y nombrarlo el nuevo líder sobre mi pueblo. Él salvará a Israel de los filisteos. He visto a mi pueblo y he escuchado su llanto».
Ungirlo y nombrarlo el nuevo líder
Cuando Samuel vio a Saúl, Dios le confirmó que ese fue el hombre que iba a ser el rey de Israel, y, por cierto, iba a liberar a Israel de los opresivos filisteos. Sin saber quién era Samuel, Saúl se le acercó. Continuamos con la historia, leyendo la conversación que tuvieron.
Yo soy el vidente
I Samuel 9:18-20: Saúl se acercó, para pedir información, a un hombre que estaba cerca de la puerta. Ese hombre era Samuel. Saúl le dijo:
—Disculpe, ¿podría decirme dónde está la casa del vidente?
Samuel respondió:
—Yo soy el vidente. Sigan hacia el lugar de adoración y enseguida los alcanzo. Tú y tu siervo comerán conmigo y en la mañana los dejaré regresar a su casa. Contestaré todas sus preguntas. Y no se preocupen por los asnos que se extraviaron hace tres días. Los han encontrado, pero todo Israel está buscando algo ¡y es a ti y a tu familia!
Déjame contestarte antes de preguntármelo
Saúl buscó a Samuel para averiguar el paradero de los asnos, pero antes de preguntarle, Samuel le contestó. Llevó a Saúl y su siervo al comedor, donde ya estaban otros 30 invitados. Samuel les dio a Saúl y a su siervo el lugar de honor en la mesa; en ese entonces, el lugar de honor siempre era al lado del anfitrión. Continuamos, leyendo lo que Samuel le dijo a Saúl en el banquete, lo cual debe indicarle a Saúl que Samuel ya sabía que iba a encontrarse con él y que Dios tenía algo en mente para él.
El invitado de honor
I Samuel 9:24: El cocinero sacó un pernil y el gordo de la cola y los puso en la mesa, frente a Saúl. Samuel dijo:
—Come la carne que se te ha servido. Fue separada para ti para este momento en el que convoqué al pueblo.
Así fue como Saúl comió con Samuel ese día.
Fue separada para ti para este momento
Samuel le dio la mejor parte de la carne, el pernil y el gordo de la cola, las partes reservadas para el invitado de honor. Ya estaba anocheciendo y el texto dice que Samuel mismo le preparó una cama en la azotea; aunque era el jefe y juez de Israel, el vidente, como le decían, no se creía tan importante que no le haría una cama para su invitado. Samuel tenía una razón para envidiar a Saúl: con la llegada de un rey, el papel de juez ya no sería necesario, pero Samuel no lo resintió. Al amanecer, Samuel llamó a Saúl que se levantara para partir. Saúl se levantó, despertó a su siervo, y se fueron de la casa con Samuel. Samuel obedeció a Dios, ungiendo al primer rey de Israel. Continuamos con las bellas palabras de Samuel para Saúl al ungirlo.
El SEÑOR te ha elegido para ser jefe de su pueblo
I Samuel 10:1: Samuel tomó un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Luego lo besó y le dijo:
—El SEÑOR te ha elegido para ser jefe de su pueblo. Tú serás el líder del pueblo de Dios y lo salvarás de los enemigos que están a su alrededor…
Espérame siete días
Luego, Samuel le informó sobre acontecimientos que sucederán inmediatamente después, señales para que Saúl supiera que ese vidente hablara la verdad. Le dijo que después de pasar por varios lugares, saludar a unas personas y recibir una ofrenda de pan, lo más importante le acontecerá: el espíritu del Señor vendrá sobre él y le santificará, o sea, lo cambiará por complemente, dejándole la persona que Dios quería que fuera. Samuel le instruyó ir hacia Guilgal y esperarlo allí por siete días. Entonces, Samuel vendrá, y juntos presentarán sacrificios al Señor que deben quemarse completamente. ¿Por qué pedirle esperarlo por siete días? El texto no dice por qué le instruyó esperar siete días, pero creo que fue una prueba. Saúl obedeció y Dios se apoderó de él, exactamente como Samuel le dijo.
Porque lo pidieron, aquí está su rey
Samuel reunió a todo Israel en Mizpa, el lugar de reunión. Les recordó que ellos querían un rey, y aun después de advertirles cómo serían sus vidas con un rey, insistieron. Samuel hizo que cada tribu se presentara para elegir de qué tribu vendría su rey. Claro, Samuel ya sabía exactamente quien Dios escogió, pero en vez de simplemente llamar a Saúl venir ante todos, quería que supieran que era Dios y no él quien lo escogió. Dios le indicó a Samuel la tribu de Benjamin, y de esa tribu, la familia de Matri, y de esa familia, eligió a Saúl. Pero Saúl no estaba entre la muchedumbre. Imaginamos que mortificado y avergonzado, Samuel le preguntó a Dios dónde estaba Saúl. El Señor le respondió que Saul estaba escondiéndose entre el equipaje, y lo sacaron de allí. Sin duda, Samuel sentía vergüenza ajena al nuevo rey de Israel.
