El último juez Samuel
Llamado desde joven para el servicio de Dios
En este estudio, repasamos unos momentos en la vida del último juez y profeta, Samuel. Veremos su llamada a servicio, cómo ayudó a los israelitas dejar de adorar a dioses falsos, cómo le pidió a Dios protección contra los filisteos, y cuando Israel le pidió un rey.
Dios llamó a Samuel
Cuando Samuel tenía alrededor de tres años, su madre, Ana, lo entregó a Elí para ayudar en el templo, como ella le había prometido a Dios. Cada año, lo visitaba, trayéndole una vestimenta nueva. Samuel era especial, separado para Su servicio desde su nacimiento. Era obediente y fiel a Dios.
Una noche, en el santuario donde Samuel vivía con Elí, Dios le llamó para darle una noticia importante. Aconteció que El Señor le llamó tres veces, pero como Samuel todavía no conocía la voz de Dios, pensaba que era Elí quien lo había llamado. Tres veces fue a la cama del sumo sacerdote para preguntarle qué necesitaba. Después de mandarlo de vuelta a su cama tres veces, Elí comprendió que fuera el Señor quién le estaba llamando. La tercera vez que Samuel vino a su cama pensando que le había llamado, Elí sabiamente le instruyó a regresar a su cama y si volviera a escuchar la misma llamada, contestar así: “Habla, SEÑOR, tu siervo escucha.”
El Señor vino otra vez. Le comunicó a Samuel que muy pronto, iba a castigar a Elí y sus hijos. Después de escuchar este mensaje, el texto dice que Samuel se quedó en la cama hasta amanecer. Samuel todavía era un niño, ahora un niño con una carga, sabiendo lo que Dios iba a hacer con Elí y con sus descendientes. Samuel actuaba como la boca de Dios, lo cual era un privilegio muy grande, pero a la vez, una posición poco popular. Samuel no quería decirle a Elí lo que El Señor le había dicho, pero lo amenazó de que si no se lo contara, Dios lo castigaría; así que se lo contó, pero el sumo sacerdote no hizo nada para corregir a sus hijos.
Samuel crecía, y era evidente que Dios estaba con él. El texto dice que Dios no permitió que ninguno de los mensajes de Samuel fuera encontrado falso. Poco a poco, todo Israel aceptó a Samuel como un profeta, algo que no había tenido por unos 400 años, desde el tiempo de Moisés. Samuel tenía un papel único: el último juez y el primer profeta antes de la época de los reyes.
Los israelitas abandonan a Astarté y Baal
Pasaron 20 años desde que los filisteos devolvieron el cofre del pacto con Dios; en todos estos años, los israelitas vivían cómo vivían en el tiempo de los jueces, todos haciendo lo que mejor les parecía. Pero ante una nueva amenaza de ataque por los filisteos, los israelitas se dieron cuenta de su necesidad de volver a Dios. Lloraron, clamando al Señor. A lo mejor, no pidieran ayuda tanto por su estado espiritual, sino por sus cosechas, por seguridad, por protección contra sus muchos enemigos en Canaán. La ironía era que los israelitas querían la ayuda de Dios contra un pueblo que ellos mismos imitaron. Samuel vio que el pueblo quería regresar a Dios, o por lo menos, quería Su ayuda y protección de su enemigo principal, los filisteos. Continuamos con las sabias palabras de Samuel.
Si en realidad quieren volverse al SEÑOR de todo corazón
I Samuel 7:3-4: Samuel les dijo: «Si en realidad quieren volverse al SEÑOR de todo corazón, entonces desháganse de sus dioses extranjeros y de los ídolos de Astarté. Dedíquense completamente al SEÑOR. ¡Sólo a él deben servirle! Entonces él los salvará de los filisteos».
Así que los israelitas se deshicieron de sus estatuas de Baal y Astarté y sirvieron sólo al SEÑOR.
