Los israelitas seguían quejándose

Quejas, fuego, codornices y castigo

En la devocional anterior, Moises subió a la montaña Sinaí para recibir dos tablas en las cuales Dios escribió los mandamientos, que era parte del pacto con los israelitas. Estuvo allí con Dios por 40 días; el pueblo se quejó de que demorara demasiado. Así que le pidió a Aarón hacerles un dios; él fundió sus aretes e hizo un becerro de oro. Al día siguiente, celebraron una fiesta al Señor, pero se convirtió en una orgia. Moisés bajó de la montaña, arrojó las tablas, destruyó el becerro y luego clamó a Dios por el perdón del pueblo. Los levitas mataron a 3000 personas que adoraron al becerro, y Dios les envió una plaga que causó que muchos que participaron se enfermaron.

Después de adorar al becerro de oro, Dios perdonó a Aarón, pero el pueblo seguía quejándose de todo. En esta devocional, veremos las quejas del pueblo, cómo querían regresar a Egipto para comer carne, y cómo Dios los envió tanta carne que se le salió por la nariz. Comenzamos la historia leyendo lo que aconteció cuando unos se reunieron a quejarse a Dios.

Quejumbroso 

Números 11:1-2: Un día los israelitas comenzaron a quejarse a oídos del SEÑOR de los problemas por los que estaban pasando. El SEÑOR los escuchó y se enojó tanto que envió un fuego que incendió los alrededores del campamento. La gente pidió a gritos ayuda a Moisés, él oró al SEÑOR por ellos y el fuego se apagó. 

Incendio de Dios

Quizás comenzó como una reunión para orar, pero se convirtió en una sesión de quejarse de todo: que Moisés no estaba llevándolos a la tierra prometida, de tantas leyes, del calor de desierto, de lo incómodo que estaban en sus tiendas, de tener que caminar tanto, de la maná- en fin, de todo. A Dios le importa cómo nos sentimos, y quiere escuchar nuestras quejas. Pero en este caso, no fue la primera vez que se quejaron, y sus quejas no tenían fundamento. Dios les proveyó todo de una forma milagrosa. Su presencia era evidente, pero no era suficiente para ellos. Dios se enojó tanto que les envió un fuego que destruyó una parte del campamento, pero no mató a nadie. Eran suficientemente sabios para llamar a Moisés para ayudarlos, porque no pudieron parar el fuego ellos mismos. Quizás intentaron rezar para que el fuego parara, pero Dios no los contestó, dejó que el fuego quemara, como Su enojo. Pero cuando Moisés oró, Dios apagó el fuego. 

Mala influencia

Cuando salieron de Egipto, había unos forasteros que los acompañaron al desierto. Como no creían en YAVÉ, eran una mala influencia. No estaban agradecidos por todos los milagros que habían visto hasta entonces. Dios les proveía maná todos los días, pero se cansaron de comer lo mismo. Había algunos forasteros que tuvieron una memoria alterada de cómo eran sus vidas en Egipto, hasta mencionaron que sería mejor regresar a Egipto. Continuamos con la historia, leyendo las quejas de los forasteros y cómo convencieron a los israelitas a quejarse.

Queja del comelón

Números 11:4-6: Entre los israelitas había gente de toda condición que se había mezclado con ellos y sólo pensaba en comer. Los israelitas se dejaron llevar por ellos y se pusieron a llorar y a decir: «¡Quién nos diera carne para comer! Cómo extrañamos el pescado que comíamos gratis en Egipto, y los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos. Ahora estamos cansados de comer siempre lo mismo, todo lo que hay es este maná». 

¡Comimos tan rico en Egipto!

El texto nos dice que había unos que se mezclaron con el pueblo de Dios, pero solo pensaban en comer, no en Dios, ni en los milagros que han visto, ni de lo bueno que era ser libres, tan solo en lo que no tenían. Los israelitas se dejaron ser influenciados por ellos, hasta dejaron que les convencieran de que sus vidas en Egipto fueran mejores de lo que realmente eran. Lo que dijeron no era cierto, por lo menos para los esclavos hebreos en Egipto; comían pan de trigo y agua, quizás unas hierbas. Comer carne, frutas y verduras era raro. La maná era el pan de Dios, perfectamente nutritivo y delicioso, pero querían carne.  Si realmente querían carne, pudieron salir del campamento a cazar, pero prefirieron quejarse. Moisés escuchó las quejas de los israelitas y se enojó con lo desagradecidos y ciegos que eran a la provisión de Dios. Ya no pudo más. Continuamos con la historia, leyendo lo que Moisés le dijo a Dios.

¿Es que yo soy la mamá de toda esta gente?

Números 11:11-15: y le dijo al SEÑOR:

—¿Por qué me tratas tan mal a mí que soy tu siervo? ¿Qué tienes en mi contra para poner sobre mí la responsabilidad de este pueblo? ¿Es que yo soy la mamá de toda esta gente? … ¿Dónde conseguiré carne para darle a toda esta gente cuando vengan llorando ante mí y me digan: “¡Danos carne para comer!”? Yo solo no soy capaz de cuidar a todo este pueblo; eso es mucho para mí. Si me vas a tratar de esta manera, te ruego que me quites la vida, pues así me libraré de tanto problema.

