El Señor rechaza a Saúl como rey

Saúl desobedeció una segunda vez y Dios le quitó el reinado

En el previo estudio, Saúl hizo un juramento tonto que casi causó la muerte de su propio hijo, Jonatán. En este estudio, Dios mandará a Saúl a destruir a los amalecitas y todo lo suyo por completo, Saúl se quedará con un botín y el rey Agag, y Dios lo rechazará definitivamente como rey.

No sabemos exactamente cuánto tiempo ha transcurrido desde que los israelitas derrotaron a los filisteos. Al comenzar la historia, Samuel todavía era el profeta de Saúl. Samuel fue a ver a Saúl, y le dio un mensaje de Dios. Pero ¿Dios ya rechazó a Saúl? ¿Esta fue una segunda oportunidad para el rey? Comenzamos con la historia, leyendo el mensaje de Dios para Saúl.

Vas a destruirlos completamente

I Samuel 15:1-3: Samuel le dijo a Saúl: «El SEÑOR me ha enviado para ungirte como rey sobre su pueblo Israel. Escucha el mensaje del SEÑOR. El SEÑOR Todopoderoso dice: “Cuando los israelitas salieron de Egipto, los amalecitas trataron de evitar que fueran a Canaán. Yo vi lo que hicieron los amalecitas. Ve ahora y enfrenta a los amalecitas, destrúyelos por completo a ellos y a todas sus posesiones. No dejes nada vivo; mata a los hombres, a las mujeres, a los niños y a los recién nacidos, los toros y las ovejas y todos sus camellos y asnos”».

No dejes nada vivo

Como Dios ve todo, no tenemos que preocuparnos por la venganza. Ya han pasado más de 400 años desde que los israelitas entraron en la tierra prometida, pero Dios esperó unas generaciones antes de decidir a destruir a los amalecitas por completo. En su misericordia, esperó que cambiara, pero cuando siguió siendo igual de malvada, decidió terminar con esta tribu. Como Dios era paciente con los amalecitas, fue paciente con Saúl, dándole otra oportunidad para obedecerlo.

Las instrucciones de Dios no podrían ser más claras: destruir a todo. Esto incluye las bellas vírgenes, los bebés, el oro, las joyas, las espadas, los caballos perfectos- en fin, todo. Debiera haber sido una tarea difícil destruir bebés inocentes, y quizás no vieron por qué destruir joyas y animales, pero eran las claras y directas instrucciones de Dios.

Saúl obedeció, reuniendo al ejército. El texto dice que eran un total de 210000 soldados, un ejército formidable, muy distinto al antiguo ejército de unos miles. Ahora su ejército era organizado y entrenado, hombres que se dedicaban completamente al ejército, pagados con los impuestos colectados por el rey, y los botines que traían durante las guerras. Después de reunirse con sus soldados, el texto no dice si Saúl les informó del mensaje de Dios, pero probablemente se los dijo.

Antes de atacar a los amalecitas, Saúl le informó a otra tribu, los quenitas, que iban a atacar a los amalecitas. Los quenitas aparentemente vivían con los amalecitas o muy cerca a ellos. Como los quenitas se portaron bien con los israelitas cuando salieron de Egipto, les dio la oportunidad de irse a otra parte antes de destruir a los amalecitas.

Medio obedeció

Los israelitas atacaron a los amalecitas; el texto dice que los persiguieron hasta la frontera de Egipto y los derrotaron. Mataron a todo su ejército, todas las mujeres, los bebés, y los niños. Pero, Saúl capturó vivo a Agag, el rey de los amalecitas. Quizás pensó que podría sacarle información valorable, o con la esperanza de que, si algún día otra nación lo capturara, no lo mataría. Además que el rey, el texto dice que Saúl y sus soldados se sintieron mal por destruir todo, y por lo tanto se quedaron con lo mejor del ganado, las ovejas, y los carneros. Como dice el texto, se quedaron con todo lo que valía la pena y destruyeron lo que no tenía mucho valor.

Saúl y su ejército estaban felices, sonrientes, alegres por la victoria, por capturar al rey y llevarse un botín. No tenían el corazón de Dios, quien esperó tantos años para castigar a los amalecitas, esperando que se arrepintieran, y como no se arrepintieron, le rompió el corazón tener que destruirlos. Destruir a todo era el juicio de Dios, un día oscuro, no un día de alegría y festejos.  Al ver su desobediencia, Dios habló con Samuel. Continuamos con el mensaje de Dios para Samuel.

