La primera Pascua y la muerte de los primogénitos no protegidos

Un cordero sacrificado, una cena apurada, y la muerte de los primogénitos

En la devocional anterior, Egipto ya estaba en ruinas. Apestaba por tantos muertos en las calles y había muy poca comida; la mayoría de los egipcios querían que los israelitas se marcharan ya. Para empeorar la situación, Dios le mandó dos plagas más al faraón: las langostas que comieron lo poco que había y tres días enteros de oscuridad total. Después de esto, Dios le habló con Moisés, diciéndole que iba a mandar una última plaga a Egipto, esa misma que le había mencionado al principio mientras le hablaba desde el arbusto que quemaba sin consumirse. Dios le dijo que la última plaga será tan horrenda que el faraón mismo los echará de Egipto. Les instruyó que todos los israelitas debieran pedir oro, plata y joyas a los egipcios en preparación para su salida, y ellos se los dieron. Como veremos más adelante, usarán los tesoros de Egipto para adornar el tabernáculo, construir un becerro de oro, y hacer los efodés y otros artículos utilizados en la adoración de Dios. Tenían miedo de El Dios de los hebreos y consideraron a Moisés como un gran líder, quizás mejor que el suyo.

Moisés fue al palacio una última vez, a pesar de que el faraón le dijera que la próxima vez que lo viera, lo mataría. El faraón le permitió entrar y le comunicó la última plaga. Comenzamos la historia de la última plaga con lo que Moisés le advirtió al faraón qué iba a acontecer si no los dejara libres.

Todos los primogénitos van a morir

Éxodo 11:4-6: Moisés le dijo al faraón:

—El SEÑOR dice: “Alrededor de la medianoche voy a pasar por todo Egipto, y todos los hijos mayores de todas las familias van a morir. Desde el hijo mayor del faraón que está sentado en su trono, hasta el hijo mayor de la esclava que trabaja en un molino. También morirá el hijo mayor de cada animal. En todo Egipto se gritará de dolor, como nunca antes se ha hecho ni se hará jamás…

En todo Egipto se gritará de dolor

Moisés continuó, contándole al faraón que Dios iba a proteger a los israelitas, que ninguno del pueblo del Señor moriría en esta plaga, pero claro, no se le contó cómo iban a protegerse para que los egipcios no hicieran lo mismo. Pero, por motivos que discutiremos más adelante, aun si supieran cómo protegerse de esta plaga, por miedo de sus dioses, no lo hubieran hecho. Moisés nos dice que se retiró muy enojado de la presencia del faraón, pero no dice por qué estaba enojado. A lo mejor el faraón lo insultó, o lo amenazó o lo echó otra vez, o quizás fue un enojo justo por lo orgulloso y arrogante que era el faraón, y que muchos en Egipto iban a sufrir una pérdida irreversible por su culpa. Dios lo puso aún más terco, y negó dejar que los israelitas se fueran. Aunque había sido testigo de nueve plagas anteriores, todavía ciego del orgullo, pensó que el Horus Vivo podría mantener el equilibrio cósmico y esta vez nada pasará. Pero estaba muy equivocado.

¿Cuándo y cómo?

¿Había animales vivos en Egipto después de la plaga del ganado y la granizada? A lo mejor estaba hablando de los animales silvestres, como serpientes y aves, las cuales representaban otros dioses para los egipcios. Moisés compartió más detalles específicos sobre esta plaga que las demás: sabía que iba a pasar a medianoche, y que tan sólo afectará a todos los primogénitos; lo único que no sabía fue cuál día y cómo los iba a matar. ¿Los hijos mayores simplemente iban a desaparecer, así que jamás podrían entrar en el egipcio mundo de los muertos? En todo Egipto, no se hablaba de otro tema.

Hasta este punto, aun sin creer en Dios, la mayoría de los egipcios creían que un poder que no fuera uno de sus dioses había cumplido todas sus promesas sobre las plagas, y ya habían sufrido mucho. Quizás unos nobles fueran al palacio para rogarle al faraón que cediera. Quizás los egipcios más ricos intentaron escapar a países vecinos como a Nubia. Pero para la mayoría de los egipcios, no les quedaba de otra; tenían que aguantar el hambre, participar en la asquerosa limpieza de su ciudad, y no dormir para nada en la noche, guardando a sus primogénitos, abrazándolos con fuerza.  Cuando la medianoche pasó, suspiraron aliviados, pero angustiados por lo que vendría mañana.

No pasó nada

Pasaron varios días y no pasó nada.  Aunque el texto no nos dice, fue probable que el faraón tuviera varios hijos con la reina y con concubinas del harén; no creo que fuera inmune a la preocupación por su primogénito. Seguramente el faraón pensó que todo fue una ilusión creada por Moisés y por fin todo iba a volver a la normalidad. Los egipcios no tenían nada que comer, pero comenzaron el proceso de limpiar los cuerpos flotando en charcos de sangre y granizo derretidos. Mientras los egipcios limpiaban, los israelitas hicieron preparaciones para la primera pascua que iban a celebrar antes de salir de Egipto. Dios le dio a Moisés instrucciones muy específicas sobre los preparativos necesarios, y así siguiéndoles al pie de la letra, estarían protegidos de la plaga. En el día indicado, cada hombre de la familia iba a sacrificar uno de sus corderos de buena salud. Tomaron un poco de su sangre y la untaron por todo el marco de la puerta donde iban a comer la carne asada con hierbas amargas y pan sin levadura, levadura representando el pecado. Si había carne que sobró, tenían que quemarla. Continuamos la historia leyendo otros preparativos que Dios les dio para la primera Pascua.

