Israel pide un rey
Samuel trata de disuadir al pueblo, pero no le hace caso
En el estudio anterior, vimos a Israel renunciar a la adoración de Baal y Astarté y aferrarse a Dios. Todo Israel ayunó y confesó sus pecados contra Dios. Mientras tanto, los filisteos los atacaron, pero Samuel intercedió por ellos, rogando a Dios por Su protección. Dios envió truenos que asustó y confundió a los filisteos, y los israelitas los derrotaron.
Han pasado muchos años: había años de paz en Israel con Samuel como su jefe y juez. Pero Samuel envejeció, y nombró a sus hijos, Joel y Abías, jueces de Israel. Como el papel de juez siempre era una llamada directa de Dios, Samuel no debió nombrarlos. Sus hijos no eran como Samuel, más bien, parecían y Ofni y Finés, aceptando sobornos, y entrando en negocios sucios en vez de juzgar los casos de una forma intachable y recta. El texto dice que pervertían la justicia, y por lo tanto, la gente ya no llevaban sus casos a ellos; no confiaban en los hijos como en Samuel. En el estudio de hoy, por la mala influencia de sus hijos, los ancianos líderes de Israel van a Ramá para hablar con Samuel, pidiéndole un rey para ser como todas las demás naciones.
Los hijos no son como su padre
No sabemos por qué Joel y Abías eran corruptos. Samuel dedicaba su vida al servicio de Dios, una profesión apta para pocos. Samuel no vivía una vida de lujos, sino de la caridad de lo que la gente quería darle; no todos tienen el don de vivir en la pobreza. Evidentemente, crecían con muy poco, y los hijos querían una vida más cómoda. Quizás hubieran preferido ser agricultores, o mercantes, pero a lo mejor no quisieron desilusionar a su padre y fingieron estar de acuerdo con ser jueces. Como no pedían nada por su servicio, comenzaron a sugerir que podrían juzgar en su favor, por tan solo un regalito. Pronto, hombres que querían lo injusto vinieron a ellos con sus peticiones y unas monedas, y a nadie le sorprendió cuando el que pagara más recibió lo que se les pidió.
¿Samuel era como Elí?
El texto no dice si como Elí, Samuel sabía que sus hijos eran corruptos y no hizo nada; como Dios no castigó a Samuel por no disciplinar a sus hijos, probablemente no sabía cómo sus hijos se comportaban hasta que los ancianos líderes vinieron a Ramá a pedirle un rey. No tuvieron ninguna queja en contra de Samuel, más que era viejo, aunque Samuel vivirá por muchos años más. Reclamarle por ser viejo parece un pretexto: querían un rey y ya. No entraron en detalle sobre las obras sórdidas de sus hijos, pero seguramente le informaron de los sobornos y cómo juzgaron en favor el que podría pagarles. El texto no dice si después Samuel los enfrentó y los corrigió; por lo que sabemos de Samuel, es probable que intentó hacer las dos cosas con sus hijos. El texto no dice si los retiró de sus puestos de inmediato, pero con la llegada inminente de un rey, se supone que no se quedaron como jueces por mucho tiempo. Comenzamos la historia, leyendo la reacción de Samuel al pedido de los ancianos líderes de Israel por un rey para que fueran como todas las demás naciones.
¡No me quieren como rey!
I Samuel 8:6-9: A Samuel no le gustó nada que el pueblo pidiera un rey, por lo cual oró al SEÑOR. El SEÑOR le dijo: «Haz lo que el pueblo te pide. ¡No te están rechazando a ti, sino a mí! ¡No me quieren como rey! Están haciendo lo mismo de siempre. Los saqué de Egipto, pero ellos me abandonaron y sirvieron a otros dioses y ahora están haciendo lo mismo contigo. Así que escúchalos, pero ¡adviérteles lo que les hará un rey! Diles cómo gobierna un rey a su pueblo».
¡adviérteles lo que les hará un rey!