Se deshicieron de sus estatuas de Baal y Astarté
Samuel les dijo que, si esta vez realmente querían volverse a Dios, había tan solo dos cosas que tendrían que hacer: dejar de adorar a los dioses extranjeros y comenzar a servir tan solo a Dios, dedicándose completamente a Él. Si hicieran esto, Dios los salvaría de los filisteos, una promesa que cumplirá en breve. Después de adorar a Baal y Astarté por más de 20 años, por las palabras de Samuel, los abandonaron y se dedicaron a Dios. El texto no dice, pero por lo que acontecerá en breve, creo que su motivo no fue tanto que lamentaron su abandono de Dios, sino que tenían mucho miedo de los poderosos filisteos.
El texto no dice si Samuel creyera que esta vez los israelitas hablaran en serio y realmente quisieran abandonar a los dioses falsos para dedicarse únicamente a Dios, pero actuó como si los creyera. Les instruyó reunirse en Mizpa, ubicado alrededor de 12 kilómetros al norte de Jerusalén, para que él le rogara a Dios por ellos. El texto dice que una vez allí, consiguieron agua y lo derramaron ante el Señor. Quizás esto no nos pareciera un sacrificio, pero tenemos que recordar que vivían en el desierto, que muchas veces tenían problemas en encontrar agua, y que era un recurso sumamente valioso. El texto dice que comenzaron un ayuno ese día; no comieron nada ni tomaron agua. Hicieron algo muy importante: confesaron sus pecados a Samuel. Los filisteos descubrieron que los israelitas se reunieran en Mizpa, y vieron su oportunidad para aniquilarlos de una vez por todas. Pero en vez de volver a Baal y Astarté, o correr como hormigas, esto es lo que le pidieron a Samuel.
¡Pídele que nos salve de los filisteos!
I Samuel 7:8-9: y dijeron a Samuel: «¡No dejes de rogar al SEÑOR por nosotros! ¡Pídele que nos salve de los filisteos!» Entonces Samuel tomó un corderito y lo ofreció como sacrificio que debe quemarse completamente al SEÑOR. Luego rogó al SEÑOR en favor de Israel y el SEÑOR contestó su ruego.
El SEÑOR contestó su ruego
El texto no indica si fuera el mismo día que volvieran a Dios, pero si así fuera, estaban débiles, sin comer nada en todo el día, ni tomar agua como parte de su ayuno. Acaba de volver a Dios y Él se mostró completamente fiel. En vez de prepararse para una batalla, los israelitas hicieron lo correcto; no iban a ganar esta batalla por la fuerza. Le pidieron a Samuel que él le rogara a Dios continuamente por ellos. Antes de rogar a Dios por su pueblo, tomó un corderito inocente y lo sacrificó, quemándolo completamente, mostrando a Dios que confiaban en Él y no en Baal, Astarté, ni a ellos mismos. Continuamos con la historia, leyendo lo que aconteció mientras Samuel ofreció el corderito al Señor.
Mientras tanto
I Samuel 7:10: Mientras Samuel estaba ofreciendo el sacrificio que debe quemarse completamente, los filisteos empezaron a atacar a Israel, pero el SEÑOR envió fuertes truenos contra los filisteos, confundiéndolos a todos y causándoles gran temor. Entonces los israelitas derrotaron a los filisteos.
Envió fuertes truenos, confundiéndolos a todos y causándoles gran temor
Mientras Samuel estaba ofreciendo el sacrificio, Dios le contestó, enviándoles fuertes truenos, que los confundieron y causaron mucho temor. Pero los israelitas tuvieron que hacer su parte. Algunos sin espadas, otros sin escudo, pero todos con la protección de Dios, los israelitas salieron de Mizpa, persiguiendo a los filisteos. El texto dice que los israelitas los mataron por el camino, y recobraron varias ciudades que los filisteos habían tomado. Después de la batalla, Samuel puso una piedra entre Mizpa y una ciudad llamada Sen, y la llamó «La piedra de la ayuda», reconociendo la ayuda que Dios les dio ese día, un paso muy importante para mantener la fe de Israel. Samuel fue el juez de Israel por muchos años, hasta ungir a Saúl como el primer rey. Como sus padres Elcaná y Ana, su casa estaba en Ramá, y juzgaba desde allí. Viajaba entre las ciudades de Israel para juzgar todos los casos que la gente le traía, y siempre predicaba los mensajes que Dios le dio.
