Los hombres estaban locos por Sara

¿La belleza realmente es una bendición?

Vamos a continuar nuestro estudio en Génesis con una devocional un poco diferente, examinado cómo sin querer, Sara, la esposa de Abraham, atraía a los hombres y cómo sus reacciones a ella era una prueba de la fe de ambos Abraham y Sara.  

Esta devocional es parte de nuestra serie en Génesis. Si no has leído las devocionales anteriores en la serie, te invito a leer sobre la creación, Adán, Eva, sus hijos Caín y Abel, los hijos de Dios, Noé en el diluvio, la torre de Babel, Téraj, el padre pagano de Abraham,  el misterioso sumo sacerdote Melquisedec, la visita del Señor a Abraham, y Lot, el sobrino de Abraham que vivía en Sodoma.

La viejita bella 

Aunque vieja, Sara era una mujer sumamente bella, tan hermosa, que al verla, hombres poderosos no podían controlar su deseo de poseerla. Al salir de Ur, Abram le había pedido que adondequiera que se fueran, que le dijera a todo el mundo que ella fuera su hermana en vez de su mujer. En efecto, Sara era su media hermana, tenían el mismo padre. Abram razonaba que, si todos pensaran que ella fuera su hermana, no lo matarían para poseerla. Y su plan funcionó─ hasta cierto punto. Sara cumplió con su deseo, mintiendo a los hombres, incluso al faraón y a un rey. Vemos lo egoísta que era su marido, poniendo la vida de su esposa en riesgo mientras recibió un dote por su mujer. Aunque Dios le había prometido a Abram darle la tierra de Canaán y hacerle el padre de tantos descendientes que serían más numerosos que la arena, Abram no le confió la protección de su esposa. En Canaán, hubo una sequía y escasez de comida. Sin consultar a Dios para que Él proveyera, decidió ir a Egipto. Allí, el faraón, con el consentimiento de Abram, tomó a su esposa y la hizo suya. Comenzamos la historia viendo la falta de fe en Dios de Abraham, dejándola ser mujer del propio faraón.

El faraón fue muy amable con Abram

Génesis 12:15-20: Cuando los funcionarios del faraón la vieron, le contaron al rey lo hermosa que era. Entonces llevaron a Saray a la casa del faraón. Gracias a Saray, el rey fue muy amable con Abram, quien adquirió ovejas y cabras, ganado, asnos, esclavos, esclavas, asnas y camellos.

Luego el SEÑOR mandó una epidemia sobre el rey y su gente por haber tomado a Saray, la esposa de Abram. Entonces el faraón llamó a Abram y le dijo: «¿Qué rayos has hecho? ¿Por qué no me dijiste que ella era tu esposa? ¿Por qué me dijiste “¿Ella es mi hermana”, para que yo me casara con ella? Ahora aquí está tu esposa, tómala y vete». Entonces el rey dio órdenes con respecto a Abram para que lo dejarán seguir su camino a él y a su esposa junto con sus posesiones.

Aquí está tu esposa, tómala y vete

Aunque el texto no nos dice, si el faraón la llevó a su harén, es muy probable que se acostó con ella. Imagina cómo Saray se sintiera, ni sabiendo si jamás fuera a regresar a su familia, sintiéndose desleal a su marido, pero sin otra salida. Tuvo que raparse el cabello como hacían en Egipto, vivir alrededor de muchos dioses falsos, y seguir el culto de ellos. Siendo una extranjera, quizás nadie en el harén hablara su idioma. Es posible que se burlaron de ella por adorar a un solo Dios, por llevar ropa extraña, por tener un olor de polvo y ovejas, y por tener muchos más años que todas las otras concubinas. Pero a la vez, la envidiaron por atraer la atención de Oros Vivo. De alguna forma, el faraón se enteró de que Saray fuera la esposa de Abram, quizás de forma directa o quizás por el chisme. No sabemos qué epidemia fuera, pero fue la suficiente dura de modo que el faraón exigiera que Saray, Abram, y todos en su caravana se fueran de inmediato, para no regresar jamás.

Parece que Abraham no aprendió porque esto se repitió varios años después. Cuando Sara tenía 89 años y Abraham 99, se mudaron a otra parte de Canaán, a Guerar, y allí seguían mintiendo, diciéndole a todo el mundo que Sara era su hermana. El rey de la región, Abimélec, la llamó y la hizo su esposa. Continuamos con la historia, leyendo lo que aconteció al rey una noche oscura.

Vas a morir

Génesis 20:3-6:  Una noche Dios fue donde Abimélec en un sueño y le dijo: —Vas a morir por haber tomado a esa mujer, ella tiene esposo.

