El becerro de oro

La ley, el becerro, una fiesta pagana, y un castigo divino

En la devocional anterior, estudiamos el pacto que Dios hizo con Israel y los diez mandamientos que les dio. En el pacto, Dios les prometió que si le obedecieran, los protegería y proveería. Dios le llamó a Moisés para subir la montaña y recibir unas tablas de piedra en las cuales Él mismo escribió sus mandamientos para Su pueblo. Moisés fue, llevando consigo a su hombre de confianza, Josué, dejando a Aarón y Jur encargados del campamento. Moisés subió la montaña y una nube la cubrió con la gloria de Dios, con un fuego que consumía la cima de la montaña. Allí estuvo con El Señor por 40 días y noches. Pero el pueblo se cansó de esperarlo. Comenzamos la historia leyendo lo que el pueblo de Dios le pidió a Aarón.

Haznos unos dioses para que nos guíen

Éxodo 32:1-4: El pueblo vio que Moisés se estaba demorando en bajar del monte, así que se reunieron alrededor de Aarón y le dijeron:

—Ven y haznos unos dioses para que nos guíen porque no sabemos qué le pasó a Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto.

Aarón le dijo al pueblo:

—Quítenles los aretes de oro que sus esposas, hijos e hijas tienen en las orejas y tráiganmelos.

Entonces todo el pueblo se quitó los aretes de oro de las orejas y se los llevaron a Aarón. Aarón recibió el oro, lo fundió, y con un cincel le dio la forma de un becerro. Luego el pueblo dijo:

—¡Israel, aquí están tus dioses! ¡Estos son los dioses que te sacaron de Egipto!

¡Aquí están tus dioses!

Cuando Moisés subió a la montaña Sinaí para recibir los mandamientos de Dios, estuvo ausente del campamento por 40 días. El texto no dice que creyeron que murió, sino que estaba demorando demasiado; estaban impacientes. Querían llegar a la tierra prometida ya, no vagar por el desierto recibiendo un montón de leyes. Notamos que en vez de decir <<Nuestro Líder, el escogido por Dios,>> dijeron, <<el hombre que nos sacó de Egipto,>> sin darle el honor que merecía. Como habían vivido en Egipto toda la vida, eran demasiado influenciados por los egipcios, especialmente cuando se trataba del culto a sus dioses. Por lo tanto, le pidió a Aarón hacerle unos dioses de oro para que lo adorara y que los guiara a la tierra prometida, como si no tuviera la columna de nubes por el día y el fuego por la noche, la presencia del único Dios.

Con miedo de una rebelión, Aarón dejó de obedecer a Dios y complació los deseos carnales de la muchedumbre. Por este pasaje, aprendemos varias cosas de Aaron, el hermano mayor de Moises y primer sumo sacerdote. Primero, cedió a la petición de la gente sin ni siquiera recordarles que era el sumo sacerdote del único Dios, quien no tenía nombre ni imagen. No sabemos por cuánto tiempo le pedían hacer unos dioses, pero Aarón tenía miedo de la gente, temeroso de qué fueran capaces si resistiera.  Segundo, evidentemente en Egipto Aarón aprendió cómo fundir el oro para formar estatuas y por eso el pueblo vino a hablarle precisamente con él. Había otros artesanos entre el pueblo, pero a lo mejor Aarón fuera el mejor.

El texto nos dice quién participó en la formación del becerro: dice que todo el pueblo se quitó los aretes. Todos eran culpables. El hecho de que todas las esposas e hijos tenían aretes de oro habla de la cantidad de riqueza que quitaron de los egipcios. Vale la pena notar que después de que Aarón les presentara el becerro de oro, eran ellos y no él quienes anunciaron que fue el becerro que les sacó de Egipto. No creo que Aarón creyera esto, pero no sentía que tenía opción sino hacerles el dios que querían. El pueblo procuró borrar a Moisés, proclamando que era el becerro que Aarón acabo de formar que los sacó de Egipto.

Dios invisible, invencible

Aarón no tenía idea de quién es Dios, demasiado influenciado por los egipcios, deseando un dios con un nombre, que podían ver y tocar. Puede ser que Aarón pensaba que adorar a Dios sería más fácil si tuviera una imagen de Él, y no importaba cual imagen fuera- un becerro, o cualquier otro. No requiere fe depender de algo tangible. Creo que todos podemos empatizar con desear tener un Dios visible. Hasta cierto punto, es comprensible que el pueblo quería ver a Dios, pero cuando Él los habló, no aguantaron el miedo y le pidieron no hablarles directamente. El corazón del asunto fue que deseaban un dios que pudieran controlar, que los guiara y protegería, que actuaría como un genio, otorgándoles sus deseos y brindándoles una vida cómoda. Pero Dios no es un genio.

Una fiesta ¿Para quién?

