Rut conoce a Booz

Una desesperada migrante viuda trabajando en el campo

En la devocional anterior, conocimos a Noemí, una judía viuda que regresó a Belén después de años de vivir en Moab, una ciudad pagana fuera del territorio de Israel. Volvió acompañada por su nuera Rut, también una viuda. Ninguna tuvo un hijo y, por lo tanto, estaban desamparadas, desesperadas para una salida de una situación precaria. En esta devocional, conocemos más sobre Rut, esa moabita quien dejó todo para aferrarse a su suegra y a su Dios.

Al comenzar la historia, Noemí y Rut acaban de llegar a Belén. Aunque el texto no nos dice, fue probable que se hospedaran en la casa antigua de la familia de Noemí. Continuamos con la historia de Rut y Noemí, en estilo de un diario ficticio de Rut, pero como siempre, basando todo en la palabra de Dios.

Soy una extranjera indigente

Mi suegra y yo caminamos y caminamos tanto que pensé que los pies se me iban a caer. Nunca he salido de Moab antes, no tenía un motivo. Desde niña, salí dos cuadras para ir al mercado, y seis más para ir al templo donde adoramos a Quemos. Pero acabo de dejar todo eso. Durante los años que estuve casada, mi suegra nunca me prohibió nada, pero cuando le pregunté por qué no adoraba a Quemos, me habló sobre un Dios tan poderoso, que los demás no parecen nada. Me hablaba sobre sus ancestros, como vivían en Canaán, como fueron a Egipto para escapar una hambruna fuertísima, y como salieron de esclavitud, todo guido por este único Dios. Después de la muerte de mi marido y a tomar la decisión de partir de Moab, hice todo porque me quedé tan impresionada con este Dios, quería conocer más.

Cuando por fin llegamos a Belén, buscamos la casa donde mi suegra y su familia habían vivido antes de marcharse para Moab. Estaba vacía, pero tan sucia y vieja, y no tenía nada de dioses caseros como las casas en Moab. Después de barrer y fregar, ya no estaba tan sucia. Es una casa pequeña, con una puerta y una ventana, con dos cuartos, y una chimenea dónde cocinar. Pero no teníamos nada que comer. Fui al pozo en la mañana y nadie me habló. Vi a varias mujeres viéndome y a mis espaldas escuché “moabita.” Regresé a la casa con agua, y la pobre de mi suegra estaba tan cansada.

Trabajo para comer, no espero que me alimentan

Mi suegra había mencionado que las mujeres pobres van al campo para recoger las espigas de cebada que los obreros dejan, y le dije que iba al campo para trabajar. No tenemos nada como eso en Moab, los pobres tienen que convertirse en ladrones si quieren comer. Creo que mi suegra no quiso que fuera, pero como no hemos comido desde que llegamos aquí, estaba de acuerdo. Como no conocí a nadie en Belén, no sabía quién era el dueño de cuál campo, pero creo que Dios me guió a este campo porque luego me enteré de que el dueño fuera un hombre rico e importante de Belén, llamado Booz, y que era un pariente del esposo de mi suegra.

Conocí a Booz

Estaba recogiendo espigas detrás de los trabajadores, y sin saber quién era, vi a Booz llegar al campo, saludando a los trabajadores, diciendo ¡Que El Señor esté con ustedes! Y ellos le contestaron ¡Que El Señor lo bendiga! De inmediato, sabía que él era el dueño. Fue obvio por su forma de responderle que sus trabajadores lo quieren y respetan. Era alto y con una apariencia agradable, pero más viejo que yo. Sabía algo más sobre él: mi suegra me había contado que muchos de Israel habían abandonado a su Dios, pero por su forma de hablar, sabía que Booz era un hombre de Dios, lleno de fe, recto y derecho.