Saúl desobedeció

I Samuel 15:11: «Saúl ha dejado de seguirme. Me arrepiento de haberlo hecho rey porque no me obedece». Samuel se molestó mucho y clamó al SEÑOR toda la noche.

Saúl me rompió el corazón

¿Qué quiere decir que Dios se arrepintió de haber nombrado a Saúl como rey? ¿No sabía que Saúl iba a alejarse de Él? Como Dios estaba hablando con Samuel, usó lenguaje que podría entender, aunque, claro, Dios ya sabía antes de nombrar a Saúl que no le iba a obedecer.

¿Por qué Samuel se molestó mucho? En fin, ya no era el encargado de Israel, no pecó, no falló a Dios. Creo que se molestó porque estaba viendo el cumplimiento de lo que les dijo que sucedería cuando los israelitas pidieron un rey, que él se corromperá, viéndose como el verdadero rey, haciendo lo que le placera. En vela, Samuel clamó a Dios toda la noche; Samuel tenía el corazón de Dios y se quedó con Él toda la noche en Su sufrimiento. El texto no dice qué le clamó- quizás por claridad a qué hacer, quizás clemencia para Saúl.  No prefirió dormir que hablar con Dios. Sacrificar su comodidad para la cercanía con Dios y la oportunidad para acercarse a Dios no vino en un momento propicio, sino durante la noche.

A la mañana siguiente, Samuel se madrugó y fue a ver a Saúl, pero le informaron que el rey había marchado para Carmel para hacerse un momento en honor de sí mismo. Después de honrarse, iba a lucirse en varios lugares a través de Israel para recibir los elogios de Israel y mostrar su trofeo antes de regresar a su casa en Guilgal. Samuel encontró a Saúl haciendo su trabajo, pero todo de una forma equivocada: lo vio ofreciendo un sacrificio que debía quemarse completamente al Señor, pero de animales que Dios dijo que debieron destruir. Continuamos con la historia, leyendo la audacia de Saúl en la cara de Samuel.

¡Hola! ¿Vienes a felicitarme?

I Samuel 15:13-15: Samuel se acercó a Saúl y este lo saludó así:

—¡El SEÑOR te bendiga! Obedecí los mandamientos del SEÑOR.

Pero Samuel dijo:

—Entonces, ¿qué es ese ruido? ¿Por qué se oyen ovejas y ganado?

Saúl contestó:

—Los soldados los tomaron de los amalecitas y se quedaron con lo mejor para ofrecer sacrificio que debe quemarse completamente al SEÑOR su Dios, pero destruimos todo lo demás.

¿Qué es ese ruido?

Samuel encontró a Saúl con las manos en la masa. Se escuchó el ruido de los animales, el aire estaba preñada con su olor, y los veía correr, como si el pecado mismo de Saúl le declaró un mentiroso. Imaginamos a Saúl sonriéndole, radiante, hasta esperando que lo elogiera por su buen desempeño, y felicitarlo por pensar en salvar a los mejores animales. Primero, Saúl nunca debiera ofrecer sacrificios al Señor, ese fue la tarea del sacerdote. Segundo, Dios claramente le comunicó que tuvo que hacer con los despojos: destruirlos completamente. Parece que Saúl estaba ciego a su pecado doble, hasta dijo que Dios le bendijera a Samuel, cuando siempre debía ser al revés, Samuel, el hombre de Dios, bendiciendo a Saúl. Si esto no fue suficiente, le mintió a Samuel, que obedeció los mandamientos del Señor. Cuando Samuel le preguntó qué era ese ruido, Saúl les echó la culpa a los soldados, que fue idea de ellos tomar los animales para que él los ofreciera como sacrificio a Dios. Le mintió otra vez, diciendo que destruyeron todo lo demás, ni le mencionó que tuvieron el rey Agag. Pero Dios se acabó con las mentiras de Saúl. Continuamos con la historia, leyendo otro mensaje de Dios para Saúl, pero este mensaje fue muy diferente.

Está bien, dime lo que te dijo

I Samuel 15:16-19: Samuel le dijo a Saúl:

—¡Espera! Déjame decirte lo que el SEÑOR me dijo anoche.

Saúl contestó:

—Está bien, dime lo que te dijo.