Cuando Aarón vio que el pueblo se alegró con la presentación del becerro de oro, construyó un altar para el dios y anunció que mañana tendría una fiesta en honor al Señor. Pero no iba a ser una fiesta al Señor. Notamos que cada vez que Dios quería que celebraran una fiesta a Él, que era Él mismo quien se lo anunció a Moisés, pero fue Aarón quien lo decidió y le anunció al pueblo. La mañana siguiente, el pueblo se levantó temprano para ofrecer sacrificios a este dios. El texto no nos dice que antes del sacrificio, pasó por rituales de purificación como Dios requeriría. Continuamos con la historia, leyendo lo que hicieron después de ofrecer sacrificios y la reacción de Dios.

Se sentó a comer y a beber y después se levantó a celebrar

Éxodo 32:6-8: …Luego el pueblo se sentó a comer y a beber y después se levantó a celebrar. El SEÑOR le dijo a Moisés:

—Baja, porque el pueblo que sacaste de Egipto cometió un terrible pecado. Rápidamente se olvidaron de lo que les ordené, hicieron un becerro de oro, se inclinaron ante él y le ofrecieron sacrificios. El pueblo dijo: “¡Israel, aquí están tus dioses que te sacaron de Egipto!”

Los hebreos actuaron como paganos

En adorar al becerro, había elementos similares al culto al Señor: Aarón construyó un altar, ofrecieron sacrificios que debían quemarse totalmente, trajeron ofrendas, y comieron juntos. Pero aquí terminaron las similitudes. El pueblo de Dios no querría esperar a escuchar de Dios, sino gozar de festivales como los que sus enemigos tenían. A fin de cuentas, ya eran libres y podían hacer lo que querían, ¿no? Israel luchó por siglos con su deseo de ser como los demás y no una nación que adora y escucha a Dios; eventualmente, es esta batalla que los llevó a la esclavitud una y otra vez, con los pueblos en Canaán, Babilonia y luego con la ocupación de Roma.  

Después de sacrificar, el texto nos dice que se sentaron a comer (maná, comida proveída por Dios) y beber. ¿Qué significa que se levantaron a celebrar? Se sentaron a beber vino, y ahora intoxicados, se levantaron a bailar. El baile se convirtió en un flirteo atrevido, y luego en un beso robado. Un poco después, alguien se quitó la ropa. Todavía bajo la influencia malvada de vivir toda la vida en Egipto, su fiesta para este dios se convirtió en una fiesta pagana, parecida a las que tomaron lugar en Egipto, con orgias y prostitución a ese dios, sin pensar en Dios ni en las consecuencias. Ambos Aarón y Jur fracasaron en lidiar y guiar el pueblo; no prohibieron que la fiesta llegara a este punto. Esto jamás acontecería si Moisés estuviera.  

Dios estaba muy enojado con el pueblo, y le pidió a Moisés retirarse para que los destruyera, pero Moisés rogó por ellos. Le dijo que si los destruyera, Egipto y todos los en Canaán creerían que Dios los guiara allá para destruirlos. Le recordó la promesa que hizo a los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob. Dios le puso a Moisés una prueba: nunca iba a destruir a Su pueblo, pero quería ver lo que Moisés iba a hacer. ¿Aceptaría Su oferta de destruir a todo el pueblo y comenzar de nuevo con Moisés? Moisés le clamó a Dios como si todo dependiera de su oración, y Dios no los destruyó. Le dio a Moisés instrucciones para lidiar con los que participaron en adorar al becerro de oro. Continuamos con la historia, leyendo lo que aconteció después.

Moisés regresó

Éxodo 32:15-18: Luego Moisés bajó del monte llevando en las manos las dos tablas de piedra del Testimonio, estaban escritas por ambos lados, por el frente y por atrás.  Dios mismo hizo las piedras y él mismo escribió los mandamientos en ellas.

Cuando Josué escuchó los gritos del pueblo, le dijo a Moisés:

—Se oyen sonidos de guerra en el campamento.

Moisés respondió:

—No oigo sonido de gritos de victoria ni lamentos de derrota; son cantos lo que oigo.

No es guerra, es parranda

Josué estaba preocupado que un pueblo vecino los atacara, pero Moises sabía la verdad, que eran los cantos de una parranda y no gritos de la guerra. Enojadísimo, Moisés llegó al campamento y vio al becerro que Aaron hizo, y el pueblo bailando en frente del dios, encima de él, y adondequiera que podía ver, la gente en medio de seducirse. Todavía con las tablas en las manos, las arrojó al suelo, se rompieron en pedazos, su polvo bailando en el aire. La gente se volvió de su trance, dándose cuenta que Moisés no se murió, viendo a su alrededor, empujando la persona encima, despertando a la realidad de que no estaban adorando a Dios.

¿Por qué Moisés arrojó las tablas que Dios mismo escribió? Creo que por eso, Dios mismo escribió estas tablas, confirmando Su pacto con ellos, y que ellos no pudieron ni siquiera obedecer el primer mandamiento por unos días. Estaba enojado y desilusionado con su gente. Moises había vivido con la hermana del faraón, sabía perfectamente bien las fiestas que el pueblo estaba imitando. No se esperaba esto a liberarlos y llevarlos al desierto. Continuamos con la historia, leyendo lo que Moisés hizo entonces.

