Las plagas de las langostas y la oscuridad

Sentado sin nada en la oscuridad

En la devocional anterior, Dios mandó tres plagas más a Egipto: la plaga del ganado, las llagas, y el granizo. Además de sufrir de poca comida, el olor de las ranas y los peces muertos y los resultados de infestaciones de piojos y mosquitos, ahora hay montones de gente y animales muertos, gente débil por recuperarse de las llagas, y todos las plantas y árboles están aplastados. La ciudad era un desastre, pero el faraón todavía estaba terco, cerrado a la realidad del único y Todopoderoso Dios−y que no fue él. Dios le contó a Moisés la razón por la cual Él le puso el corazón terco: para mostrarles Su poder y para que los israelitas les contaran el poder de Dios a generaciones futuras y creerán en Él.  

Dios mandó a Moisés y Aarón regresar al palacio para anunciar otra plaga al faraón. Ellos le advirtieron que si no los dejara libres para adorar a El Señor en el desierto, Dios iba a mandar tantas langostas que cubrirían toda la superficie de la tierra y comerían lo poco que quedó después de las moscas y la granizada. También invadirían el palacio, todas las casas, todos los negocios y comerían todo lo que hay, no sobrará una miga en todo Egipto. Moisés le entregó este mensaje y dio media vuelta para marcharse. Comenzamos la historia de las plagas de las langostas y la oscuridad con lo que los servidores le dijeron al faraón y como él respondió.

¿Todavía no se da cuenta de que Egipto está destruido?

Éxodo 10:7-8: Los servidores del faraón le dijeron:

—¿Hasta cuándo va a hacernos trampas este hombre? Deje libre a ese pueblo para que pueda ir a adorar al SEÑOR su Dios. ¿Todavía no se da cuenta de que Egipto está destruido?

Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón y les dijo:

—Vayan a adorar al SEÑOR su Dios pero antes díganme quiénes van a ir.

Bueno, hagamos un trato

Por fin, el faraón escuchó la voz de la razón: Egipto ya estaba destruido. Apestaba, había gente y animales muertos en las calles, tenían nuevas enfermedades por la falta de higiene, y había muy poca comida, con la amenaza de perder la comida que había. Vemos cómo Moisés estaba creciendo en su fe en Dios: obedeció, entregando al faraón este mensaje difícil, pero en vez de quedarse y sufrir la ira del faraón, dio la vuelta para irse. Ya no procuró suavizar el mensaje. Obedeció y salió: él no era responsable por cómo el faraón tomó el mensaje, sino dárselo. Fue la primera vez que el faraón preguntó quienes iban a ir. Moisés le contestó que todos tenían que ir a celebrar y adorar a Dios en el desierto, hasta todos sus animales. Continuamos la historia, leyendo como el faraón le respondió.  

¿Malas intenciones o un corazón duro?

Entonces el faraón les dijo:

—Claramente se ve que tienen malas intenciones. El SEÑOR realmente va a tener que estar con ustedes si creen que voy a dejar ir de Egipto a todos con sus hijos. Los hombres pueden ir a adorar al SEÑOR ya que eso fue lo que me pidieron desde el principio, pero no puede ir todo el pueblo. Luego el faraón ordenó que echaran a Moisés y Aarón de su presencia. 

El SEÑOR realmente va a tener que estar con ustedes si creen que voy a dejar ir de Egipto a todos con sus hijos

El faraón mintió: desde el principio, Moisés le comunicó que Dios quería que todos fueran al desierto para adorarlo y celebrar una fiesta para Él. El faraón nos demostró que todavía se creyó Horus Vivo, tan arrogante a pensar que El Señor podría ser intimidado por una amenaza. Recordamos que anteriormente, procuró hacer dos tratos con Dios, primero dándoles un día libre para adorar a Dios, pero dentro de Egipto, y luego dejando que se fueran a ofrecer sacrificios, pero no muy lejos. Esta vez, le dijo que permitiría que tan solo los hombres fueran, dejando a sus mujeres, niños y rebaños como garantía de que regresarían. Creo que el faraón se creyó muy generoso con este gesto; tres días libres para todos los hombres para hacer no sabía qué en el desierto, pero cuando regresaran, tendrían que compensar el trabajo perdido, trabajando el doble o hasta el triple. Mejor dejar a los hombres tener unas vacaciones y luego podrían volver a las obras, a los campos, y ser lo que siempre eran y siempre serán: esclavos, nacidos para servir cada uno de sus caprichos.

Después de hacerles esta oferta, llamó a sus guardias y les ordenó echar a Moisés y Aarón. ¿Cómo se sentían los soldados echando a dos ancianos, especialmente a Moisés, quienes muchos egipcios creían el autor de las plagas y no tan solo el mensajero de Dios? Después de ser echados del palacio, Dios le instruyó a Moisés a extender su bastón sobre Egipto y Dios hizo que el viento soplara por un día entero. A la mañana siguiente, despertaron y toda la tierra estaba cubierta con langostas.  Continuamos con la historia, leyendo sobre la plaga de las langostas.

La plaga de las langostas

Éxodo 10:14-15: Las langostas invadieron todo Egipto y se quedaron ahí. Nunca antes hubo, ni volverá a haber, tantas langostas como las que hubo ese día. Cubrieron la superficie de la tierra, haciéndola ver oscura. Se comieron todas las plantas y acabaron con todas las frutas y los árboles que había dejado la granizada. No dejaron nada.

