Samuel unge a Saúl

Ungido por sorpresa y un rey inseguro

En el estudio previo, Dios coordinó que Samuel y Saúl se conocieran. Saúl había comido con Samuel y 30 de sus invitados. Se sentó al lado de Samuel, y recibió la porción de carne separada para el invitado de honor. Saúl y su siervo comieron, disfrutando de la conversación y la comida, sin saber exactamente por qué estuvieron allí. En la mañana, Samuel despertó a Saúl y le dijo que tenía un mensaje para él de parte de Dios. En este estudio, Samuel complace al pueblo, ungiendo al primer rey de Israel, Saúl.

Comenzamos este estudio de ungir a Saúl con las bellas palabras de Samuel para Saúl.

El SEÑOR te ha elegido para ser jefe de su pueblo

I Samuel 10:1: Samuel tomó un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Luego lo besó y le dijo:

—El SEÑOR te ha elegido para ser jefe de su pueblo. Tú serás el líder del pueblo de Dios y lo salvarás de los enemigos que están a su alrededor…

Ungido por sorpresa

En el mundo anciano, usaron el aceite para varias cosas: para cocinar, para curar heridas, y para ungir a los reyes. El aceite no tenía ninguna propiedad especial, sino un valor simbólico. Podemos imaginar lo sorprendido que estaba Saúl al ser ungido por Samuel. Como él mismo dijo en el capítulo previo, no era nadie: provino de la tribu más pequeña y de esa tribu, era de la familia más pequeña. Sí, era alto y apuesto, y su padre Quis era un hombre importante, pero no era nadie. Pero Dios lo escogió. Samuel prosiguió, dándole varias señales que comprobarían la veracidad de que era el elegido de Dios. Continuamos con el texto, leyendo una porción de las señales que Samuel le dio.

Las señales

I Samuel 10:2-7: Después de que te vayas, encontrarás a dos hombres cerca del sepulcro de Raquel... Ellos te dirán: “Alguien encontró los asnos que buscabas y ahora tu papá está preocupado por ti y se pregunta cómo hacer para encontrarte”. »De allí…te encontrarás con tres hombres que van camino a Betel para adorar a Dios, llevando sus ofrendas para el santuario. Uno de ellos llevará tres cabritos; otro, tres panes; y otro, una bota de vino. Los tres hombres te saludarán y te ofrecerán dos ofrendas de pan para consagrar, y tú los aceptarás. Luego… saldrá a recibirte un grupo de profetas del lugar de adoración. Vendrán profetizando, tocando arpas, panderetas, flautas y liras.  Entonces el Espíritu del SEÑOR vendrá sobre ti con gran poder y ocurrirá un cambio en ti. Serás una persona diferente y empezarás a profetizar como ellos. Después, podrás hacer lo que te parezca mejor porque Dios estará contigo. 

El Espíritu del SEÑOR vendrá sobre ti con gran poder y ocurrirá un cambio en ti

El texto no dice si Saúl tuvo la oportunidad de hacerle preguntas; seguramente tenía muchas. Dios era el Rey de Israel, así que, ¿Qué significa ser el rey que reemplaza a Dios? ¿Qué pensaría su pueblo? ¿lo aceptaría como rey? ¿Qué le diría a su padre, a su familia? ¿Se reirían, pensando que le faltara un tornillo? Seguramente Saúl tenía mucha ansiedad sobre cómo sería, pero en vez de contestar cada una de sus dudas, Dios comprobó que era Su escogido mostrándole que Él sabía exactamente qué iba a suceder, con lujo de detalles, compartiéndole un poco de esta sabiduría con Saúl. Después de pasar por varios lugares, saludar a unas personas y recibir una ofrenda de pan, lo más importante le acontecerá: el espíritu del Señor vendrá sobre él y le santificará, o sea, lo cambiará por complemente, dejándole la persona que Dios quería que fuera. Entonces, ya no será Saúl actuando, sino Dios a través de él. Así que, Saúl podría hacer lo que le pareciera mejor, porque no será él tomando las decisiones sino El Señor en él. Fue este momento de recibir el espíritu que fue el verdadero ungiendo del rey, no el derrame de aceite, que tan solo era un símbolo. Como veremos en breve, todo lo que Samuel le dijo sucedió exactamente como le dijo.

¿Por qué Dios escogió a un hombre poco espiritual? Creo que Saúl era como la mayoría de nosotros: inseguro, pensando en lo mundano, tratando de complacer a nuestras familias. El hecho de que Dios escogió a Saúl nos dice que Dios puede cambiar cualquiera de nosotros.