Aarón, ¿Por qué permitiste eso?

Éxodo 32:20-24: Luego Moisés agarró al becerro que el pueblo había hecho, lo quemó en el fuego y lo molió hasta volverlo polvo. Después roció el polvo sobre el agua e hizo que los israelitas se tomaran esa agua.

Moisés le preguntó a Aarón:

—¿Qué te hizo este pueblo para que los hayas llevado a cometer un pecado tan grande?

Aarón respondió:

—Señor, no te enojes conmigo. Tú sabes que este pueblo siempre está dispuesto a hacer el mal.  Ellos me dijeron: “Haznos unos dioses para que nos guíen porque no sabemos qué le pasó a Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto”. Entonces yo les dije: “Si alguien tiene oro quíteselo y entréguemelo”. Luego lo arrojé en el fuego y salió este becerro.

Tú sabes que este pueblo siempre está dispuesto a hacer el mal

Aarón tuvo el papel principal en crear el becerro de oro. Mientras los israelitas tuvieron la idea, fue Aarón quien les dio las órdenes de quitar sus aretes de oro, fundió el oro, formó el becerro, construyó el altar, y les invitó a una fiesta el día siguiente. No resistió, no los cuestionó, no les aconsejó de esperar por Moisés, no actuó su papel de sumo sacerdote, no los recordó de todos los milagros de Dios que ya habían visto. Moisés le preguntó por qué participó en un acto tan malvado. Parece que Aarón no tomó responsabilidad por su papel principal en crear el becerro. Aarón tenía miedo de Moisés, llamándole Señor a su hermanito. Su explicación a Moisés fue una tontería: <<Luego lo arrojé en el fuego y salió este becerro>>, como si aconteciera por sí mismo. Aunque todos eran responsables por su propia conducta, Aarón era el culpable principal. Pero, Dios eligió no matarlo.

Moisés estaba tan enojado que echó el becerro en el fuego, lo quemó, lo molió hasta volverlo polvo, le puso el polvo del oro en el agua e hizo que el pueblo lo bebiera. Tomar el polvo que había sido el becerro sirvió de lección: su dios no era nada más que polvo y pronto el polvo del becerro estará en su excremento, otra prueba que no era Dios. Quizás nos parece extremo su reacción, pero Dios no quiere que tengamos ningún otro dios, y les instruyó destruir los dioses de las otras naciones. Con un dios en medio de su propio pueblo, destruirlo hasta su polvo era lo menos que podía hacer. Moisés le echó la culpa a Aarón; era el sumo sacerdote y el pueblo estaba totalmente desenfrenado, fuera de control. Si las naciones vecinas los viera ahora, se burlarían de ellos.

Ya llegó el momento de separar los que querían seguir a Dios y los que querían ser como las otras naciones. Continuamos con la historia, leyendo el castigo que Moisés llevó a cabo después de verificar quiénes eran leales a Dios.

Que se acerquen a mí los que están del lado del SEÑOR

Éxodo 32: 26-28: Entonces Moisés se puso a la entrada del campamento y dijo:

—Que se acerquen a mí los que están del lado del SEÑOR.

Todos los levitas se le unieron.  Luego Moisés les dijo:

—El SEÑOR, Dios de Israel dijo: “Tome cada uno de ustedes la espada y vaya de un extremo a otro del campamento matando a su hermano, su amigo y vecino”.

Los levitas hicieron lo que Moisés les dijo. Ese día murieron aproximadamente 3000 hombres. 

Mataron a los involucrados

Alrededor de 3000 hombres que querían seguir al becerro murieron ese día. Los levitas tenían que tomar la difícil decisión de obedecer, matando a sus hermanos, amigos y vecinos por la espada, los que estaban involucrados en la adoración del becerro. Al día siguiente, Moisés subió a donde estaba Dios, para clamar por ellos. Estaba clamando por ellos y Aarón por otros 40 días y noches. Parece que las plegarias de Moises calmaron la ira del Señor. Terminamos esta historia leyendo lo que Dios le instruyó a Moisés.

Éxodo 32:34-35: Baja y guía al pueblo a donde yo te diga. Mi ángel irá frente a ti para guiarte. Cuando llegue el momento de castigar a los que han pecado contra mí, los castigaré.

Luego el SEÑOR hizo que una plaga cayera sobre el pueblo y se enfermaron por haber adorado al becerro de oro que Aarón les había hecho.

La adoración del becerro condujo a la muerte de los que lo habían participado en ello por una plaga que Dios les envió.  No sabemos qué plaga era, ni si murieron por ella, sino que unos que participaron en la adoración del becerro se enfermaron.

Evelyn Bou

Empatizo con el caos que el dolor traiga. Sé lo que es tratar de utilizar los recursos disponibles para mejorar, al terminar sintiéndose frustrada y aún más sola. Aprendí tanto sobre el dolor que me convertí en una coach certificada en el duelo y las relaciones, y profesional del trauma, con la esperanza de ayudar y brindándoles apoyo emocional a otras mujeres cristianas.

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