La destrucción de Hai
Los israelitas engañan a Hai y la derrotan
Por el pecado de Acán, Israel fue derrotado por Hai, un pueblo pequeño y débil. Después de lapidar a Acán y todos los suyos, Dios ya no estaba enojado con Israel. En esta devocional, Israel atacará a Hai de nuevo, pero con un resultado bendito por Dios. Leemos la batalla entre Israel y Hai desde la perspectiva de un diario personal ficticio de Josué, basado en el libro de Josué ocho.
Soy Josué, el líder de Israel
Después de la derrota devastadora con Hai, y el pecado de Acán, estaba sacudido y desilusionado. La verdad, no pude dormir. Me pregunté, ¿Quién más nos ha traicionado? Pero Dios me confortó, como siempre, diciéndome que no tema ni me desanime. Esto es lo que El Señor me dijo:
No tengas miedo ni te desanimes
Josué 8:1-2: Luego el SEÑOR le dijo a Josué: «No tengas miedo ni te desanimes. Lleva contigo todo el ejército y ve ahora hasta Hai. Fíjate, voy a entregar en tus manos al rey de Hai, su gente, su ciudad y su tierra. Harás con Hai y con su rey lo que hiciste con Jericó y con su rey, sólo que esta vez podrás quedarte con su riqueza y sus animales como botín para ustedes. Prepara una emboscada desde atrás de la ciudad».
Voy a entregar a Hai en tus manos
¡Que alivio que El Señor ya no esté enojado con nosotros por el pecado de Acán! Esta vez, en cambio de hacer lo que los espías me recomendaron, voy a hacer lo que Dios me instruyó. Esta vez voy a llevar a todo el ejército a luchar contra Hai, no tan solo 3,000. Creo que fue arrogante de mi parte, uno, no consultar a Dios antes de tomar la decisión, y dos, tan solo enviar 3,000 hombres, y yo ni siquiera los acompañé. Esta vez todo será como Dios manda. Dios me reconfortó tanto, asegurándome que nos entregará al rey y todos sus sujetos. Pero, me dijo que esta vez, podríamos quedarnos con el botín de la guerra, su oro, plata, joyas, y sus animales, para añadirlos a los nuestros. Si Acán tan solo pudiera esperar un tantito, habría recibido lo que tanto anhelaba.
Esta vez, voy personalmente a Hai. Escogí 30 000 de mis mejores soldados, los más listos y preparados, y los envié por la noche hacia Hai. A unos, les ordené preparar una emboscada desde atrás de la ciudad, y que no se alejen de sus posiciones. Esto es lo que les dije:
El plan
Josué 8:5-8: Yo con toda la gente que me acompaña me acercaré a la ciudad. Cuando salgan contra nosotros, huiremos de ellos, como antes. Luego ellos nos perseguirán hasta que los alejemos de la ciudad, porque pensarán: “Están huyendo de nosotros como lo hicieron antes”. Así que nosotros huiremos de ellos, entonces ustedes saldrán de su escondite y tomarán la ciudad. El SEÑOR su Dios les entregará la ciudad a ustedes. Y cuando hayan tomado la ciudad incéndienla, tal como el SEÑOR ha ordenado. ¡Vayan! Ustedes ya tienen mis órdenes».
Van a pensar que somos unos bobos
Los de Hai van a pensar que somos muy tontos, que pueden derrotarnos fácilmente, pero no saben que esta vez El Comandante del Ejercito de El Señor está con nosotros. La verdad, no me importa lo que piensen de nosotros. ¡Dios nos prometió la victoria! Cuando los de Hai salgan a atacarnos, vamos a fingir que sean demasiado fuertes para nosotros y vamos a retroceder al desierto. Van a perseguirnos, pensando que nos vencerán. Cuando ya hemos huido al desierto, el ejército saldrá de su posición escondida. Mientras los de Hai nos persiguen, nuestros soldados entrarán en Hai y encenderán a toda la ciudad, como hicimos con Jericó. Opino que Dios nos mande a quemar todo porque hay tantos dioses, hay tanta maldad que la única forma de purificar la ciudad es destruirla totalmente, no dejando ni un rastro, para comenzar totalmente de nuevo.
El grupo que prepara la emboscada ya se fue a su escondite entre Betel y Hai, pero pasé la noche con el ejército. Me preguntan ¿Por qué acompañas al ejército? ¿No eres el líder de los hebreos? Pero a mi me gusta estar con el ejército, que me vean, que sepan que estoy con ellos, que no me creo mejor que nadie. Si alguien no obedece las órdenes de Dios, es mejor que esté allí para corregirlo de inmediato.
