La derrota de Jericó
Dios derribó las murallas impenetrables de Jericó
En la devocional anterior, antes de comenzar la conquista de la tierra prometida, tenían que ser circuncidados, celebrar la primera Pascua en la nueva tierra, y Josué tuvo un encuentro con el jefe del ejército del Señor. Ahora, están listos para comenzar a conquistar la tierra prometida, comenzando con Jericó. Cuando estudiamos el segundo capítulo de Josué, conocimos a Rajab, una prostituta en Jericó quien ayudó a los dos espías que Josué envió allá de modo que planeara mejor su estrategia de ataque. Por esconderlos y ayudarlos a escapar, y por su fe en El Dios de los hebreos, tan solo Rajab y su familia serían salvadas, todos los demás en Jericó iban a morir.
Con sus murallas fortificadas, Jericó parecía imposible de conquistar, pero creo que Dios los dirigió a conquistar esta ciudad primero, por lo mismo, para mostrarles que con Él, nada es imposible. Aunque creían que sus murallas eran impenetrables, el texto nos dice que Jericó cerró las puertas de la ciudad y las fortificó por miedo de los israelitas. Nadie pudo salir ni entrar. La comida, el agua, y los suministros esenciales no pudieron entrar tampoco. La vida en Jericó paró, la gente dejó de comer, y una desesperación palpable cayó sobre la ciudad. Imploraron al rey por comida. Sacrificaron niños para que los dioses les prestaran atención. Pero nada ni nadie podría impedir lo que Dios iba a hacer, entregándole a Israel la ciudad entera, incluyendo su rey y soldados. Los israelitas siguieron las instrucciones poco convencionales de Dios, y la recompensa de la obediencia resultó en una victoria total para Israel. Comenzamos la historia leyendo las instrucciones de Dios para Josué.
Siete días, siete sacerdotes, el cofre, las trompetas, y mucha perseverancia
Josué 6:3-5: Una vez al día, marcha alrededor de la ciudad con todos los soldados. Haz esto por seis días. Siete sacerdotes marcharán delante del cofre, cada uno llevando una trompeta hecha de cuernos de carnero. El séptimo día darán siete vueltas alrededor de la ciudad, mientras los sacerdotes tocan las trompetas. Cuando se oiga que el cuerno de carnero da un toque prolongado, todo el pueblo gritará muy fuerte, y la muralla de la ciudad se derrumbará. Entonces desde la posición donde esté, cada soldado podrá subir directamente contra la ciudad».
¿Dios quiere que hagamos qué cosa?
Los soldados habían entrenado por meses: afilaron sus espadas, repararon su armadura, los jinetes practicaron con sus caballos, los expertos en tirar piedras practicaban tanto que podrían matar una mosca. Pero para derrumbar la muralla, Dios no utilizó ninguna de sus habilidades sino su fe en Él. Desde el principio, Dios les dijo cómo sería el fin, pero sin duda había gente que no lo creyeron. Antes de oír de Dios, probablemente Josué pensó que no derrumbarían las murallas, sino que tendrían que entrar en Jericó; por eso envió a dos espías para hacer un mapa detallado de la ciudad. Claro, Dios no necesitó de Israel para destruir a Jericó, pero los invitó a participar en su derrota.
El primer día, salieron del campamento rumbo a Jericó. Los siete sacerdotes sonaban continuamente las trompetas hechas de cuernos de carnero, mezclado con la marcha de los soldados, sonaba como el fin del mundo. Seguramente, el rey de Jericó y su ejército estuvieron pasmados al verlos acercarse, esperando un ataque directo a su muralla. Aunque habían escuchado muchas historias sobre el Dios de los hebreos, pensaron que los israelitas los atacarían directamente. Cuando los vieron marchar alrededor de la muralla, quizás estaban confundidos. Se miraron; el comandante de su ejército comenzó a sonreír, luego soltó una carcajada. <<Esos hebreos son tan necios, procuran intimidarnos, pero no van a hacer nada. Nadie puede hacer nada contra nosotros, somos invencibles con nuestra muralla.>> Los amenazaron e insultaron. Unos soldados querían dispararles flechas, pero el comandante de Jericó no los permitió, esperó lo que estos hebreos tramposos estaban tramando.
Los siete sacerdotes tuvieron un papel clave en esta batalla, llevando el cofre de pacto y sonando las trompetas. Siguieron las instrucciones de Dios al pie de la letra: primero fue el ejército, luego los siete sacerdotes con las trompetas y el cofre del pacto, y al último marcharon los demás hombres de guerra. Continuamos con la historia, leyendo el orden de Josué.
No griten ni dejen que se escuche su voz
Josué 6:10: Josué le ordenó al pueblo: «No griten ni dejen que se escuche su voz, no dejen salir ni una sola palabra de su boca, hasta el día que les diga: “¡Griten!”, sólo entonces deberán gritar».
Marchamos y marchamos
¿Qué grande era la ciudad de Jericó? No sabemos a ciencia cierta, pero es razonable acertar que era una ciudad por lo menos a unos cuantos kilómetros. Por seis días caminaron alrededor de la ciudad: caminar en el calor, llevando el cofre, las trompetas, y la armadura fue agotador. Estaban tan cerca de las murallas que pudieron escuchar las amenazas e insultos de los soldados de Jericó. Durante seis días, no gritaron ni dijeron nada. A lo mejor el ejército se quejó de las instrucciones para el séptimo día, de caminar alrededor de la ciudad siete veces. Estarían demasiado cansados para atacar. Pero, su obediencia y no su energía sería recompensada. Por fin llegó el séptimo día, y dieron siete vueltas a Jericó. Al cumplir esa última vuelta, Josué les instruyó a gritar con las trompetas. ¡Dios iba a darles la ciudad! Continuamos con la historia, leyendo las instrucciones específicas de Josué que tendrán mucha importancia en la próxima devocional.
