Jonatán, lleno de fe, ataca a los filisteos

La fe de Jonatán en Dios crece mientras pierda la fe en su padre, Saúl

En el previo estudio, Samuel le instruyó a Saúl esperar siete días, y juntos, ofrecerían sacrificios al Señor. Bajo la presión de un ataque inminente de los filisteos, Saúl no le esperó y desobedeció, ofreciendo los sacrificios, aunque no era sacerdote. Por su falta de fe, Dios lo castigó, quitándole el reinado. Samuel le comunicó que ya no era el escogido de Dios. En una nube de dudas, Saúl regresó con su ejército pequeño de 600 soldados. En este estudio, Jonatán, lleno de fe en Dios, atacará a los filisteos, Dios confundirá a los filisteos, y los israelitas regresarán para luchar contra los filisteos.

El rey hace pucheros

Al comenzar la historia, el texto dice que Saúl estaba sentado debajo de un árbol de granadas, a las afueras de Guibeá; no hizo planes para atacar a los filisteos ni animó a sus pocos soldados. Seguramente su mente giraba con las palabras de Samuel. ¿De veras ya no era el escogido tan sólo por ofrecer el sacrificio? No lo pudo creer. ¿Dios todavía estaba con ellos? Saúl vio a los 600 hombres leales todavía con él, imaginando un sepulcro para cada uno, pensando que ese día iba a ser su último. Como Samuel le comunicó el castigo de Dios y ya no quiso ser parte de su reinado falso, Saúl empleó los servicios del sacerdote Ahías. Ahías era nieto del sumo sacerdote Elí, y sobrino de Finés, el sacerdote corrupto. Ahora Ahías llevaba el efod. El texto no indica si Ahías le preguntó a Saúl su motivo por requerir sus servicios en vez de Samuel, o si Ahías también era corrupto como Finés.

Mientras su padre contemplaba si todavía tenía el favor de Dios, sentado bajo la protección y sombra de un árbol, Jonatán le comentó a su escudero que fueran al campo filisteo al otro lado del valle. Sabiendo que su padre no aprobaría, Jonatán no le contó nada de sus planes; él y su escudero fueron silenciosamente, sin comentar nada a nadie. Comenzamos la historia leyendo la conversación entre Jonatán y su escudero.

Nada puede detener al SEÑOR

I Samuel 14:6-10: Entonces Jonatán le dijo a su escudero:

—Vamos al campamento de esos paganos. Tal vez el SEÑOR nos permita derrotarlos. Nada puede detener al SEÑOR. No importa si tenemos muchos soldados o sólo unos pocos.

El escudero de Jonatán le dijo:

—Haga lo que considere mejor, que yo lo apoyo.

Jonatán dijo:

—¡Vamos! Crucemos y vayamos hasta donde están los guardias filisteos y dejemos que nos vean. 9 Si nos dicen que nos detengamos hasta que ellos vengan, nos quedaremos donde estamos, no avanzaremos más. Pero si dicen que avancemos, lo haremos. Esa será la señal de que el SEÑOR hará que los derrotemos. 

Una señal, por favor

Esta fue la segunda vez en poco tiempo que Jonatán fue al campo de los filisteos, acompañado de muy pocos, y los atacó. Los filisteos tenían muchos más soldados y armas, pero parece que a Jonatán no le importó. Admiramos al ayudante de Jonatán, que no le contó nada a nadie sobre su misión, tampoco no intentó disuadirle. Jonatán no dijo que esta era una misión suicida, sino que tal vez el Señor permitiría que los derrotaran, que Dios podría usar a los dos como si fueran millones de soldados. Con una declaración de fe más profunda y clara que su padre jamás hizo, dijo que nada impide al Señor, ni su falta de soldados y armas, ni su estrategia. La fe de Jonatán descansó en el Señor, no en sí mismo. Lo único que necesitaba era fe en el único Dios del universo y hacer Su voluntad.

Jonatán sabía que destruir a estos paganos era la voluntad de Dios. Pero, con tanta fe, parece que Jonatán puso a Dios a prueba, pidiéndole una señal que lo que iban a hacer era Su voluntad. Si los filisteos les dijeran que se detuvieran, abandonarían el plan, pero si les dijeran que avanecieran, vendrían y los derrotarían. Jonatán y su escudero hicieron precisamente esto, dejaron que los filisteos los vieran. Continuamos con la historia, leyendo la respuesta de Dios para una señal.

Acérquense para darles una buena lección

I Samuel 14:11-12: Así que Jonatán y su ayudante dejaron que los filisteos los vieran. Los guardias dijeron: “¡Miren! ¡Los hebreos están saliendo de su escondite!” Y les gritaban: “¡Acérquense para darles una buena lección!”

Jonatán le dijo a su ayudante: «¡Sígueme, que el SEÑOR nos dejará derrotarlos!» 