Recordamos cuando Gideon era juez: el pueblo quería que fuera rey, pero les recordó que ya tenían un rey, Dios. Los ancianos líderes pensaron que mejores políticas, más organización, y un gobierno más unificado los ayudaría, pero fe y obediencia a Dios eran lo que necesitaban. Sabiendo perfectamente cómo un rey les perjudicaría, Dios no negó a su pedido: Lo estaban rechazando como Rey, lo que hacían siempre. Siempre imploraban por Su ayuda, y luego siempre lo abandonaban para servir a otros dioses. Dios, con el corazón roto, le entregó a su deseo de abandonarlo. Pero en Su fiel amor, quería que supieran lo que les esperara si optaron por un rey. Continuamos con la historia, leyendo la advertencia de Samuel, describiendo lo que un rey les haría.
Quitará, forzará, se adueñará, tomará, se apoderará
I Samuel 8:11-18: —Esto es lo que hará el rey que los gobierne: les quitará a sus hijos y los forzará a servirle como soldados para que se hagan cargo de los carros militares y de la caballería. Se convertirán en sus guardias para abrirle paso al carro real… A algunos los forzará a sembrar y a cosechar, y a fabricar armas de guerra y accesorios para sus carros. También les quitará a sus hijas... Se adueñará de sus mejores campos, viñedos y olivares. Les quitará todo esto y se lo dará a sus oficiales. Tomará la décima parte de sus granos y uvas y se la dará a sus oficiales y a siervos… Se apoderará de su mejor ganado y de sus asnos para que trabajen para él. También tomará la décima parte de sus rebaños. Y ustedes mismos se convertirán en sus esclavos. Cuando llegue ese tiempo, llorarán a causa del rey que han elegido, y entonces el SEÑOR no les contestará.
¿No les importa convertirse en sus esclavos?
Un rey traería una solución a ciertos problemas, pero traerá muchos más. Dios no es un rey que quita, fuerza, toma, y se apodera como quiera. Samuel les dijo que ya no sería opcional servir en el ejército, ni morir en las guerras que el rey quisiera luchar. Quitará a sus hijas como siervas y concubinas. Forzará a algunos a trabajar en la agricultura, sembrando y cosechando no por sus familias, sino por la familia y socios del rey. Todos tendrán que darle el diezmo de sus cosechas, de sus productos agrícolas. Si eso fuera poco, el rey le quitará la tierra, los animales, la comida, el vino, en fin, lo que le placará cuando quiera, no por necesidad, sino por deseo. Mientras Samuel describe la vida bajo un rey, parece como la vida en Egipto, todos trabajando tan solo por techo y comida, mientras el faraón y su familia y socios vivían de lujo. Dios iba a permitir que los israelitas volvieran a la esclavitud que experimentaron en Egipto. La advertencia de Dios, hablado por Samuel, no detuvo el deseo de Israel de un rey, de ser como todas las demás naciones. Pero la verdad es que nunca fue el plan de Dios que Israel fuera como las demás naciones, sino un pueblo separado, un pueblo sagrado, escogido, que dará luz al Mesías quien proveerá salvación por el mundo.
Nuestro rey nos guiará, irá delante de nosotros y peleará nuestras batallas
El pueblo no escuchó a Samuel e insistió en un rey. El texto dice que el pueblo dijo que quería un rey para ir delante de ellos y para pelear sus batallas. Diciendo esto, quería reemplazar a Dios, quien siempre los guiaba (¿se acuerda la columna de nube y fuego?) y cuando ganaron una batalla, tan solo fue porque Dios peleaba por ellos. En vez de reemplazar a Dios por Baal o Astarté, iban a poner un ser humano en Su lugar.
Muy triste, Samuel habló con Dios. Terminamos esta historia leyendo la respuesta de Dios para Samuel.
Dales un rey
I Samuel 8:22: Entonces el SEÑOR le contestó: «Hazles caso, dales un rey».
Así que Samuel le dijo al pueblo de Israel que se fuera cada quien a su casa.
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En el próximo estudio, conoceremos a Saúl, el primer rey humano de Israel.