¿Quién era Acán?

Ver, codiciar, y esconder

En la devocional anterior, los israelitas derrotaron a Jericó. Obedecieron las instrucciones de Dios, marchando alrededor de la ciudad impenetrable por siete días, y al séptimo día, Dios derrumbó las murallas. Fue una victoria total para Israel. Recordamos que Josué les dio instrucciones muy específicas de no tomar ningún despojo de la guerra; de eso de trata esta devocional. Un hebreo, Acán, desobedeció, tomando unos despojos de guerra y el resulto devastador que tuvo.

La historia de Acán no se trata de un hombre malvado, sino un hombre que faltaba la fe en las promesas y provisión de Dios. Cuando enfrentó la tentación de robar y encubrirlo, escogió ser un ladrón en vez de quedarse con las manos vacías confiando que las instrucciones de Dios eran mejores que su deseo. No creo que Acán jamás pensara en las consecuencias devastadoras de sus acciones. Esta historia es una que todos enfrentamos: la decisión de obedecer a Dios o hacer lo que nos parezca mejor.

El mandato de Dios para Su pueblo antes de atacar a Jericó 

Antes de que el pueblo de Israel atacara a Jericó, Dios le mandó a Josué comunicarles a todos que no debieran tomar ningún despojo de guerra y que debían matar y quemar a todo y toda la gente (menos a Rajab y su familia). Dios los instruyó llevar todos los despojos de plata, oro, y otros metales a la tesorería del Señor. Si tomaran lo que perteneció a Dios, Él les advirtió que traerían destrucción a todo el pueblo. Todos recibieron el mismo comunicado; no hubo ningún malentendido. Pero no todos obedecieron el mandato de El Señor. Acán, de la tribu de Judá, se llevó unos despojos de Jericó, desobedeciendo a Dios y desafiando el liderazgo de Josué. Comenzamos la historia leyendo el pecado de Acán.

Tomó algunas cosas de lo que estaba consagrado a la destrucción

Josué 7:1: Pero los israelitas no obedecieron la orden con respecto a lo que tenía que quedar sólo para el SEÑOR o ser destruido como ofrenda. Un hombre de la tribu de Judá llamado Acán, …tomó algunas cosas de lo que estaba consagrado a la destrucción. Eso hizo que el SEÑOR se pusiera furioso con los israelitas.

La débil Hai los derrotó

El texto nos dirá más adelante que Acán escondió oro, plata, y una túnica babilonia debajo de su tienda. Creo que su familia tenía que saber lo que hizo, quizás ayudándolo a cavar un hueco en la arena, metiendo todo y esperando que algún día pudieran hacer alarde de sus riquezas.

El texto nos dice que después de la victoria en Jericó, Josué envió a unos hombres para espiar a la ciudad de Hai para que pudiera crear una estrategia de batalla. Los espías regresaron, diciéndole que los israelitas podrían tomar la ciudad con facilidad con tan solo 3,000 soldados. En vez de consultar a Dios, Josué mandó los 3,000 soldados para atacar a Hai, pero para sorpresa de todos, el ejército de Hai derrotó a los israelitas fácilmente, matando a unos 36 soldados. No se esperaba eso; ni siquiera Hai lo esperó. En su enojo con Israel, parece que Dios fortaleció a Hai, un pueblo pequeño y débil. Quizás si Josué lo hubiera consultado antes, Dios le habría revelado el pecado, así evitando un desastre de altas proporciones.

El luto

Cuando Josué se enteró de la derrota, de inmediato comenzó el luto, pidiéndole a Dios por qué fracasaron cuando Él los había mandado a tomar posesión de la tierra prometida. ¿Era injusto de Dios quitarles Su protección y dejar que unos soldados murieron? Pienso que hubiera sido injusto si estuvieran siguiendo las instrucciones del Señor- pero no lo consultó. No vemos a Josué hablando con El Señor, pidiéndole qué estrategia debían seguir, sino que decidiera por su propia cuenta utilizar la misma estrategia que funcionó con Jericó. Si Josué hubiera rezado antes de atacar a Hai, me imagino que Dios le habría instruido lidiar con el pecado de Acán antes de hacer cualquier plan militar. Opino que Josué compartiera una parte de la culpa por no haber consultado a Dios. Cuando Josué rezó, Dios le dijo por qué fueron derrotados. Continuamos con el texto, leyendo lo que Dios le dijo a Josué. 

Han robado, han mentido, y las han puesto entre sus pertenencias

Josué 7:11-12: ─Israel ha pecado y ha roto el pacto que les ordené. Han tomado algunas de las cosas que les ordené destruir, han robado, han mentido, y las han puesto entre sus pertenencias. Por eso los israelitas no son capaces de enfrentar a sus enemigos, sino que huyen de ellos porque han actuado mal y han sido condenados a la destrucción. Yo no voy a ayudarles más, a menos que destruyan todo lo que les ordené que fuera destruido.