Samuel dijo:

—Antes te considerabas alguien sin importancia, pero luego te convertiste en líder de las tribus de Israel. El SEÑOR te eligió como rey de Israel. El SEÑOR te envió en una misión y te dijo: “Ve y destruye a todos los amalecitas porque son malvados. Destrúyelos a todos. Lucha contra ellos hasta que los destruyas totalmente”. ¿Por qué no obedeciste al SEÑOR y te quedaste con el botín haciendo lo que no es del agrado del SEÑOR?

¿Por qué no obedeciste?

Por su respuesta tan casual, parece que a Saúl ni realmente le interesó lo que Dios le dijo a Samuel anoche. Su sonrisa se desvaneció y fue reemplazada por un pequeño bostezo. ¿Samuel no entendió que estaba cansado después de derrotar a los amalecitas, honrarse, y ofrecer los sacrificios al Señor? ¿No entendió que era mucha responsabilidad ser el rey y sacerdote? Samuel no intentó endulzar las palabras de Dios: ¿por qué no obedeció? ¿No sabía que desobedecer no le agrada al Señor? Pero Saúl siguió negando su pecado. Continuamos con la historia, leyendo como Saúl negó la verdad.

¡Sí obedecí al SEÑOR!

I Samuel 15:20-23: Saúl contestó:

—¡Sí obedecí al SEÑOR! Fui a donde me envió el SEÑOR y destruí a los amalecitas, traje al rey Agag y los soldados tomaron las mejores ovejas y ganado para sacrificarlos al SEÑOR su Dios en Guilgal.

Pero Samuel dijo:

—¿Qué complace más al SEÑOR: sacrificios que deben quemarse completamente y otros sacrificios u obedecer los mandatos del SEÑOR? Es mejor obedecerle que ofrecerle sacrificios. Es mejor obedecerle que ofrecerle la grasa de los carneros. Negarse a obedecerlo es tan malo como la brujería. Ser tercos y hacer la voluntad propia es como el pecado de adorar ídolos. Tú te negaste a obedecer el mandato del SEÑOR, por eso él ahora se niega a aceptarte como rey.

¿Qué es más importante que obedecer a Dios?

Saúl explicó cómo de mala gana, fue a dónde Dios le mandó. Obstinante en su negación, Saúl contradijo a Samuel, a quien había admirado y querido. Por fin admitió que dejó al rey Agag vivo. Enfatizó la parte en que obedeció: destruyó a los amalecitas, pero siguió echando la culpa a los soldados por tomar los animales. No creemos que fuera idea de los soldados, ni que ellos querían tomarlos para un sacrificio, sino para llevarlos a casa. Destruyeron a las mujeres y los tesoros, por lo menos podrían tomar posesión de unos animales. ¿Qué tenía de malo?

Lo malo, como explicó Samuel, fue que al tomarlos, desobedeció a Dios. Aun si fuera idea de los soldados y no suyo, fue culpa de él por permitirlo. Samuel le explicó que obedecer a Dios siempre es la mejor decisión, no importa lo difícil que sea dos opciones, cuando una es no obedecer, escoge la obediencia. Al contrario, Samuel comparó desobedecer con la brujería, o adorar ídolos. Por desobedecer otra vez, Dios ya no lo aceptó como rey. Continuamos con la historia, leyendo la desesperación de Saúl.

¡Está bien, he pecado!

I Samuel 15:24-30: Entonces Saúl le dijo a Samuel:

—He pecado. No obedecí los mandatos del SEÑOR ni hice lo que me dijiste. Tenía miedo del pueblo y les hice caso. Ahora te ruego que me perdones por haber pecado. Ven conmigo para que rindas culto al SEÑOR.

Pero Samuel le dijo a Saúl:

—No regresaré contigo. Rechazaste el mandato del SEÑOR y ahora el SEÑOR te rechaza como rey de Israel.

Cuando Samuel se dio vuelta para irse, Saúl le agarró el borde del manto, y este se rompió. Entonces Samuel le dijo a Saúl:

—De igual manera, hoy mismo el SEÑOR te ha quitado el reino de Israel. Se lo ha dado a uno de tus amigos que es mejor que tú. Dios, que es la Gloria de Israel, vive para siempre. No miente ni cambia de parecer. No es como los hombres que cambian de opinión.

Saúl contestó:

—¡Está bien, he pecado! Pero por favor, regresa conmigo. Muéstrame algo de respeto frente a los líderes y frente al pueblo de Israel. Regresa conmigo para que pueda adorar al SEÑOR tu Dios.