Abimélec todavía no había tenido relaciones sexuales con ella. Entonces le dijo: —Señor, ¿destruirías a una persona inocente? ¿Acaso no me dijo él: “Ella es mi hermana”? Ella misma también me dijo: “Él es mi hermano”. Yo hice esto de buena fe e inocentemente.

Entonces Dios le dijo en su sueño: —Yo sé que hiciste esto con buena intención. No permití que pecaras contra mí, y por eso no dejé que la tocaras.

 No permití que pecaras contra mí

Dios le habló al rey en un sueño, diciéndole que él iba a morir por tomar como esposa una mujer casada. Observamos la reacción del rey, un pagano, quien no creyó en Dios: no dudo por un instante en obedecerlo. Por el tiempo en que Sara estaba viviendo con el rey, Abimélec nunca pudo acostarse con ella; Dios la la protegió. Cuando Abimélec les contó a sus siervos qué les iba a pasar si no le devolviera Sara a Abraham, todos se asustaron. Como el rey no tenía idea en qué lío se metió, Dios no lo mató. Para proteger la vida de todos en el reino, Abimélec le llamó a Abraham en la madrugada para devolverle a Sara y regañarlo por mentirle. Continuamos con la historia leyendo lo que le dijo Abimélec a Abraham.

Lo que has hecho no tiene nombre

Génesis 20:9-10: Luego Abimélec llamó a Abraham y le dijo: —¿Por qué nos has hecho esto? ¿Qué pecado cometí yo contra ti para que hayas traído un pecado tan grande sobre mí y sobre mi reino? Lo que has hecho no tiene nombre. 

También le dijo Abimélec a Abraham:—¿Qué lío querías armar con esto?

La única embarazada

Tanto el faraón como Abimelec reflejaban el corazón de Dios a Abraham, los dos haciéndole la misma pregunta que Dios le hizo, ¿Por qué hiciste eso? Abraham le explicó a Abimelec por qué le mintió, y que era culpa suya por pedirle a su esposa que les mintiera a todo el mundo. Esta historia se ubica en el capítulo 20 de Génesis. Recuerda que en el capítulo 18, El Señor visitó a Abraham y le confirmó que Sara tendría un hijo dentro de un año, y en el capítulo 21, dio a luz a Isaac. Entonces, podemos concluir que Sara ya estaba embarazada cuando Abimélec la hizo su mujer. Abimélec le preocupó la reputación de Sara aunque su propio marido no la protegió. Durante todo el tiempo que Sara estaba en el harén del rey, nadie pudo embarazarse. Es interesante que Dios escogió quitarles la habilidad de embarazarse. Después de recibir a Sara de vuelta, Abraham rezó a Dios y Él los sanó para que pudieran volver a embarazarse. Por aliviarse de la culpa, Abimélec le dio a Abraham unos regalos similares al dote que el faraón se lo dio años atrás, además de devolverle su esposa. Continuamos con la historia, leyendo lo indignado que el rey era.

1000 piezas de plata para tu “hermano”

Génesis 20:15-16: Abimélec dijo: —Mis tierras están a tu disposición, vive donde quieras.

Luego le dijo a Sara: —Le he dado 1000 piezas de plata a tu “hermano”. Te servirán para devolverte la reputación frente a todos los que estén contigo, así que saldrás bien librada de todo esto.

Conclusión

La sociedad enfatiza mucho la importancia de la belleza externa; muchísimas mujeres gastan mucho en productos y procedimientos con una promesa de hacernos bellas. No hay nada mal en lucir lo mejor que pueda, pero creo que para Sara como otras mujeres muy bellas, la belleza era como una maldición. Pienso que Sara hubiera preferido no ser tan hermosa y no sufrir los secuestros y miedo de que mataran a Abraham o que la violara simplemente por su apariencia.

Abraham nunca debiera haber dejado que Sara se fuera a vivir con otro, debiera haber confiado en Dios y ser honesto. Pero tenía miedo de ser ejecutado. Aun en sus mentiras y miedo, Dios los protegió. Mandó una epidemia al palacio del faraón y no permitió que Abimélec se acostara con. En los dos casos, Abraham salió de las situaciones con muchos bienes y riqueza. Aunque Abraham escuchó directamente de Dios, dudaba. Así que, si has pasado por momentos de dudar en Dios, estás en buena compañía. Dios usa incrédulos para hablarnos, y el faraón y Abimelec no eran excepciones. Los dos le regañaron a Abraham por qué les metió en un lio y lo que había hecho no tiene nombre. En vez de juzgar a los incrédulos, escúchalos, quizás Dios tiene un mensaje para ti a través de ellos.

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