Samuel se despide ante el pueblo
Poco después de nombrar a Saul como rey, Samuel se despidió al pueblo. Todos estuvieron reunidos por la coronación de Saúl. Recordamos que los hijos de Samuel eran corruptos; Samuel quería distinguirse de sus hijos. Continuamos la historia leyendo las preguntas retóricas que Samuel le hizo a Israel para recordarle que él no los engañó ni los robó.
Si he hecho algo malo, acúsenme ante el SEÑOR
I Samuel 12:1-4: Samuel le habló a todo Israel:
—He hecho todo lo que querían que hiciera. Les he nombrado un rey que los guíe. Ya estoy viejo y lleno de canas, pero mis hijos están aquí con ustedes. He sido su líder desde joven, aquí me tienen. Si he hecho algo malo, acúsenme ante el SEÑOR y ante su rey elegido. ¿Le robé a alguien su buey o su asno? ¿Le he hecho daño a alguien? ¿Alguna vez tomé dinero o un par de zapatos para hacer algo malo? Si he hecho alguna de esas cosas, la corregiré.
Los israelitas contestaron:
—¡No! Nunca nos hiciste nada malo; no nos engañaste ni nos robaste
Nunca nos hiciste nada malo
Esta reprenda es para Israel tanto como para sus hijos que Samuel nombró jueces; eran más como Ofni y Finés que como él. Samuel sabía perfectamente bien que nunca había hecho nada malo, pero por si acaso alguien opinó que sí, les dio la oportunidad de acusarlo. Continuamos la historia, leyendo la advertencia de Samuel.
Son una bola de mimadas
I Samuel 12:12-15: Sin embargo, cuando vieron que Najás, rey de los amonitas, iba a atacarlos, dijeron: “¡Queremos un rey que nos gobierne!”, a pesar de que el SEÑOR su Dios ya era su rey. Ahora aquí tienen al rey que ustedes eligieron, el SEÑOR lo puso sobre ustedes. Deben temer y respetar al SEÑOR, servirle y no desobedecer los mandamientos del SEÑOR. No se vuelvan contra él. Ustedes y el rey que los gobierne obedezcan al SEÑOR su Dios para que él los rescate. Si no obedecen al SEÑOR, les irá mal. Si rechazan lo que el SEÑOR manda, él SEÑOR se volverá contra ustedes. ¡Con mano dura los destruirá a ustedes y a su rey!
Si no obedecen al SEÑOR, les irá mal
Con estos detalles, hasta podemos imaginar a Samuel imitando las quejas y exigencias del pueblo por un rey por su miedo por Najás. Aun con pecar y pedir un rey, Dios les prometió protegerlos si siguieran obedeciéndole y reconociéndole como su verdadero Rey. Samuel les dio la clave para continuar con Su protección: que ellos y el rey tuvieran que obedecer a Dios, pero si no, Dios los destruyera. Parece que Israel no entendía lo mal que era pedir un rey; nunca iba a tener mejor rey que Él. Dios los disciplinó por pedírselo de manera que entendiera lo insensato que fuera. Continuamos, leyendo la ira de Dios por ser reemplazado como rey.
Le pediré al SEÑOR que envíe truenos y lluvia
I Samuel 12:17-19: Ahora es el momento de cosechar el trigo. Le pediré al SEÑOR que envíe truenos y lluvia. Entonces sabrán que hicieron mal contra el SEÑOR al pedir un rey.
El mismo día que Samuel oró al SEÑOR, el SEÑOR envió truenos y lluvia, y el pueblo tuvo gran temor del SEÑOR y de Samuel. Todos le decían a Samuel:
—Pide al SEÑOR tu Dios por nosotros tus siervos. ¡No nos dejes morir! Hemos pecado mucho y ahora hemos pecado aun más al pedir un rey.
Truenos, lluvia, pecado y temor
Cuando Samuel anunció que era el momento de cosechar el trigo, se refirió a la estación del año, una estación seca. Para mostrar la desaprobación de haber pedido un rey, les dijo que iba a pedirle al Señor enviar truenos y lluvia, una señal divina durante la estación seca con la posibilidad de destruir toda la cosecha. Samuel oró, y Dios envió truenos y lluvia; es impresionante cómo Dios siempre escuchaba y contestaba a Samuel. A pesar de la advertencia que iba a hacer esto, la gente se asustó, lo cual nos indica que no fueran truenos y lluvia normales, sino unos fuertes, pegándoles con su ruido y fuerza. Israel no aprendió; pidieron un rey, Dios los disciplinó, y en vez de realmente arrepentirse, le pidió a Samuel intervenir a Dios por ellos, rogándole que no los matara. Samuel les aseguró que Dios no fuera a matarlos. Samuel continuó, dándoles sus últimas instrucciones antes de dejarlos en las manos de Saúl.