Sígueme, que el SEÑOR nos dejará derrotarlos

Con el corazón latiendo fuertemente, Jonatán y su escudero se pusieron de pie, hablando en voz alta para atraer la atención. Curiosos, los filisteos se juntaron al borde de las rocas, mirando abajo. Para su asombro, vieron a tan solo dos israelitas. Pensando que los israelitas comenzaron a salir de sus escondites, los filisteos estaban hambrientos luchar. Se burlaron de los dos, seguros que los matarían sin problemas, y luego saldrían para buscar a los cobardes que se escondieron de ellos. Jonatán y su escudero comenzaron a subir hasta ellos, un subido difícil lleno con rocas afiladas. Llegaron jadeando, y pusieron su fe de una victoria totalmente en las manos de Dios.

El texto no dice cuántos filisteos había, pero entre Jonatán y su ayudante, mataron a 20 filisteos. El texto dice que Jonatán comenzó la pelea y el escudero los remataba. Queríamos leer que Jonatán y su padre fueran a combatir, pero Saúl faltó la fe y Jonatán ya no tenía fe en su padre.

Al pelear con los dos israelitas, Dios hizo que la tierra empezara a temblar. Los filisteos habían escuchado de sus padres luchando contra los israelitas cuando su Dios envió truenos y relámpagos. Los filisteos en el campamento y el fortín se atemorizaron. Se sentían los temblores en Guibeá donde estaba Saúl. Los israelitas vieron a los filisteos corriendo por todos lados, llenos de pavor y confundidos. Por alguna razón desconocida, Saúl sospechó que algún israelita comenzó la pelea sin su autorización. Le instruyó a su comandante pasar la lista para ver quién faltó; así averiguaron que Jonatán y su escudero eran los únicos de los 600 que no estaban presentes. Aunque el texto no dice, me imagino que Saúl estuviera lívido que su propio hijo salió para quien sabe dónde sin pedirle su permiso.

Como mencionamos anteriormente, Saúl estaba usando a Ahías como sacerdote. Ahías llevaba el efod. Continuamos con la historia, leyendo el intento fracasado de Saúl de buscar a Dios.

Dios aumentó el ruido y la confusión

I Samuel 14:19: Pero mientras Saúl le hablaba esperando una respuesta del Señor, aumentaron el ruido y la confusión en el campamento. Al final, Saúl le dijo a Ahías: «¡Ya basta, quita la mano del efod! Ya no hay tiempo para consultar al Señor».

Ya no hay tiempo para consultar al Señor

El efod era una prenda que llevaba piedras preciosas que tan solo los sacerdotes llevaban. Era usado para comunicarse con Dios y escuchar de Él, aunque no sabemos a ciencia cierta cómo funcionaba. El texto dice que el ruido y la confusión crecía; en ese preciso momento, el rey debiera seguir tratando de escuchar de Dios. Pero en vez de esto, Saúl reveló el verdadero estado de su corazón, diciendo que ya no hay tiempo para consultar al Señor. Saúl se reunió con el ejército y comenzaron a luchar, él y Jonatán con sus espadas y los demás con lo que pudieran. Continuamos con la historia, leyendo cómo Dios salvó a los israelitas ese día, a pesar de que Saúl ya no fuera Su escogido.

Los filisteos se mataron y los traidores salieron

I Samuel 14:20-22:... Los filisteos estaban tan confundidos que peleaban entre sí a espada. Los hebreos que antes se habían unido a los filisteos ahora se unían a los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán. Los israelitas que se escondían en la sierra de Efraín oyeron que los filisteos estaban huyendo, así que ellos también se unieron a la batalla y empezaron a perseguir a los filisteos. 

Una victoria para El Señor

Como los israelitas no tenían espadas, Dios usó las espadas de los filisteos para matarse. Imagina la reacción de los demás israelitas al ver que los filisteos peleando entre sí, matándose. Reconociendo que tan solo Dios podría causar tanto ruido y confusión, los que huían regresaron a luchar y perseguir a los filisteos. Quizás más asombroso, había israelitas (el texto refiere a ellos como ‘hebreos’, su identidad de esclavo) que eran traidores, que luchaban al lado de los filisteos, pero al ver que los filisteos se mataron, regresaron a luchar con los israelitas. Es posible que no eran traidores, sino esclavos de los filisteos, forzados a luchar contra su propio pueblo. El texto dice que al reunirse todos los soldados, Saúl tenía alrededor de 10000 hombres. Era el rey, pero siguió la fe e iniciativa de su hijo sin saberlo.

Al concluir esta historia, tenemos que preguntarnos, si Dios ya no estaba con Saúl, ¿porque los salvó ese día? Pienso que por la fe de su hijo Jonatán, no por la falta de fe del rey, Dios los salvó. En el próximo estudio, leemos los resultados de un juramento tonto que Saúl hizo.

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