Continué trabajando, así que no escuché que Booz le preguntó al encargado quien era yo. Él no sabía mi nombre, así que le dijo que soy la joven moabita que acompañó a Noemí, que había pedido permiso para recoger espigas detrás de los trabajadores. Y es cierto, le pedí permiso, no quise que me echara. El capataz le dijo que llegué tempranito y excepto a ratos a la sombra, no descansé para nada. No sabía que me estaba vigilando, pero quizás es natural, como soy una extranjera. Años después, Booz me dijo que estaba impresionado con mi ética de trabajo. No estoy acostumbrada a trabajar bajo el sol y estaba sudando. Tenía sed y hambre, pero lo único que me importó era recoger suficiente cebada para que mi suegra y yo pudiéramos comer en la noche. A pesar de mi apariencia, Booz se acercó y me habló. Esto es exactamente lo que conversamos.

Me han contado una y otra vez todo el bien que le has hecho a tu suegra

Rut 2:8-14: Luego Booz le dijo a Rut:

—Escúchame, hija, tú no tienes que irte de este campo. Quédate aquí, cerca de las otras mujeres que trabajan para mí. Fíjate bien hacia dónde se dirigen a recoger la cosecha y síguelas a esos campos. Les he ordenado a mis trabajadores que no te molesten. Si te da sed, entonces ve a tomar del agua de las jarras que beben los trabajadores. Ellos mismos las van a llenar.

Rut se postró rostro en tierra y le dijo:

—Estoy sorprendida de que usted tan siquiera haya notado que estoy aquí. Soy una extranjera, ¿por qué es usted tan amable conmigo?

Booz le respondió:

—Me han contado una y otra vez todo el bien que le has hecho a tu suegra después de que murió su esposo. Dejaste a tus padres y a tu patria para venir con ella a estar entre gente que no conocías. ¡Que el SEÑOR te lo pague! Que el SEÑOR Dios de Israel te bendiga ricamente porque has venido a refugiarte bajo sus alas.

Ella contestó:

—Usted ha sido muy amable conmigo, me ha hecho sentir bienvenida, y eso que ni siquiera soy una de sus siervas.

A la hora del almuerzo, Booz le dijo a Rut:

—Ven aquí y come con nosotros. Toma pan y úntale un poco de salsa de vinagre.

Entonces ella se sentó junto a los trabajadores. Luego él le dio un poco de grano tostado. Ella comió hasta que estuvo satisfecha e incluso le sobró algo. 

Me ha hecho sentir bienvenida

Booz me llamó hija, un término respetuoso. A pesar de ser mayor que yo, me enamoré de él un poquito ese día, era tan caballero conmigo, tan considerado. Aunque soy una extranjera, les advirtió a sus trabajadores dejarme en paz, hasta me permitió tomar su agua y quedarme cerca a las mujeres que trabajan para él. Las mujeres, pues, si no tenemos a nadie para protegernos, es difícil trabajar sin que un hombre te moleste cada rato, hasta acosarte.

Estaba tan conmovida que me postré ante él, tan agradecida por su bondad conmigo, una moabita, enemiga de Israel. Me dijo que me levantara, que no se postrara ante él. Tuve que preguntarle por qué me trató tan bien. Me dijo algo curioso: que había escuchado muchas historias de mí, de cómo había portado y apoyado a mi suegra, como la conforté después de la muerte de su marido y ahora con la muerte del mío, su hijo. Que no le abandoné, sino que abandoné mi tierra y sus dioses, que estaba dispuesta a vivir en Israel, entre enemigos de Moab para proteger y cuidar de una viuda. Ahora puedo decir que no abandoné a Moab, sino el Dios de Israel llenó mi corazón tanto que no tenía alternativa que acompañar a mi suegra, mi puente a Él. Como defiendo y protejo a mi suegra, Booz me protegió ese primer día. Y me bendijo, ¡era tan bonito! Quizás no sabía que él fuera una gran parte de esta bendición.