No dejaron ni una miga

¿Por qué Dios hizo que los vientos soplaran por un día entero antes de que vinieran? Pienso que, en su gran misericordia, estaba dándole al faraón una oportunidad para arrepentirse. Pero esto no fue lo que sucedió. Como con las otras plagas, nadie jamás había visto algo parecido; había langostas, pero nunca había tantas que cubrieron la faz de la tierra, comiendo todas las plantas, toda la yerba, todas las frutas y vegetales. Ya no tenían nada que ofrecerles a sus dioses; Osiris, el dios que protegía a las cosechas, los falló. Sin poder pedir ayuda de sus dioses, el faraón no permitió que la plaga continuara por mucho tiempo.  Mandó llamar a Moisés y Aarón, suplicándoles que terminaran con esta plaga. Les declaró que cometió un pecado contra el Señor─ y contra ellos. Fue la primera vez que confesó que les hizo mal. Sin preguntarle si iba a dejarlos libres, Moisés salió y oró al Señor, pidiéndole que terminara con la plaga. Como llegaron, Dios creó un fuerte viento que los llevó a todas las langostas, echándolas al mar Rojo, sin dejar ni una. Como se esperaba, el faraón no los dejó libres, aliviado con el fin de esta plaga. Pero ahora tenía que aguantar las quejas de la hambruna que había por culpa de las plagas.

Dios no esperó mucho tiempo hasta enviar otra plaga, esta vez sin advertencia. Habló con Moisés y le instruyó extender el brazo hacia el cielo de modo que cayera una oscuridad total en Egipto, tinieblas tan gruesas que no se podía ver la mano ante los ojos. Continuamos con la historia, leyendo sobre la plaga de la oscuridad.

La plaga de la oscuridad

Éxodo 10:22-23: Entonces Moisés extendió su mano hacia el cielo y una nube de oscuridad cubrió Egipto durante tres días. Las personas no se podían ver unas a otras y nadie se levantó de su lugar durante tres días. En cambio, todos los israelitas sí tenían luz en sus casas.

Sentado en la oscuridad por tres días

Dios envió una oscuridad tan total, que ni su dios Ra pudo levantarla. Había unas tinieblas tan gruesas que sus ojos nunca se ajustaron. El texto no nos dice, pero sería lógico que encendieran antorchas, velas y lámparas, pero evidentemente, por alguna razón, no pudieron crear luz en ninguna forma; a lo mejor se les apagaron cada vez que las encendieron. En su miedo por no tener nada de luz de las estrellas, ni la luna, se quedaron todos sentados por tres días. Perdieron el sentido del tiempo. ¿Era de noche o de día? Había bebés clamando por sus madres y madres por sus hijos, pero no pudieron encontrarse por la oscuridad.

El texto no nos dice que los israelitas podrían ver el sol, las estrellas, o la luna, pero tenían luz dentro de sus casas. Ellos pudieron encender lámparas y hacer fuegos. Para los israelitas, el tiempo de tinieblas era tres días de descanso, a contar historias de sus antepasados con Dios, y esperar con alegría en sus corazones por el momento en que serían libres, ya que la mayoría de los israelitas creyeran que iban a ser libres, era nada más una cuestión de cuándo.

Hagamos otro trato

Después de tres días, el faraón ya no pudo más de quedarse sentado en su trono, sin poder ni siquiera ver su mano. Recordamos que todo Egipto apestaba y estaba sucio, pero en las tinieblas no pudieron limpiar ni hacer nada al respecto. No había comida. Estaban totalmente indefensos, sin poder hacer nada. Y realmente, eran indefensos; sus dioses eran fábulas y no contaban con la protección del único Dios, YAHVÉ. De alguna manera, el faraón pudo encontrar algunos soldados para hacerles visitar a Gosén, a buscar a Moisés y Aarón y hacerles venir ante él. Cuando llegaron, el faraón cedió de su declaración que tan solo dejara que los hombres fueran al desierto, añadiendo que podrían llevar a sus esposas e hijos, pero tendrían que dejar atrás a sus ovejas y ganado, claramente como una garantía de su regreso. Recordamos que los israelitas tenían muchos rebaños; cuando llegaron a Egipto hace más de 400 años, el faraón en aquel tiempo los puso encargados de su ganado también, desde que para los egipcios ser pastor era un trabajo bajo y sucio.

Moisés le replicó que tenían que llevar todo, incluso sus animales, porque no sabrían exactamente qué les requería antes de llegar a la ubicación indicada por Dios. Pero Dios endureció el corazón del faraón. Terminamos esta historia con el final de estas dos plagas leyendo el intercambio entre el faraón y Moisés.

¡Lárgate de aquí!

Éxodo 10:28-29: Luego el faraón le dijo a Moisés:

—¡Lárgate de aquí y ten cuidado! ¡No vuelvas a venir a verme porque el día que lo hagas, morirás!

Entonces Moisés le dijo al faraón:

—Tienes razón, ¡no volveré a verte!

¡Hasta nunca!

El faraón se puso tan furioso que echó a Moisés para siempre, declarando que si volviera a verlo, lo mataría. En vez de ser tímido, la respuesta frustrada de este hombre “lento para hablar” fue sorprendente: ¡Hasta nunca! En la próxima devocional, veremos la última y más horrenda plaga, la muerte del primogénito. 

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