¡Los ídolos son sólo estatuas que no los pueden ayudar en nada!
I Samuel 12: 21-25: ¡Los ídolos son sólo estatuas que no los pueden ayudar en nada! No los adoren, ellos no los pueden ayudar ni salvar. ¡No son nada! Sin embargo, el SEÑOR no abandonará a su pueblo. Al SEÑOR le agradó hacerlos su pueblo. Así que, por amor a su nombre, no los abandonará. Y en cuanto a mí, nunca dejaré de orar por ustedes, porque si dejara de hacerlo, entonces pecaría contra el SEÑOR. Seguiré enseñándoles el camino recto para vivir de la manera que él manda. Pero respeten al SEÑOR y sírvanle de todo corazón. ¡Recuerden todo lo maravilloso que hizo por ustedes! Si siguen tercos en hacer el mal, Dios los echará a ustedes y a su rey, como se echa el polvo al barrer.
No sigan tercos en hacer el mal
Samuel dijo claramente que los ídolos no pueden ayudar a nadie, que son estatuas de piedra, madera, y metal. Les recordó que Dios los ama y no los abandonará, pero si ellos lo abandonaran, los disciplinaría severamente. Samuel no va a desaparecer de la historia, sino su papel cambiará; ya no será el jefe de Israel, pero seguirá siendo el mensajero de Dios y un ejemplo de hombre recto.
El gran pecado del Rey Saúl
Samuel acaba de despedirse como juez y jefe de Israel y ungió a Saúl el primer rey de Israel. Ante la amenaza de una guerra con los filisteos, Saúl eligió a 3000 hombres para servir en su ejército. Pero los 3000 soldados israelitas vieron que no iban a poder derrotar a los filisteos y corrieron a esconderse dónde podían.
Espérate siete días y no hagas nada
Samuel le había instruido a Saúl quedarse en Guilgal con su ejército y no hacer nada por siete días. En siete días, Samuel se reuniría con él para ofrecer sacrificios que debían quemarse completamente. Con el sacrificio completado, sólo entonces Israel tendría la victoria asegurada. Fue una prueba de fe para Saúl; sentía la presión de cada minuto escapándose, y un ejército casi inexistente. El texto dice que los primeros días, los hombres vieron a los filisteos acumulándose como la arena en la playa. Temblaban con miedo; no pensaron en clamar a Dios, ¡hasta su profeta Samuel los abandonó! Al acercarse el séptimo día, ni Saúl tenía esperanza de que Samuel llegara.
Seguramente Saúl trató de obedecer, defendiendo a Samuel hasta el último; les repitió una y otra vez a sus soldados que tenían que esperar a Samuel. Mientras, los soldados le gritaron que hiciera algo, que ese exjuez ya no iba a hacer nada. Desesperado, Saúl le ofreció sacrificios y ofrendas al Señor. Esto fue un pecado; Saúl no era un sacerdote, los únicos autorizados para ofrecer sacrificios. Inmediatamente después, Samuel llegó. Por el carácter de Samuel, sabemos que llegó exactamente a tiempo, pero ya era demasiado tarde. Con una cara de culpable, Saúl lo vio llegar en la distancia. Él mismo, y no unos de sus soldados, salió a recibirlo para que ningún de sus 600 hombres pudiera oírlos y la reprenda que vendría. Obviamente disgustado, Samuel le preguntó qué hizo. Rápidamente, Saúl se defendió. Continuamos, leyendo el pretexto de Saúl y la respuesta de Dios.
Es tu culpa, no viniste
I Samuel 13:11-14: Saúl respondió:
—Vi que los soldados me abandonaban, tú no llegabas y los filisteos se estaban reuniendo en Micmás, así que pensé: “Vendrán los filisteos y me atacarán en Guilgal ¡y ni siquiera le he pedido ayuda al SEÑOR!” Por eso me atreví a ofrecer el sacrificio que debe quemarse completamente.
Samuel respondió:
—¡Eres un tonto! No obedeciste al SEÑOR tu Dios. Si hubieras obedecido su mandato, entonces el SEÑOR habría dejado que tu familia gobernara a Israel por siempre. Pero ahora tu reinado no continuará. El SEÑOR se ha buscado a un hombre con quien él está conforme y lo ha encontrado. El SEÑOR lo nombrará a él como el nuevo líder de su pueblo. Como no obedeciste el mandato del SEÑOR, él nombrará un nuevo líder.
Eres un tonto
Samuel no procuró suavizar sus palabras; se fue después de entregarle este mensaje. Probablemente Saúl intentó convencerle de calmarse y volver con él para que sus soldados se convencieran que todo estuviera bien, que hizo bien en realizar el sacrificio. Con el corazón roto, Samuel negó hacer semejante cosa y volvió a Ramá, lamentando que el pueblo pidiera un rey. ¿Qué sucederá con el reinado de Saúl? Sigue leyendo los próximos estudios para averiguar.