Jacob se reunió con Esaú

Ignoró los ángeles para enfocarse en su ansiedad

Reunión con Esaú

Después de engañar a su padre para que le diera la bendición del primogénito, Jacob tuvo que huir de la furia de su gemelo Esaú de modo que no lo matara. Antes de marcharse, su madre le prometió enviarle un mensajero para informarle cuando Esaú se calmó y que estaba seguro volver. Lo que iba a ser unas semanas en Padán Aram se convirtió en más que 20 años. En todo este tiempo, no recibió ningún mensaje que estuviera seguro regresar. En la mente de Jacob, lo que eso quería decir era que Esaú todavía quería matarlo. Pero Jacob no vio otra alternativa que regresar al campamento de sus padres; acaba de realizar un pacto con Labán y ya no podía regresar a Padán Aram.

Esta devocional es parte de nuestra serie en Génesis. Si no has leído las otras devocionales en la serie, te invito a leer las siguientes:

El comienzo: la creación, Adán, Eva, sus hijos Caín y Abel, los hijos de Dios, Noé en el diluvio, y la torre de Babel

La familia de Abraham: Téraj, el padre pagano de Abraham, Abraham, el padre de nuestra fe,  el misterioso sumo sacerdote Melquisedec, la visita del Señor a Abraham, Lot, el sobrino de Abraham que vivía en Sodoma, los secuestros de Sara, Agar, la madre de Ismael, Ismael, primogénito que no heredó la descendencia de Abraham,

La familia de Isaac: Isaac, hijo de Abraham y Sara, Isaac-esperado, envidiado y engañado, Dios le pidió a Abraham sacrificar a su hijo,  la historia de amor de Isaac y Rebeca, la matriarca Rebeca, los gemelos muy distintos, Esaú y Jacob,  Jacob y no Esaú recibió la bendición del primogénito

La familia de Jacob: la escalera de Jacob, Jacob se enamoró de Raquel, pero se casó con Lea, y la rivalidad entre Raquel y Lea, ¿Quién era Labán? Labán era el maestro de estafadores   y Labán persiguió a Jacob y hicieron un pacto

 

Jacob siguió su camino con todos los suyos, temeroso por lo que habrá más adelante. Pero Dios sabía lo que iba a enfrentar y quería asegurarlo que estaba con él en todo momento. Comenzamos la historia del reencuentro de Jacob y Esaú con el encuentro celestial que Jacob tuvo.

Se encontró con unos ángeles

Génesis 32:1-2: Jacob continuó su camino y se encontró con unos ángeles de Dios. Cuando los vio, les dijo: «¡Este es el campamento de Dios!»… 

Había ángeles

Al principio de esta historia leemos algo curioso, que en el camino Jacob se encontró con unos ángeles; la escena es similar a la que aconteció hace unos 20 años cuando Jacob estaba viajando a Padán Aram y soñó con la escalera al cielo. El texto no nos dice que nadie más los vio, ni que conversó con ellos, nada más los vio. Creo que es el detalle más importante de esta historia porque nos dice que aunque Jacob tenía miedo, Dios quería mostrarle a Jacob de una forma tangible que estaba con él, protegiéndolo. Dios permitió que los viera para que supiera que aun cuando no los veía, estaban presentes.

A través de esta historia, observamos a Jacob actuando como si no hubiera visto los ángeles; todo lo que hizo en los días inmediatamente después su encuentro angélico fue motivado por miedo. Como veremos, dividió su familia y sus bienes, algo que si realmente confiara en Dios no habría sido necesario. Le dará a Esaú muchos animales, lo cual le va a costar muchísimo, y tampoco no sería necesario si confiara en Dios. Jacob es como nosotros, rezando en desesperación, viendo la obra de Dios en su vida, pero en vez de aferrarse a Él, aferrándose a su miedo. Mientras leemos lo que aconteció, recordamos que todo su esfuerzo no fue necesario, fue una reacción al miedo.

El grupo siguió su trayecto hacia una tierra que tan solo Jacob conocía y entraron en el área donde Esaú vivía. Al saber esto, Jacob procuró evitar una tragedia, enviando a sus siervos a comunicarle a Esaú su entrada en su territorio. Continuamos la historia leyendo lo que Jacob les instruyó a sus siervos.