Preparativos para la Pascua

Éxodo 12:11-13: Cuando lo vayan a comer estarán vestidos así: la ropa ceñida a la cintura, las sandalias puestas y el bastón en la mano. Tienen que comer rápido porque es la Pascua del SEÑOR. »Esa noche, voy a pasar por todo Egipto y voy a matar a todos los hijos mayores, tanto de los seres humanos como de los animales. Voy a juzgar a todos los dioses egipcios. Yo soy el SEÑOR.  La sangre en los marcos de sus puertas será mi señal: cuando la vea pasaré de largo. No habrá ninguna plaga que los destruya a ustedes cuando yo ataque Egipto.

La sangre en los marcos de sus puertas será mi señal: cuando la vea pasaré

Esta fue la primera Pascua, y desde aquel día, ha sido una celebración de generación en generación, comiendo cordero y pan sin levadura. En preparación para la Pascua, hay que quitarse toda la levadura de la casa y no comerla por los siete días indicados. Posiblemente, unos egipcios que vivían cerca de Gosén vieron el movimiento de los hebreos y se enteraron de que iban a matar a unos cabros y pintar los marcos de sus puertos con la sangre, pero no pudieron hacer lo mismo. Para los egipcios, los cabros representaban al dios Khnum, y derramar su sangre sería blasfemia.

Dios tenía más instrucciones para Su pueblo; continuamos la historia de la primera Pascua.

Untar sangre, quédese en casa, y el Destructor pasará

Éxodo 12:21-23: Moisés llamó a todos los líderes de Israel y les dijo: «Vayan a buscar un cordero para sus familias y mátenlo para celebrar la Pascua. Tomen un ramo de hisopo y sumérjanlo en la sangre que está en la vasija. Unten con sangre los lados y la parte superior del marco de la puerta. Ninguno de ustedes debe salir de su casa antes de que amanezca.  Cuando el SEÑOR pase matando a los egipcios, verá la sangre en todo el marco de la puerta y pasará de largo por esa casa. Así el SEÑOR no dejará que el Destructor entre en sus casas a matar. 

El Cordero y El Mesías

Dios les instruyó poner el cordero elegido dentro de su casa para que vivieran con él por cuatro días. En el lapso de cuatro días, seguramente los niños jugarían con él, todos le hablarían, lo alimentarían, hasta le pondrían un nombre. Cuando vino el momento en que cada hombre de la casa tuvo que sacrificarlo, no sería como sacrificar un animal, sino una mascota. Los niños llorarían, implorando que su papá no lo hiciera, y su esposa procuraría ser valiente, pero tendría lágrimas en los ojos. Dios quería que les costara algo sacrificar el cordero, como años después, le costaba todo a El Mesías ser sacrificado por nosotros. El cordero sacrificado, con su sangre untado sobre el marco de la puerta, será la señal para el Destructor de pasar esta casa. El cordero sacrificado para evitar la muerte será repetido años después cuando Dios envió Su único hijo, Nuestro Mesías, para tomar el castigo que merecemos, la muerte. Dios enfatizó la importancia de recordar esa noche en la Pascua cada año, contárselo a futuras generaciones, de cómo Dios protegió a los suyos del Destructor. Y así aconteció. Mientras los israelitas comieron los corderos asados, las hierbas amargas y el pan sin levadura, a medianoche, un ángel Destructor mató a todos los primogénitos en Egipto. Terminamos esta historia leyendo cómo el faraón reaccionó con la muerte de su amado hijo mayor.

Cuando el reloj marque la medianoche

Éxodo 12:29-30: A medianoche, el SEÑOR mató a todos los hijos mayores que había en Egipto, desde el hijo mayor del faraón que estaba sentado en su trono hasta el hijo mayor del prisionero que estaba encerrado. También mató a los hijos mayores de los animales. El faraón y todos sus servidores en todo Egipto se levantaron y esa noche lloraron llenos de dolor. No había una sola casa donde no hubiera muerto alguien.

No había una sola casa donde no hubiera muerto alguien

Quién mató a los primogénitos, ¿Dios, o un ángel llamado Destructor, o un demonio? Podría ser que Dios mismo los mató, o que usó un demonio para matarlos, o que envió uno de Sus ángeles a destruir todos los primogénitos que no estaban protegidos por la sangre del cordero. Cualquier sea el caso, a medianoche, cuando el mayor hijo del faraón tomó su último aliento, seguramente el faraón se dio cuenta que El Dios de los hebreos es Dios. Como el faraón sobrevivió esta plaga, sabemos que no era un primogénito. A lo mejor tenía un hermano mayor que ya falleció, y por eso estaba en el trono. El texto nos dice que no había ni una casa egipcia donde no hubiera muerto alguien, lo cual nos dice que ninguna casa egipcia participó en la Pascua. Fue exactamente cómo Dios se lo anunció a Moisés. Y por fin, después de tanta destrucción, el faraón cedió. En la próxima devocional, veremos la tan esperada salida de los israelitas de Egipto.

Evelyn Bou

Empatizo con el caos que el dolor traiga. Sé lo que es tratar de utilizar los recursos disponibles para mejorar, al terminar sintiéndose frustrada y aún más sola. Aprendí tanto sobre el dolor que me convertí en una coach certificada en el duelo y las relaciones, y profesional del trauma, con la esperanza de ayudar y brindándoles apoyo emocional a otras mujeres cristianas.

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