Muéstrame algo de respeto frente a los líderes

Como un niño que teme el castigo, por fin, Saúl admitió todo su pecado. No fue por confusión ni por culpa de sus soldados. Admitió que no obedeció los mandamientos de Dios ni lo que Samuel le instruyó hacer, y nos dijo por qué: tenía miedo del pueblo. Otra vez vemos a este hombre-niño, escondiéndose entre el equipaje porque no quiso ser rey. Saúl le pidió perdón a Samuel, pero no a Dios. Saúl quería olvidar el asunto rápidamente: le pidió perdón y que se fuera con él para rendir culto, no tanto para adorar a Dios, sino para verse bien. Samuel no iba a caerse en su juego: claramente le dijo como Dios lo rechazó como rey, él también lo rechazó como rey. Imaginamos que Samuel no quiso participar en los sacrificios de animales que debieran haber sido destruidos.

En su desesperación para verse bien ante sus hombres, se aferró a Samuel cuando se fue, hasta rompió un pedazo de su manto. En este momento, Samuel le dio una palabra profética, pero Saúl lo ignoró hasta años después: que hoy Dios le ha quitado el reinado y le ha dado a uno de sus amigos que fue mejor que él. ¿Qué quería decir con un amigo? Saúl y David no eran amigos, ni se conocieron todavía, pero David sería como un hijo para Saúl, su arpista, su mejor guerrero, su campeón. Sin rodeos, Saúl admitió que pecó, pero todavía pensó que todo estaba bien, con tal de que Samuel regresara con él para mostrar su respeto fingiendo. El texto no dice por qué, pero Samuel se contradijo y regresó con Saúl, pero no adoró a Dios, sino Saúl pretendió hacerlo para que el pueblo pensara que todo fue normal, que su rey era muy espiritual- ¡míralo! Acabó de derrotar a los amalecitas y en vez de festejar, adoró a Dios.

Todavía había el problema de Agag, el rey malvado de un pueblo malvado.

Continuamos con la historia, leyendo cómo Samuel tuvo que limpiar los problemas que Saúl creyó con su desobediencia.

No me matará, ¿verdad?

I Samuel 15:32-33: Samuel dijo:

—Tráiganme a Agag, el rey de los amalecitas.

Lo trajeron encadenado, pero muy tranquilo, pues pensaba que de seguro Samuel no lo mataría. Pero Samuel le dijo a Agag:

—Como con tu espada les quitaste sus hijos a muchas mamás, ahora tu mamá se quedará sin hijo.

Y allí mismo lo despedazó ante el SEÑOR.

¡No puedo creer que me haya matado!

Agag no esperaba que este anciano le hiciera nada, de hecho, nadie allí lo pensaba. ¿Qué pensaron que haría? Ya no era su juez, pero será un hombre de Dios hasta su muerte, cumpliendo la palabra y deseo de Dios. El texto no dice que Samuel simplemente lo mató, sino que lo despedazó ante el Señor, como uno de los muchos sacrificios que ofrecía al Señor. Samuel nunca formó parte del ejército, y jamás mató a un hombre, pero esto no lo detuvo en despedazar al rey enemigo, el trabajo que debió haber hecho Saúl. Era una vergüenza para Saúl que fue Samuel quien lo mató ante el ejército, probablemente con la espada del rey. Después de esto, Samuel regresó a Ramá. El texto dice que nunca más volvió a verlo. No sabemos si Saúl pidió que viniera, pero probablemente no; entendió que ya no era el escogido de dios y no quiso que nadie se enterara de eso, no le convenía que nadie hablara demasiado con Samuel. Si Saúl hubiera obedecido, quizás Dios le habría aprobado en esta segunda oportunidad. Pero Dios se arrepintió de nombrar a Saúl el rey.

En el próximo estudio, veremos el nuevo escogido de Dios, David, cuando Samuel lo ungirá el próximo rey de Israel.

Evelyn Bou

Empatizo con el caos que el dolor traiga. Sé lo que es tratar de utilizar los recursos disponibles para mejorar, al terminar sintiéndose frustrada y aún más sola. Aprendí tanto sobre el dolor que me convertí en una coach certificada en el duelo y las relaciones, y profesional del trauma, con la esperanza de ayudar y brindándoles apoyo emocional a otras mujeres cristianas.

http://apoyocristiana.com
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