Mensaje bajo presión

Génesis 32:4-5: Les dijo: «Díganle esto a mi señor Esaú: “Su siervo Jacob le manda decir: He vivido con Labán todos estos años. Tengo ganado, burros, ovejas, esclavos y esclavas. Mi señor, te mando este mensaje para pedir que nos aceptes”».

Te mando este mensaje para pedir que nos aceptes

El mensaje que Jacob quería comunicarle a su hermano era que tenía todo lo que necesitaba y aunque tenía la bendición, no venía para quitarle nada, que venía en paz. Notamos que Jacob llame a su hermano “Mi señor,” varias veces a través de su encuentro. Esto tiene el efecto de expresar un nivel de respeto demasiado formal, poniendo distancia entre los dos, Esaú como el amo y Jacob como el esclavo.

El texto no nos cuenta nada del intercambio entre los siervos de Jacob y Esaú, pero cuando regresaron a Jacob, le dieron una noticia que seguramente le paró el corazón: Esaú y 400 de sus hombres venían a recibirlo. La mente de Jacob corría, su sangre se enfrió. ¿Iba a perderlo todo? Y si Esaú viene en paz, ¿Por qué no les dio una palabra de consuelo a los siervos de Jacob? Si ya no le guardaba rencor, ¿por qué recibir a su hermano con 400 hombres? Actuó lo más rápido posible creando un plan para salvarse y todos los suyos. Dividió a su gente, a los rebaños, al ganado y a los camellos en dos grupos, pensando que si Esaú lograra destruir el primer grupo, el segundo podría escapar.

Como si los ángeles que vio no fueran suficientes, Jacob le suplicó a Dios Su protección, recordándole que fue Él quien le instruyó regresar a la tierra de su padre. Continuamos la historia leyendo una porción de la oración de Jacob en su momento más desesperado.

Oración desesperada

Génesis 32:10-11: No soy digno de todas las muestras de bondad y lealtad que has tenido conmigo, tu siervo. La primera vez que crucé el río Jordán sólo llevaba mi bastón. Ahora tengo tantas cosas, que me pude separar en dos grupos.  Por favor protégeme del gran poder de mi hermano Esaú. Tengo miedo de que venga a destruirme y a matar incluso, a las madres con sus hijos. 

Tengo miedo de que venga a destruirme

Pasaron la noche allí, Jacob en vela por tanto miedo. Puso unos 550 de sus animales en grupos con un siervo encargado de cada grupo, instruyéndolos que fuera más delante de ellos para regalarlos a su hermano, con la esperanza de calmarle la ira con tanta riqueza. A cada siervo, les instruyó lo mismo. Por miedo, parece que no recordaba de los ángeles que vio. Continuamos la historia leyendo las instrucciones que Jacob tuvo para sus siervos.

Génesis 32:17-18: Jacob le ordenó al primer esclavo: —Cuando te encuentres con mi hermano Esaú y te pregunte: “¿A quién le perteneces? ¿A dónde vas? ¿De quién son los animales que llevas ahí?”, tú le responderás: “Pertenecen a su siervo Jacob, son un regalo que él le envía. Mire, ahí viene él detrás de mí”.

Un gran regalo para una gran ira

Como regalo para su hermano, escogió alrededor de 550 de sus rebaños para dárselos a Esaú; pensó que todos los regalos le calmarían a su hermano y que se portaría amablemente con él. Vemos el pánico de Jacob, aun con ver los ángeles y aun después de rezar: en la noche, se levantó y llevó a todos los suyos a cruzar el río, algo que no se hace en la noche por razones obvias. Pero cuando uno no piensa con la mente clara, toma decisiones tontas y arriesgadas.

Las menos queridas primeras

La mañana siguiente, Jacob se enfrentó con su pesadilla hecha realidad: vio en la distancia a su hermano con sus 400 hombres. Todavía pensando en lo que veía y no en los ángeles ni en las promesas que Dios le hizo, como hizo con sus rebaños, dividió a sus mujeres y niños.  Puso primero a Zilpá y Bilhá y sus niños, luego Lea y sus niños y por último a Raquel y José. Imagina cómo se sentían las concubinas, como mujeres desechables y el resentimiento de Lea, quien le dio más niños, pero menos cuidada que su hermana Raquel. Jacob estuvo en frente de ellos y se inclinó siete veces a su hermano. Continuamos con la historia, leyendo el momento tan esperado del reencuentro entre Jacob y Esaú.

