Los israelitas salieron de Egipto
Esclavos no más: la salida de los israelitas hacia la tierra prometida
En la devocional anterior, los israelitas celebraron la primera Pascua mientras todos los primogénitos de Egipto murieron. Los israelitas cumplieron todas las instrucciones del Señor para la Pascua al pie de la letra, untando la sangre de un cordero por el marco de la puerta de sus casas, y siguiendo sus instrucciones de qué comer y cómo. Pero afuera de Gosén, los egipcios estaban lamentando; el texto nos dice que no había ni una casa egipcia donde no hubiera muerto alguien. Por sufrir diez plagas y sin la oportunidad de terminar la limpieza ni reconstruir, Egipto era un desastre. No parecía el país que era antes de las plagas. En medio de este caos, por fin el faraón les dio su libertad, echándolos de Egipto, tal y como Dios se lo comunicó a Moisés. Comenzamos la historia de la salida de los israelitas con la última interacción del faraón con Moisés y Aarón, esa misma noche que su hijo mayor falleció.
¡Váyanse ahora!
Éxodo 12:31-32: Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón esa noche y les dijo:
—¡Váyanse ahora y apártense de mi pueblo, ustedes y los israelitas! Vayan y adoren al SEÑOR, tal como dijeron. Llévense sus ovejas y su ganado tal como dijeron ¡Váyanse! y rueguen por mí.
¿Váyanse, pero rueguen por mí?
Las palabras del faraón fueron un poco confusas: ¿estaba echándolos para siempre o dejándolos ir por tres días? Les exigió que se fueran ahora mismo. Si los israelitas no estuvieran preparados para irse en ese instante, como quiera, que se fueran ahorita, listos o no. Pero también les dijo que se fueran para adorar a su Dios, llevándose todos los suyos y sus animales. ¿Esperó que regresaran? Y por última vez, les pidió orar por él. ¿Por qué les pidió que rogaran al Señor por él, cuando creía en muchos dioses? Hasta el faraón se dio cuenta de que cometió muchos errores en su trato de las plagas y ahora todos iban a echarle la culpa por la muerte de sus primogénitos a él. El texto no nos dice si Moisés oró por él o no.
Se fueron de prisa
Los israelitas se fueran esa misma noche, llevando todos sus animales y la riqueza de todos sus vecinos egipcios. Llevaron plata, oro, metales, joyas, telas finas, y piedras preciosas, entre otro tesoros, los cuales iban a usar en construir el tabernáculo y los artículos que utilizaran en la adoración de Dios. Los egipcios respiraron un suspiro de alivio, que por fin la causa de todas estas plagas se fuera. Como se fueron tan de prisa, llevaron el pan sin levadura y algo de agua, pero esa comida no iba a durar mucho, como veremos más adelante. A lo mejor se preocuparon por dónde iban a encontrar más agua en el desierto, pero la salida fue un momento tan esperada de mucha alegría. El texto nos dice que había aproximadamente 600 000 hombres, sin contar las mujeres y los niños, así que eran unos dos millones de personas en total. Puedes imaginar lo difícil que fuera organizar el movimiento de un grupo tan numeroso. El texto también nos dice que mucha gente de otras razas fue con los israelitas; quizás eran gente de otros pueblos que terminaron en Egipto, vendido como esclavos (como José) y ahora fue su momento de la libertad. Probablemente unos egipcios que ahora creían en el verdadero Dios, abandonaron su vida pagana para salir con ellos. Dios les instruyó que los extranjeros podrían ser considerados hebreos si se sometieran a la circuncisión. Moisés nos dijo algo curioso: los israelitas vivían en Egipto por 430 años, y ese mismo día de cumplir los 430 años, salieron de Egipto. En el tiempo de silencio entre el antiguo testamento y el comienzo del ministerio de Jesús, también fue exactamente 430 años.
Dios le comunicó a Moisés otras instrucciones para que él se las comunicara a Su pueblo. Entre ellas era nunca olvidar de ese día en que Dios los sacó de Egipto. Al conmemorar ese día, debían dedicar el hijo mayor y todos los primeros machos que les nacieran a sus animales, porque le pertenecían al Señor. Los israelitas no viajaron directamente a Canaán, por cierto, iban a tardar 40 años hasta llegar allí, por motivos que veremos más tarde. Pero, por el momento, Dios no quería que enfrentaran a pueblos enemigos. Continuamos con la historia, leyendo cuánto Dios cuidó de Su pueblo.
No quiero que regresen a la esclavitud
Éxodo 13:17-19: Cuando el faraón liberó a los israelitas, Dios no los llevó por el camino que va a la tierra de los filisteos, aunque era el camino más corto, porque pensó: «Si van por ahí, tendrán que enfrentarse en batalla y eso puede hacerles cambiar de idea y regresar a Egipto». Dios llevó al pueblo hacia el mar Rojo. Los israelitas salieron de Egipto en formación militar. Moisés se llevó con él los huesos de José porque José les había hecho prometer eso a los israelitas, diciéndoles: «Seguro que Dios va a venir a ayudarlos: cuando eso suceda, llévense mis huesos de aquí».
Libres en el desierto por la primera vez
Por su experiencia militar, Moisés organizó a todos en formación militar, y así viajaron, de modo que nadie se perdiera. Aunque Dios les mostró que Él es totalmente capaz de destruir cualquier enemigo sin la ayuda de nadie, no quería que se asustaran y procuraran regresar a la esclavitud en Egipto. Más adelante, iban a entrar en muchas batallas para conquistar la tierra prometida; pero por ahora, necesitaban ajustarse a la idea que era un pueblo libre, que desde ahora todo iba a ser diferente, sin tener que pensar en cómo luchar contra guerreros con mucha experiencia. Con la excepción de Moisés y Aarón, era la primera vez que salieron de Egipto, la primera vez que fueron libres. Antes de fallecer, José les hizo a sus familiares jurar a llevar sus huesos cuando salieron de Egipto; evidentemente se les pidió a los egipcios. José creyó tanto de que Egipto no fuera su destino final que no lo enterraron, sino pusieron sus huesos en un ataúd, no en una tumba egipcia.
El Señor mismo los guió por el camino que quería que tomaran. Durante el día, tomaba la forma de una columna de nube que los protegía de sus enemigos y del sol; de noche les daba luz y calor en forma de una columna de fuego. No los desamparó ni un instante. En la próxima devocional, veremos cómo el faraón se arrepintió de dejarlos libres y cómo Dios protegió a Su pueblo.