Israel pide un rey, y Samuel trata de disuadir al pueblo
Había muchos años de paz en Israel con Samuel como su jefe y juez. Pero Samuel envejeció, y nombró a sus hijos, Joel y Abías, jueces de Israel. Como el papel de juez siempre era una llamada directa de Dios, Samuel no debiera nombrarlos. Sus hijos no eran como Samuel, más bien, parecían a Ofni y Finés, aceptando sobornos, y entrando en negocios sucios en vez de juzgar los casos de una forma intachable y recta. El texto dice que pervertían la justicia, y por lo tanto, la gente ya no llevaban sus casos a ellos. Por lo tanto, los ancianos líderes de Israel fueron a Ramá para hablar con Samuel, pidiéndole un rey para ser como todas las demás naciones.
El texto no dice si Samuel supiera que sus hijos eran corruptos y no hizo nada; como Dios no castigó a Samuel por no disciplinar a sus hijos, probablemente no supiera cómo sus hijos se comportaban hasta que los ancianos líderes le pidieron un rey. No tuvieron ninguna queja en contra de Samuel aparte de que fuera viejo. El texto no dice si después Samuel los enfrentara y los corrigiera; por lo que sabemos de Samuel, es probable que procurara hacer las dos cosas. Leemos la oración de Samuel al escuchar el pedido de los ancianos líderes de Israel por un rey.
¡No me quieren como rey!
I Samuel 8:6-9: A Samuel no le gustó nada que el pueblo pidiera un rey, por lo cual oró al SEÑOR. El SEÑOR le dijo: «Haz lo que el pueblo te pide. ¡No te están rechazando a ti, sino a mí! ¡No me quieren como rey! Están haciendo lo mismo de siempre. Los saqué de Egipto, pero ellos me abandonaron y sirvieron a otros dioses y ahora están haciendo lo mismo contigo. Así que escúchalos, pero ¡adviérteles lo que les hará un rey! Diles cómo gobierna un rey a su pueblo».
¡adviérteles lo que les hará un rey!
Continuamos con la historia, leyendo la advertencia de Samuel, describiendo lo que un rey les haría.
Quitará, forzará, se adueñará, tomará, se apoderará
I Samuel 8:11-18: —Esto es lo que hará el rey que los gobierne: les quitará a sus hijos y los forzará a servirle como soldados para que se hagan cargo de los carros militares y de la caballería. Se convertirán en sus guardias para abrirle paso al carro real… A algunos los forzará a sembrar y a cosechar, y a fabricar armas de guerra y accesorios para sus carros. También les quitará a sus hijas... Se adueñará de sus mejores campos, viñedos y olivares. Les quitará todo esto y se lo dará a sus oficiales. Tomará la décima parte de sus granos y uvas y se la dará a sus oficiales y a siervos… Se apoderará de su mejor ganado y de sus asnos para que trabajen para él. También tomará la décima parte de sus rebaños. Y ustedes mismos se convertirán en sus esclavos. Cuando llegue ese tiempo, llorarán a causa del rey que han elegido, y entonces el SEÑOR no les contestará.
¿No les importa convertirse en sus esclavos?
Mientras Samuel describe la vida bajo un rey, parece como la vida en Egipto, todos trabajando tan solo por techo y comida, mientras el faraón, su familia y socios vivían de lujo. La advertencia de Dios, hablado por Samuel, no detuvo el deseo de Israel de un rey, de ser como todas las demás naciones. Pero la verdad es que nunca fue el plan de Dios que Israel fuera como las demás naciones, sino un pueblo separado, un pueblo sagrado, escogido, que dará luz al Mesías quien proveerá salvación por el mundo. El pueblo no escuchó a Samuel e insistió en un rey. Muy triste, Samuel habló con Dios y Él le instruyó darles un rey. En el próximo estudio, veremos a Samuel con el nuevo rey, Saúl.