El odio convertido en amor

Génesis 33:4-5: Pero Esaú corrió a su encuentro y lo abrazó. Le lanzó sus brazos alrededor del cuello y lo besó. Los dos lloraron. Después Esaú vio a las mujeres y a los niños, y preguntó: —¿Quiénes son los que están contigo?

Jacob respondió: —Estos son los hijos que Dios me ha dado a mí, tu siervo.

En vez de matarlo, lo abrazó

Jacob no esperaba esto. Aunque el texto no nos dice cuando sucedió, el resentimiento y furia de Esaú fue reemplazado por amor fraternal. Ni mencionó nada del pasado, parece que lo había perdonado y hasta olvidado.  Como lector, no sabe que el corazón de Esaú se ablandó ni qué esperar con su reencuentro. ¿Lo va a matar a todos? Pero eso no fue posible porque Dios le había prometido a Jacob protegerlo, hasta mandó sus ángeles para que los viera y se sintiera reconfortado. Jacob le presentó a sus mujeres e hijos, todos acercándose a Esaú e inclinándose. Esaú no quería las pertenencias de Jacob, estaba contento con lo que tenía. Terminamos esta historia leyendo la conversación entre Esaú y Jacob.

Quédate con tus cosas

Génesis 33:8-11: Esaú preguntó: —¿Qué sentido tenía mandar todos esos grupos con los que me encontré?

Jacob respondió: —Esos eran para que me aceptaras, mi señor.

Entonces Esaú dijo: —¡Hermano, yo ya tengo suficiente! Quédate con tus cosas.

Pero Jacob dijo: —¡No! Por favor, si en verdad me aceptas, recibe mis regalos. Para mí verte es como ver la cara de Dios. Estoy feliz de que me hayas aceptado.  Te ruego que aceptes mi bendición que te traigo. Dios ha sido bueno conmigo, y yo tengo todo lo que necesito.

Entonces Jacob le rogó y Esaú aceptó. 

Jacob estaba aliviado, pero no confiaba

A lo mejor más adelante Jacob lamentara de su decisión de regalarle a su hermano un regalo tan grande y caro, pero en ese momento sentía un diluvio de alivio que no lo mató. Esaú lo animó a seguir su camino con la protección de él y sus hombres. Aunque el texto no lo dice, es evidente que Jacob no confiaba en él. En vez de aceptar su propuesta, le dio una excusa que sus hijos estaban débiles, tenían que parar cada rato para cuidar de los animales y sus crías, y si los hizo caminar mucho en un día, se morirían. Entonces Esaú insistió por lo menos dejar algunos de sus hombres para cuidarlos, pero Jacob también rechazó la oferta, diciéndole que era suficiente lo amable que había sido con él. Quizás pensó que Esaú podría cambiarse de mente, recordando como le robó la bendición.

Evidentemente, al madurar, Esaú se convirtió en un hombre rico y ya no creyó que le faltara nada que la bendición traía. Como su padre Isaac le dijo hace más de 20 años, cuando estuviera listo, dejará de ser controlado por su odio y envidia de su hermano. Así que Esaú regresó con sus hombres y Jacob y los suyos fueron en dirección opuesta a una tierra llamada Siquén en Canaán donde compró un terreno y allí vivieron por mucho tiempo. Por fin en reconocimiento de la presencia y protección de Dios, Jacob construyó un altar a Dios. 

Evelyn Bou

Empatizo con el caos que el dolor traiga. Sé lo que es tratar de utilizar los recursos disponibles para mejorar, al terminar sintiéndose frustrada y aún más sola. Aprendí tanto sobre el dolor que me convertí en una coach certificada en el duelo y las relaciones, y profesional del trauma, con la esperanza de ayudar y brindándoles apoyo emocional a otras mujeres cristianas.

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