Prefiero morir que aguantar esa gentuza

Aunque Moisés había estado en la presencia de Dios tanto que le brillaba la cara, y tenía que ponerse un velo cuando estaba con el pueblo de Dios, pareciera que no lo conocía. El problema no fue dónde conseguir la carne, claramente Dios había probado que es capaz de todo. El problema fue la ingratitud del pueblo. Moisés también tenía un problema: quería agradar al pueblo y a Dios al mismo tiempo. Nadie iba a morir sin comer carne. Pero Moisés, cansado de sus llantos por carne, le echó la culpa a Dios por ponerlo como el encargado del pueblo. Le preguntó a Dios por qué lo trató tan mal, qué tenía en su contra para ponerlo a cargo de un pueblo tan desagradecido. Hasta le pidió matarlo en vez de aguantar las quejas incesantes del pueblo. Le dijo que ser el único encargado era demasiado responsabilidad para él.

Dios era muy paciente con Moisés; parece ignorar las quejas contra el pueblo y su plegaria de quitarle la vida. Lo que le quitó fue una parte del Espíritu que le había brindado a Moisés, y se le puso en los 70 ancianos líderes que Moisés había escogido anteriormente. Le instruyó llevarlos a la carpa del encuentro, y allí les dio parte del Espíritu que había pertenecido a Moises, y así podrían ayudarlo con cuidar al pueblo. Después, el pueblo tenía que purificarse para recibir lo que le pidieron a Dios. Continuamos con la historia, leyendo cuánta carne Dios les iba a dar.

Hasta que se les salga por la nariz y les provoque náuseas

Números 11:19-20: No comerán carne sólo un día, o dos, o cinco, o diez o veinte días, sino que comerán carne por todo un mes hasta que se les salga por la nariz y les provoque náuseas. Eso les sucederá por haber rechazado al SEÑOR que está en medio de ustedes, y por haber llorado ante él diciendo: ¿Por qué tuvimos que irnos de Egipto?”

Cuidado con lo que pides

Los hebreos iban a recibir exactamente lo que pidieron, pero en vez de ser una bendición, sería una maldición. Recordamos que Dios les mandó codornices el primer día que proveyó la maná. Esta vez, el primer día estarían agradecidos, pero después de unos días, ya no aguantarían más, pero tendrán que seguir comiéndolo por todo un mes, hasta que se sentirían que iban a explotar, hasta que se les saliera por la nariz y provocara nauseas. Dios estaba enojado con ellos, pero también lastimado. Los rescató de la esclavitud, de la miseria, y querían regresar a la esclavitud a trabajar en los campos y obras egipcias, tan solo para comer carne de vez en cuando.

Moisés le respondió que no sabía dónde iba a conseguir tanta carne por todo un mes. Tenían rebaños, pero solamente los mataron por usos especiales, como sacrificar por sus pecados en el tabernáculo, o celebrar la Pascua. Moisés todavía no lo entendía; Dios nunca planeó que proveyera para el pueblo. Dios iba a mandarlos carne como castigo. Continuamos la historia, leyendo lo que Dios le respondió a Moisés.

No hay nada imposible para Dios

Números 11:23: El SEÑOR le dijo a Moisés:

—¿Es que acaso el poder del SEÑOR tiene límites? Ahora verás si lo que he dicho sucede o no.

Ayudantes para Moisés

Después de que los 70 hombres recibieran una parte del Espíritu que Moisés tenía, unos comenzaron a profetizar; Josué le pidió a Moisés que exigiera que pararan. Moisés le replicó que quisiera que todos en el campamento tuvieran el Espíritu y profetizaran. Ahora el pueblo iba a recibir exactamente lo que pidieron. Terminamos la historia leyendo cómo Dios les proveyó la carne, cuánta les dio y cómo se convirtió en una maldición.

Codornices hasta donde la vista alcanza

Números 11:31-34: El SEÑOR hizo soplar un viento que trajo del mar bandadas de codornices que cayeron alrededor del campamento. Había codornices en una extensión de hasta un día de camino alrededor del campamento y a una altura de hasta casi un metro del suelo.  La gente se levantó y recogió codornices todo el día, toda la noche y todo el día siguiente. El que menos recogió, recogió dos toneladas y distribuyeron las codornices por todo el campamento. No habían todavía comenzado a masticar la carne cuando el SEÑOR se enojó con ellos y les envió el SEÑOR una terrible enfermedad. Entonces ellos llamaron ese sitio Tumbas de la glotonería porque allí enterraron a la gente que no pensaba sino en comer.

El que mastica, muere

Los codornices llegaron en un viento divino. El primer día fue un deleite. El segundo día, una sorpresa. Para el tercer día, ya no quiso más; al verlos les subió un sabor rancio y amargo; querían vomitar, no comer. El texto nos dice que el trabajo normal paró y recogieron codornices todo el día y noche, y todo el día siguiente. Ni tenían tiempo para planear cómo cocinarlos, que condimentos mezclar, que salsas podrían inventar para complementarlos. El texto nos dice que antes de disfrutar del primer bocado, Dios se enojó, y les envió una terrible enfermedad que los mató. Pero como veremos en la próxima devocional, esto no fue el fin de las quejas del pueblo. 

Evelyn Bou

Empatizo con el caos que el dolor traiga. Sé lo que es tratar de utilizar los recursos disponibles para mejorar, al terminar sintiéndose frustrada y aún más sola. Aprendí tanto sobre el dolor que me convertí en una coach certificada en el duelo y las relaciones, y profesional del trauma, con la esperanza de ayudar y brindándoles apoyo emocional a otras mujeres cristianas.

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