El pecado revelado

El texto nos dice que Dios le instruyó a Josué mandar al pueblo de purificarse, y al día siguiente todos se presentarían por tribus; El Señor le mostraría a Josué quién era el culpable. Por romper el pacto que hizo con los israelitas, Dios le instruyó que el culpable, toda su familia, todos sus animales y pertenencias tendrían que ser quemados. Josué hizo exactamente lo que El Señor había mandado. Tribu tras tribu pasaron ante Josué y Dios le señaló la tribu de Judá. Luego pasaron las familias, una por una, y Dios le señaló la familia de Zabdí. Continuamos con la historia, cuando la familia Zabdí se presentó ante Josué y El Señor.

Confiesa lo que has hecho

Josué 7:18-20: Luego Zabdí trajo a su familia, hombre por hombre y fue señalado Acán hijo de Carmí y nieto de Zabdí de la tribu de Judá.

Entonces Josué le dijo a Acán:—Hijo mío, di la verdad aquí ante el SEÑOR Dios de Israel y confiesa lo que has hecho. Dímelo y no me ocultes nada.

Entonces Acán le contestó a Josué: —Es verdad, he pecado contra el SEÑOR, el Dios de Israel. Esto fue lo que hice: Entre las cosas que capturamos, vi un bello manto de Babilonia, 200 monedas de plata, y una barra de oro que pesaba más de medio kilo. Me gustaron mucho, así que las tomé y las enterré debajo de mi carpa, la plata está debajo de todo.

Vi, me gustaron, las tomé y las enterré

Después de regresar al campamento, Acán vio los despojos, le gustaron, los codició y los tomó. Juzgó por sí mismo que era una pérdida quemar el bello manto, y ¿para qué dar a Dios aún más oro y plata cuando iba a tener tanto tesoro? No le faltarían unas cuantas cositas. Más que nada, su pecado fue una falta de fe que Dios le proveería todo lo que necesitaba si tan sólo obedeciera. Hasta este punto, Acán había tenido muchas oportunidades para confesar su pecado públicamente y arrepentirse. A lo mejor Dios hubiera sido misericordioso y quizás habría terminado diferente. Pero nunca confesó ni pidió perdón.

No disfrutó de lo que robó

Notamos que además del oro y la plata, Acán también tomó un manto babilónica. Allí vemos el problema que todos tenemos cuando robamos y mentimos: ¿dónde vamos a poder disfrutar plenamente de lo que hemos robado sin que nuestro pecado nos acuse? Un manto babilónica hubiera sido muy diferente a lo que los hebreos se acostumbraban a llevar, así que Acán no pudiera haberlo llevado a ninguna parte, ni podría vendérselo a otro hebreo. Se supone que no podría usar la plata ni el oro tampoco si quería evitar las preguntas, especialmente si tuviera monedas con una inscripción de su origen.

 

Acán tenía muchas riquezas debajo de su tienda, pero no podía disfrutar de ninguna. Imagino que el único placer que Acán recibió de los despojos fueron en la oscuridad de la noche, cuando todos ya se habían acostado. A tientas cavó bajo su tienda y abrió la caja en que contenía su tesoro. Intentando no hacer ningún ruido, se probó el abrigo, contó la plata, y pesó el oro en la mano, todo el tiempo imaginando cómo sería su vida si pudiera lucir sus riquezas.

No creo que Acán fuera un mal hombre; a lo mejor pensaba que merecía una recompensa por haberse arriesgado la vida en la batalla, aunque Dios les había prometido la victoria. Pero, su error más grande era no tomar a Dios y Su palabra en serio. En el desierto había testificado muchos milagros, incluso la maná que Dios les envió cada día. Como su familia no lo entregaron, era su cómplice, y por eso Dios mandó que toda su familia fuera matada junto con él. Después de su confesión, Josué envió unos hombres a la tienda de Acán para recuperar las cosas que robó. Pusieron todo ante los ojos de todos; las familias que acaban de perder a un miembro de su familia por culpa de su desobediencia lo miraron furiosos. Continuamos con el castigo de Acán.

Perdió todo

Josué 7:24-26: Luego Josué y los israelitas agarraron a Acán… con la plata, el abrigo, la barra de oro, sus hijos, sus hijas, su ganado, su burro, sus ovejas y su carpa y todo lo que le pertenecía. Lo llevaron al valle de Acor y Josué le dijo:

—¿Por qué nos trajiste destrucción? Hoy el SEÑOR te traerá la desgracia a ti.

Entonces todos los israelitas los mataron a pedradas y los quemaron. Luego apilaron muchas piedras sobre sus cuerpos, y el montón de piedras permanece allí hasta hoy. …Así el SEÑOR dejó de estar enojado con ellos.

Si Acán no hubiera pecado, habría vivido para disfrutar de unos despojos. A fin de cuentas, en la victoria que tuvieron la segunda vez que atacaron a Hai, (después del castigo de Acán), Dios los instruyó quedarse con los despojos. En la próxima devocional, veremos la derrota de Hai.   

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