¿Necesitas un milagro?
Dios detiene el sol
En la devocional anterior, los gabaonitas engañaron a los israelitas, mintiendo que vinieron desde muy lejos. Los israelitas los creyeron e hicieron una pacto de paz con ellos sin consultar a Dios. Pensando que los de Gabaón eran unos traidores, el rey de Jerusalén llamó por un ataque contra ellos. Como consecuencia de este pacto, los israelitas tenían que protegerlos. En esta devocional, veremos un gran ejemplo de cómo orar y específicamente, para qué orar. Cuando oras, ¿qué le pides al Señor? Hoy vamos a ver un gran ejemplo de oración, pidiéndole a Dios algo tan grande que no podría suceder sin un milagro. Como hijos de Dios, tomen inspiración de la fe y valentía de Josué y orar por cosas grandes, cosas que requieren un milagro. Es una historia fascinante que no vas a querer faltar.
El rey asustado
Las noticias del éxito de los israelitas se expandieron como fuego. El rey de Jerusalén, Adonisédec, tenía mucho miedo al enterarse de la derrota total de ambos Jericó y Hai, algo que nunca pensara posible. Israel estaba controlando más y más tierra en Canaán. El rey se enteró de que los habitantes de Gabaón hicieran un pacto con los israelitas y que estaban viviendo entre ellos; quiso hacer una alianza con ellos, como hizo con los otros reinos. Su rechazo le llenó a la vez de ira y pavor. El texto nos dice que Gabaón era una ciudad grande y fuerte, y que sus guerreros eran feroces, así que, si ellos se rindieron a los israelitas, el reino de Jerusalén estuvo condenado. Adonisédec les pidió a cuatro reyes cananeos, con los cuales ya había formado una alianza, a unirse con él para atacar a Gabaón en venganza y como una advertencia para cualquier pueblo que pensara en rendirse a Israel. Comenzamos la historia con el mensaje que los gabaonitas le mandaron a Josué cuando fueran atacados por el ejército enemigo y cómo Josué respondió.
Venga rápido, sálvennos y ayúdennos
Josué 10:6-8: Pero la gente de Gabaón envió el siguiente mensaje a Josué al campamento en Guilgal: «No abandone a sus siervos. Venga rápido, sálvennos y ayúdennos, porque todos los reyes de los amorreos que viven en las montañas se unieron para atacarnos».
Entonces Josué salió de Guilgal con todo el ejército, incluyendo los mejores hombres de guerra. El SEÑOR le dijo a Josué: «No les tengas miedo, pues yo haré que los venzas. Ni uno solo de ellos podrá contigo».
Ni uno solo de ellos podrá contigo
Aun con varias victorias, Josué tenía miedo. Dios, sabiendo esto, le aseguró de que vencieran. Aunque Dios le garantió la victoria, Josué no descansó. Recordamos que Gabaón era un viaje de tres días, pero, el texto nos dice que todo el ejército israelita marchó toda la distancia en una sola noche. Cuando llegaron, aunque estaban exhaustos, atacaron de sorpresa al ejército de los enemigos. El ejército enemigo entró en pánico, recordando cómo el Dios de los hebreos destruyó a Jericó y a Hai por completo. Mientras huían, Dios mandó grandes piedras de granizo caer sobre sus enemigos, como hizo en durante una plaga en Egipto. Como los dioses de los paganos supuestamente controlaban la naturaleza, probablemente pensaron que hasta sus dioses se unieran con Israel. El texto nos dice que Dios mató a muchos más paganos con el granizo que los hebreos mataron con espadas.
Josué sabía que si se anocheciera, el ejército enemigo tendría tiempo para descansar y atacarlos con más vigor al siguiente día. Continuamos la historia con lo que Josué le pidió al Señor y cómo Él le contestó.
Sol, quédate quieto, y luna, detente
Josué 10:12-14:Luego Josué habló con el SEÑOR el día que el SEÑOR entregó los amorreos a los israelitas. Josué dijo en presencia del pueblo de Israel: «Sol, quédate quieto en Gabaón; y luna, detente en el valle de Ayalón».
Y el sol se quedó quieto y la luna se detuvo, hasta que la nación de Israel se vengó de sus enemigos. … El sol se detuvo en medio del cielo y se demoró en ocultarse como un día. No ha habido un día como ese ni antes ni después, en que el SEÑOR escuchó la voz de un hombre, pues el SEÑOR peleó por Israel.
Dios detiene el sol
Josué, con mucha valentía, le pidió a Dios algo grande: que Él detuviera el sol. Le pidió esto delante del pueblo de Israel, tan confiado que Dios lo otorgaría lo que pidió. No le pidió que Dios derrotara a los enemigos, sino que les diera más oportunidad para que Su pueblo venciera a Sus enemigos. Y Dios detuvo el sol. Si te preguntas, ¿Cómo logró detener el sol sin causar problemas de proporciones cósmicas? No sabemos cómo Dios prolongó el día, y realmente, no importa, sino aceptar que era un milagro, una manifestación del poder de Dios: ¡no hay nada imposible para Él!
El ejército enemigo anheló por la oscuridad, para retirarse, recuperar fuerzas, pero el día se prolongó, el sol brillaba y brillaba en el cielo. Aunque el ejército israelita tuvo que marchar toda la noche sin descansar, lucharon con la energía de relámpagos y fuerza de truenos. Al ver a su ejército perdiendo, Adonisédec y los otros cuatro reyes huyeron y se escondieron en una cueva, pero los israelitas los observaron entrando allí. Se lo informaron a Josué; los instruyó a colocar unas piedras grandes en la entrada de la cueva y mandó a unos soldados a vigilar. Josué no permitió que la captura de los cinco reyes les impidiera cumplir la misión que Dios les había encomendado; persiguieron a sus enemigos que habían huido hasta matarlos a todos. El texto nos dice que todos los israelitas regresaron a salvo, otro testamento de la protección de Dios.
Luego, Josué y los israelitas regresaron a la cueva donde habían dejado a los cinco reyes. Josué les pidió a sus hombres abrir la cueva y traer a los cinco reyes ante él. Continuamos con el final de esta historia con lo que Josué le dijo al pueblo israelita.
Acérquense y pongan sus pies en los cuellos de estos reyes
Josué 10:24-25: Cuando le trajeron a estos reyes, Josué reunió a todos los israelitas y les dijo a los comandantes de las tropas que lo habían acompañado en la batalla: «Acérquense y pongan sus pies en los cuellos de estos reyes». Ellos se acercaron y así lo hicieron para celebrar su victoria. Entonces Josué les dijo: «No tengan miedo ni se desanimen. Sean fuertes y valientes, porque el SEÑOR le hará esto a todos los enemigos contra quienes ustedes peleen».
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Después de eso, Josué mató a los cinco reyes y los colgó de unos árboles, donde colgaron hasta la tarde, para ser un disuasorio para las demás naciones de Canaán. Luego, los sepultaron en la misma cueva donde intentaron esconderse. Josué y el ejército israelita continuaron obedeciendo a Dios y destruyeron por completo a varias ciudades en la región, matando a todos y aniquilando la maldad que prevalecía antes de que los israelitas reclamaran la tierra prometida.