Almorzamos

Cuando llegó el almuerzo, él me llamó para sentarme bajo la sombra de un árbol y comer con sus trabajadores. Él es un buen y justo empleador. Me ofreció pan con salsa de vinagre, y me dio grano tostado. Comí tanto que ya no pude comer más. Tomé lo que me quedaba para mi suegra. Después de comer, me levanté y seguí recogiendo espigas hasta el atardecer. Luego me enteré de que les dijo esto a sus trabajadores.

Háganle el trabajo fácil

Rut 2:15-16: …Booz les dijo a sus trabajadores:

—Dejen que ella recoja grano, también del que ha sido apilado, y no se lo impidan. Háganle el trabajo fácil dejando caer manojos para que ella los recoja, y no la molesten.

Y otra vez, no la molesten

Al terminar el día, recogí más de 20 kilos de cebada; claro, que dejaran de caer manojos me facilitó mucho el trabajo. Sin ayuda, levanté los 20 kilos desgranados y se los llevé a mi suegra, que evidentemente no esperó que me saliera tan bien en un solo día del trabajo. No me hubiera salido tan bien si no fuera por Booz. Mi suegra quería saber dónde trabajé, bendiciendo al hombre que se fijó en mí. Le contesté que se llamaba Booz, sin saber que ella lo conoció. Esta es la conversación que tuve esa noche con mi suegra.

Él es uno de los que son responsables de protegernos*

Rut 2:20-22:  Noemí le dijo a su nuera:

—Que el SEÑOR lo bendiga. Él sigue siendo leal con los vivos como lo que fue cuando vivían los que han muerto…Booz es uno de nuestros parientes que podría cuidar de nosotras. Él es uno de los que son responsables de protegernos*.

Rut la moabita dijo:

—Él me dijo que me quedara en su campo con sus trabajadores hasta que termine la cosecha.

Noemí le dijo a su nuera Rut:

—Hija, es bueno que te quedes con sus trabajadoras recogiendo espigas para que nadie te moleste en los otros campos. 

Recogí durante dos cosechas en los campos de Booz

Y eso es exactamente lo que hice, yendo todos los días menos el sábado a recoger cebada. Al terminar la cosecha de cebada, me quedé en sus campos recogiendo espigas de trigo. Cada tarde regresaba a la casa de mi suegra y compartía con ella lo que había recogido. Ya no me parece tan difícil levantarme todos los días y trabajar bajo el sol. El capataz y sus trabajadores ya están acostumbrados a mi presencia. Me dejan tomar su agua y dejan caer manojos para mí.

Aunque Booz es un hombre de suma importancia en Belén, se presenta todos los días en el campo, habla con sus trabajadores, ve la cosecha, y me saluda. Siempre es muy cortés conmigo, hasta a veces me da panes y grano tostado, pero no hemos hablado mucho. No sé cómo sería mi vida si me hubiera quedado en Moab, pero aquí la vida es dura pero sencilla. No hay mercados ni templos a Quemos. Trabajo todos los días menos el sábado, cuando Noemí y yo vamos a un sinagoga donde leen la ley de Moisés. Poco a poco, estoy aprendiendo sobre este Dios que ahora es mío también. No es como los demás dioses. Es un Dios de orden y amor, de leyes y justicia. Como Booz, le importa la vida cotidiana de Su gente.

*Como una nota textual, en el antiguo Israel, si un hombre moría sin tener hijos, uno de sus parientes cercanos debía tomar por esposa a la mujer del difunto; así la viuda podía tener hijos en el nombre del primer esposo, como con Judá y Tamar. A eso refiere Noemí cuando dice que Booz es uno de los que son responsables de protegerlas, que es un pariente cercano quien tiene la responsabilidad de casarse con la viuda Rut. Noemí mencionó que Booz sigue tan fiel como cuando su marido e hijos vivían, que era y es un fiel y buen hombre, que por casualidad es importante y rico. En la próxima devocional, vamos a aprender más sobre esta responsabilidad de proteger a las viudas con un encuentro poco convencional entre Booz y Rut.

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