La mañana siguiente, me desperté tempranito. La verdad, a mi me encanta madrugar, aun cuando no estemos en tiempos de guerra. Cuando todos todavía están durmiendo, me gusta hablar con Dios en la paz del amanecer. Y antes de cruzar el río Jordán, me gustaba ser el primero en ver la maná por el suelo. Reuní a todos y marché en frente del ejército. Los ancianos de Israel marcharon conmigo. Cuando llegamos a Hai, tomé 5000 hombres y los escondí entre Betel y Hai, cerca de los otros que estaban escondiéndose.
Acercarnos tanto a Hai, pero no los intimidamos, al contrario, pero tuvo el efecto deseado. Como pensábamos, el rey de Hai nos vio, y salió con toda su gente para derrotarnos rápidamente, de una vez por todos. Estaban tan animados. Aunque era de madrugada, pude ver su sonrisa tan arrogante mientras gritaba << ¡Maten los hebreos, la muerte a Israel!>> Creo que Dios hizo que todos los hombres de Hai salieran. No sabían que había una emboscada que iba a destruir su ciudad. Comenzamos a pelear con ellos; la verdad, sus soldados no son muy buenos ni bien entrenados. Dios realmente nos castigó perder contra ellos.
Después de pelear un rato, fingimos ser vencidos por ellos, y empezamos a huir hacia el desierto. Como pensábamos, nos persiguieron, gritando su victoria. El plan funcionó; sacamos a todos de la ciudad. Sin pensarlo dos veces, dejaron la ciudad abierta para que nuestros soldados salieran de sus escondites y encendieran toda la ciudad, menos las riquezas y animales, claro, vamos a llevarnos todo esto. Mientras estábamos en el desierto, Dios me habló de nuevo. Esto es lo que me dijo:
Apunta hacia Hai la espada que tienes en tu mano, porque te la entregaré
Josué 8:18-19: Entonces el SEÑOR le dijo a Josué: «Apunta hacia Hai la espada que tienes en tu mano, porque te la entregaré». Así que Josué apuntó hacia la ciudad la espada curvada que tenía en su mano. Luego los hombres de la emboscada salieron de su escondite y corrieron hacia el frente tan pronto como Josué estiró su brazo. Ellos entraron a la ciudad, la capturaron y la incendiaron rápidamente.
Capturamos a Hai y la incendiamos
Estoy tan agradecido que Dios siga hablándome, instruyéndome a apuntar mi espada hacia Hai. No dejo de apuntarla aun cuando los hombros me dolían y pensé que iba a soltarla. Sostuve a mi espada en el aire hasta que todos de Hai fueron totalmente destruidos, no me importa que algunos dijeron que eso no tiene sentido, obedecí a Dios. Desde el lugar en el desierto donde apunté la espada, podía ver los hombres de Hai mirando atrás, y las miradas de horror cuando vieron el humo y la cenizas de lo que era Hai levantarse al cielo. De repente, sus miradas cambiaron cuando se dieron cuenta de la trampa en que cayeron. Pero ya era demasiado tarde, no hubo escapatoria. Cuando el ejército y yo vimos el humo, dejamos de huir y comenzamos a luchar de nuevo. Peleamos hasta matarlos a todos, se estima unos 12 000 hombre y mujeres, o sea, toda la población de Hai, menos el rey.
Tuvimos un castigo especial para el rey que participó en tanta maldad. Lo capturaron y lo llevaron ante mí. Les pregunté a mis soldados qué deberíamos hacer con él. Colgamos al rey de un árbol hasta la tarde. Su última vista fue de su ciudad quemándose, en cenizas. En su último momento, podía sentir el calor del fuego, sus ojos llenos de lágrimas de humo, miedo, y muerte. Al atardecer, ordené que bajaran su cuerpo y lo pusieron a la entrada de las ruinas de Hai. Lo enterraron bajo unas rocas, como una advertencia para cualquier otro pueblo en Canaán: si te metes con el Dios de los hebreos, eso es lo que puedes esperar.
Dios siempre cumple sus promesas. Esta vez sí era diferente que la primera, la obediencia es todo. ¡Dios es tan fiel, tan bueno! La historia de Hai termina así:
Josué 8:27: Los animales y los objetos de valor de esa ciudad quedaron en poder de la gente de Israel como botín, tal como el SEÑOR le había dicho a Josué.