Esta vez no habrá botín de guerra
Josué 6:17-19: La ciudad y todo lo que hay en ella debe ser consagrado al SEÑOR para la destrucción. Sólo quedarán vivos Rajab, la prostituta, y todos los que están con ella en la casa, porque ella escondió a los mensajeros que enviamos. Pero cuídense de no tocar ni llevarse nada de lo que ha sido consagrado a la destrucción, porque entonces por culpa de ustedes Dios consagrará a la destrucción al campamento de Israel y lo castigará. También pertenecen únicamente al SEÑOR toda la plata, el oro y los objetos de bronce y de hierro, e irán a la tesorería del SEÑOR».
Quemen todo
Josué les dio las ultimas instrucciones de Dios: solamente Rajab y su familia serán salvados, que tuvieran cuidado de ni tocar los muchos ídolos y herramientas usadas en sus prácticas paganas, y que el oro, plata, bronce y hierro eran para Dios, que no tomaran ningún despojo de guerra para ellos. Después de escuchar sus instrucciones, el pueblo de Israel gritó en una sola voz con el sonido prolongado de las trompetas. De inmediato, las murallas impenetrables de Jericó se derrumbaron. Los soldados entraron fácilmente a la ciudad y como Dios mandó, mataron a todos: hombres, mujeres, niños, animales. Nos parece un crimen matar a niños inocentes, ¿Por qué no adoptarlos? Dios, en su infinita sabiduría, sabía que el pueblo de Jericó era tan malvado como los hombres llegaron a ser en el tiempo del diluvio; tuvo que destruir todo producto de su maldad.
Al fin, los dos espías entraron en la casa de Rajab, la única parte de la muralla que no se derrumbó, y rescataron a ella y a toda su familia, tal como lo juraron. Hallaron la cuerda roja. El texto nos dice que allí estaba Rajab, junto con su padre, madre, hermanos, y todos sus parientes. Los llevaron fuera, todavía incrédulos de lo que acababa de suceder y el rescate milagroso. Continuamos la historia, leyendo lo que los soldados hicieron con la ciudad después de sacar a Rajab y su familia.
Josué les perdonó la vida a Rajab y a sus parientes
Josué 6:24-25: Luego, los israelitas quemaron la ciudad y todo lo que había en ella. Sólo la plata, el oro y los objetos de bronce y de hierro los guardaron en la tesorería de la casa del SEÑOR. Pero Josué les perdonó la vida a Rajab, la prostituta, y a todos sus parientes. Sus descendientes han vivido en Israel hasta hoy porque escondió a los mensajeros que Josué había enviado a espiar en Jericó.
El diario de Rajab
Terminamos esta devocional volviendo a Rajab, leyendo sus pensamientos en cuanto a la derrota de Jericó y el comienzo de una nueva vida para ella, en forma de diario personal ficticio.
Derrotan la ciudad- ¿marchando?
Por seis días, los hebreos marcharon alrededor de la ciudad. No entendí lo que estaban haciendo, pero cada vez que comenzaron, toda mi familia se reunió en la casa. El primer día, unos se burlaban, que no iban a hacer nada marchando. Oí trompetas y el sonido de sus pies. Quería que los dos hebreos que conocí nos rescataran ya, pero se fueron. Así pasó el día siguiente también. Pero el séptimo día, seguían marchando y marchando. Mi tío quiso salir, pero nos encerré dentro. No sé por cuánto tiempo marcharon, pero de repente, la marcha paró, oí gritos fuertísimos, y sentí la tierra moverse debajo de mis pies. Me caí al piso, y miré por la ventana, desesperada por ver la cuerda roja. Pero allí estaba, colgando firmemente. Unos momentos pasaron y escuchamos mucho ruido afuera, de soldados y espadas, gritos y caos. Olí humo y sangre. Después de un rato, la puerta de la casa se abrió por una patada y vi a los dos hebreos que prometieron rescatarnos. Todos salimos y vimos cómo Dios había destruido la muralla, la única parte que restaba era la parte conectada con nuestra casa.
Una nueva vida
Nos trajeron al campamento de los hebreos. Conocimos a Josué, quien me agradeció por mi ayuda. Nos ofreció quedarnos y aceptamos. Después de ver a Jericó destruido, mi familia jamás dudó del poder de El Dios de los hebreos, quien ahora es nuestro Dios también. Después de ser rescatados por los espías, mi familia y yo comenzamos a vivir una nueva vida con los hebreos. Dejamos todo, nuestras pertenencias, nuestros dioses, y nuestros oficios, todo lo que a Él no le agrada.
Mi historia tiene un final muy bonito. Aunque siempre quería casarme con un buen hombre y tener una familia, nunca pensé que eso acontecería. Los hombres no se casan con rameras. Pero conocí a Salomón y nos enamoramos. Me dijo que ahora que creo en Dios, nada más importa, que mi pasado es un recuerdo, pero no es quien soy, ni mi futuro. Y ¡nos casamos! Ahora soy esposa y madre, no una prostituta. Poco a poco estoy aprendiendo sobre Dios y le enseñamos a nuestro hijito Booz (Mateo 1:5) a poner su fe en El.
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Además de ser un ejemplo de fe en Dios, Rajab está en la línea de Jesús, era antepasada de José, padre terrenal de Jesús. En la próxima devocional, leeremos como un soldado no obedeció las instrucciones de Dios de no tomar nada del botín de la batalla, y los resultados desastres de su desobediencia.