¿Quién era Finés?
Sumo sacerdote sumamente fiel a Dios
Es común leer el antiguo testamento y quedarse con la impresión de que Dios es un enojón vengativo en vez de paciente y amoroso. En la devocional anterior, echamos un vistazo a la vida de Caleb, un guerrero fiel a Dios cuando los demás no eran fieles. Hoy vamos a estudiar la vida de un sacerdote, Finés, quien escogió agradarle a Dios en vez de a la gente. Es útil repasar las circunstancias bajo las cuales Finés vivía antes de nuestra introducción a este sacerdote para dar su historia algo de contexto.
El contexto
Finés era el hijo de Eleazar y nieto de Aarón, el primer sumo sacerdote. El pueblo de Dios estuvo vagando por el desierto por 40 años como castigo por su falta de fe y deseo de regresar a Egipto después del informe de diez de los espías. Estaban convencidos de que Dios los trajera al desierto para matarlos y que jamás podrían derrotar a los cananeos. Acamparon cerca de Moab, un territorio en Canaán. La reputación del Dios de los hebreos causó terror en los moabitas; habían escuchado como el pueblo de Dios había derrotado a otras naciones viviendo en Canaán y de los milagros que Dios hacía por Su pueblo. Sabían que perderían una batalla contra ellos; parecía que los paganos tenían más fe en Dios que los propios hebreos.
Por tener tanto miedo, el rey Balac de Moab contrató al hechicero Balán para maldecir a los israelitas y así proteger a Moab. Pero, el infamoso Balán fue totalmente inútil para levantar una maldición contra el pueblo de Israel, al contrario, los bendijo varias veces.
El mal consejo del hechicero
Después de escuchar todas las bendiciones para el pueblo de Dios, Rey Balac se enojó con el hechicero. Aunque Balán no pudo maldecir a los israelitas, le aconsejó al rey cómo derrotar a los israelitas, y el rey siguió su consejo. Mandó unas mujeres moabitas al desierto para encontrarse con unos israelitas. Probablemente envió a profetizas que trabajaban en los templos de sus dioses; parte del culto a sus dioses era tener sexo con hombres que vinieron al templo. Afuera del campamento hebreo, tuvieron relaciones con los hombres y juntos comieron alimentos ofrecidos a los ídolos. Las madianitas los sedujeron, pero, a fin de cuentas, era culpa de los hebreos no exigir que se fueran de inmediato. Las mujeres pusieron ídolos en el campamento hebreo. Como resultado, Dios les envió una plaga que mató 24,000 israelitas hasta que quitaron los ídolos del campamento.
Dios habló con Moisés y le instruyó a matar a todos los hombres que habían participado en la adoración de Baal con las madianitas, pero antes de que Moisés pudiera actuar, lo siguiente aconteció. Comenzamos con una introducción a Finés, sacerdote de Israel.
Sexo, pudor y lagrimas
Números 25:6-9: Justo en ese momento uno de los israelitas vino y trajo una mujer madianita a donde estaba su familia. Hizo esto delante de Moisés y de todos los israelitas, quienes se encontraban llorando a la entrada de la carpa del encuentro. Finés, que era hijo de Eleazar y nieto del sacerdote Aarón, viendo esto, se alejó de la reunión, tomó su lanza y siguió al israelita hasta su carpa. Allí Finés atravesó por el estómago al israelita y a la mujer madianita y así fue como se detuvo la plaga que afligía a los israelitas, aunque la plaga ya había matado a 24 000 de ellos.
El atrevimiento de la lujuria
Anteriormente, tuvieron relaciones con las medianitas fuera del campamento, pero fue la primera vez que un hebreo introdujo una pagana y sus prácticas dentro del propio campamento, directamente desafiando al liderazgo de Moisés. La llevó a su tienda familiar, probablemente para tener una orgía con la participación de todos los varones en su familia. Si hubieran logrado tener relaciones en medio de una plaga en el campamento, sin que nadie lo hubiera parado, aunque todos supieran lo que hicieran, ¿Quién más habría seguido su ejemplo? ¿hasta qué punto hubiera parado?
Finés no cumplió su voluntad, sino la de Dios, de que los involucrados murieran ese mismo día. Le importaba más agradar a Dios en vez de a los israelitas. Dando el atrevimiento del hebreo traer a la madianita a la tienda de su familia, matarlos para salvar a los israelitas fue lo justo. Lo que Finés hizo le agradó a Dios. Seguimos con el texto, leyendo lo que Dios prometió hacer por Finés porque buscó agradar a Dios y no a la gente.
El sacerdocio para siempre
Números 25:10-13: El SEÑOR le dijo a Moisés: —Finés hijo de Eleazar y nieto del sacerdote Aarón salvó a los israelitas de mi ira al enojarse como yo contra los que pecaron, por lo cual yo no destruiré a los israelitas en mi ira. Así que dile a Finés que yo hago este pacto de amistad con él: Yo le entrego el sacerdocio para siempre a él y a sus descendientes porque se indignó en favor de su Dios e hizo purificación de parte de los israelitas.
Ayuda sanar y recuperar
Dios le bendijo a Finés con el sacerdocio para siempre, como Melquisedec, el sumo sacerdote al Señor quien recibió el diezmo de Abraham. Como sacerdote, Finés hubiera estado muy cerca del proceso de la recuperación de la plaga y la reconciliación con Dios. Eran los levitas quienes eran entrenados en reconocer enfermedades, sus curas, y rezar para la gente por el perdón de pecados. Después de que se corrompieran con las mujeres de Madián, Dios le habló a Moisés, diciéndole que mandara tropas a Madián para destruir la ciudad. Así que Moisés les envió a la batalla con Finés, quien llevó los objetos sagrados y las trompetas, dirigiendo el ataque. El hecho de que Finés dirigió el ataque y llevaba la presencia de Dios aunque pecaron, demuestra la fidelidad de Dios, que no se retractó de Su pueblo.
El impasse de las tribus
En vez de entrar en la tierra prometida, tres de las tribus de Israel se establecieron cerca de donde habían vagado por años. Estas tribus construyeron un gran altar cerca del río Jordán. Las demás tribus en la tierra prometida se enteraron del altar y se alteraron, pensando que las tres tribus habían abandonado al Señor. Ahora Finés era el sumo sacerdote, con la autoridad que esta posesión brindaba. Finés, acompañado con diez líderes de las otras tribus, fueron al otro lado del río. Se prepararon para la guerra, dispuestos a matar a sus hermanos al otro lado del río si averiguaran que construyeron el altar para sacrificar a dioses paganos. Todos sabían que el único lugar legítimo para sacrificar era en el tabernáculo, al otro lado del río Jordán. Continuamos con el texto, leyendo lo que los 10 líderes les dijeron a las tres tribus que pusieron el altar.
¿Qué es esto?
Josué 22:16-19 —Toda la asamblea del SEÑOR dice: “¿Qué es esto? Ustedes están cometiendo una traición contra el Dios de Israel. Al construir un altar están abandonando al SEÑOR, pues eso es una rebelión contra el SEÑOR. ¿Es que el pecado de Peor no fue lo bastante grave para nosotros? Todavía hoy estamos sufriendo por el pecado que cometimos. Dios le envió una enfermedad a la comunidad del SEÑOR. ¿Y ahora ustedes se alejan del SEÑOR? Si ustedes hoy se rebelan contra el SEÑOR, mañana él se enojará con toda la comunidad de Israel. Si necesitan un altar porque su propia tierra está impura, vengan a la tierra del SEÑOR donde está la Carpa Sagrada del SEÑOR, y tomen una parte del territorio entre nosotros. Pero no se rebelen contra el SEÑOR, ni contra nosotros, al construir para ustedes un altar distinto al altar del SEÑOR nuestro Dios.
El único Dios a los dos lados del río
Finés y los diez líderes no quisieron repetir la plaga que sufrieron en Peor. El texto dice que también les recordaron de la desobediencia de Acán y como terminó. Tenían miedo que Dios castigaría a todos por este altar si fuera dedicado a un dios extranjero. Generosamente, Finés les invitó a vivir al otro lado del Jordán, junto con toda la comunidad en vez de corromperse. Estaban dispuestos a sacrificar una porción de sus tierras para evitar la corrupción de estas tribus y el castigo de Dios.
En respuesta, las tres tribus afirmaron que Dios es El Señor y que no construyeron el altar para adorar a un dios, ni hacer sacrificios. Reconocieron que el único lugar adecuado para adorar y hacer sacrificios se ubicaba en la tierra prometida, en el tabernáculo. Admitieron poner el altar por miedo de que los descendientes de las tribus al otro lado del Jordán podrían dejar de reconocerlos como legítimos hijos de Dios y los obligarían dejar de adorar a Dios por escoger no vivir en Canaán. En vez de reemplazar el culto al Señor, querían que el altar sirviera como un testigo para todas las futuras generaciones de que las tres tribus también adoraran a Dios, y serán incluidos en el pueblo de Dios. Confirmaron que jamás se rebelarían ni se alejarían de Dios. Al contrario, llamaron al altar “Testigo,” con la esperanza de que sería un testigo de que el SEÑOR era su Dios. Más que un altar como tal, era un monumento para testificar que aunque no vivían en Canaán, eran totalmente dedicados al Señor. Continuamos con la historia, leyendo lo que Finés les contestó.
Josué 22:31
Luego Finés, hijo del sacerdote Eleazar, dijo a los rubenitas, a los gaditas y a los de Manasés:
—Ahora nosotros sabemos que el SEÑOR está entre nosotros y que ustedes no desobedecieron al SEÑOR en este asunto. Ustedes les han evitado a los israelitas un castigo del SEÑOR.
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El texto dice que Finés y los 10 líderes estaban contentos con esta explicación; regresaron a Canaán y les informaron a los israelitas lo que averiguaron y los israelitas también estaban contentos con lo acontecido. En la próxima devocional, echamos un vistazo a la vida y muerte de Josué, líder de Israel.