Espérame siete días

Samuel le instruyó ir hacia Guilgal y esperarlo allí por siete días; entonces, Samuel vendrá, y juntos presentarán sacrificios al Señor que deben quemarse completamente. ¿Por qué pedirle esperarlo por siete días? Ya estuvo ausente de su casa por unos cuantos días, y su familia se preocupó por su paradero. El texto no dice por qué le indicó esperar siete días, pero creo que fue una prueba, si Saúl lo obedecería pacientemente. Veremos en unos cuantos capítulos otra ocasión en que Saúl no pudo esperar a Samuel los siete días indicados y el resultado fue que Dios le quitó el reinado. Pero esta vez, Saúl obedeció y Dios se apoderó de él. Continuamos con el texto, leyendo como la profecía de Samuel se cumplió.

Desde el momento que Saúl se dio vuelta para irse, Dios le cambió la vida

I Samuel 10:9-12: Efectivamente, desde el momento que Saúl se dio vuelta para irse, Dios le cambió la vida. Todo sucedió tal como dijo Samuel. Saúl y su siervo se fueron a Guibeá Elojim para reunirse con un grupo de profetas. El Espíritu de Dios se apoderó de Saúl y él profetizó junto a ellos. Algunos que habían conocido a Saúl antes lo vieron profetizar y se preguntaban unos a otros:

—¿Qué le pasó al hijo de Quis? ¿Es uno de los profetas?

Un hombre que vivía allí dijo:

—¡Sí! Y parece ser el líder.

Por eso se hizo famoso el dicho: «¿Con que Saúl también entre los profetas?»

Parece ser el líder

El texto no dice que profetizó, pero como El Espíritu de Dios se apoderó de él, sabemos que era una palabra profética, una alabanza, o comunicándose con Dios. Después de profetizar con los profetas, se fue al lugar de adoración y se encontró con su tío, quien le preguntó dónde había estado. Continuamos con el texto, leyendo la respuesta sorprendente de Saúl.

El gran secreto del vidente era que ya habían encontrado los asnos

I Samuel 10:14-16: El tío de Saúl le preguntó a él y al siervo que dónde habían estado. Saúl dijo:

—Estábamos buscando los asnos, pero como no podíamos encontrarlos, fuimos a ver a Samuel.

El tío les pidió que le contara lo que Samuel les dijo. Saúl contestó:

—Nos dijo que ya habían encontrado los asnos.

Pero no le contó lo que Samuel había dicho sobre el reino.

¿Este es el nuevo Saúl?

Dios le había cambiado a Saúl por completo, pero por su respuesta, parece el mismo de siempre. Todavía con el cabello pegajoso por el aceite, intentó esconder lo sucedido. En vez de compartir lo maravilloso de ser el invitado de honor del profeta, de ser ungido, de profetizar, de recibir el espíritu de Dios, le dijo que como no pudieron encontrar a los asnos, fueron a ver a Samuel, quien les dijo que ya los encontraron. Probablemente su tío ya no molestó en hacerle ninguna pregunta más después de una respuesta tan poco satisfactoria.

Ustedes han dicho que quieren a un rey para que los gobierne

Samuel reunió a todo Israel en Mizpa, el lugar de reunión. Les recordó que ellos querían un rey, y aun después de advertirles cómo serían sus vidas con un rey, insistieron. Les recordó que fue Dios, y no ningún hombre quien los sacó de Egipto y les ganó tantas batallas. Samuel hizo que cada tribu se presentara para elegir de qué tribu vendría su rey. Claro, Samuel ya sabía exactamente quien Dios ya escogió, pero en vez de simplemente llamar a Saúl venir ante todos, quería que supieran que era Dios y no él quien lo escogió. Dios le indicó a Samuel la tribu de Benjamin, y de esa tribu, la familia de Matri, y de esa familia, eligió a Saúl. Pero Saúl no estaba entre la muchedumbre. Imaginamos que mortificado y avergonzado, Samuel le preguntó a Dios dónde estaba Saúl. Continuamos con la respuesta del Señor.

Saúl está escondido entre el equipaje

I Samuel 10:22-24: Entonces le preguntaron al SEÑOR si Saúl no había llegado todavía. El SEÑOR respondió: «Saúl está escondido entre el equipaje». Entonces fueron y lo sacaron de allí. Al ponerlo entre la gente, vieron que era tan alto que apenas le llegaban al hombro. Samuel le dijo al pueblo:

—¡Miren al hombre que el SEÑOR ha elegido! No hay nadie como él en todo el pueblo.

Entonces el pueblo empezó a gritar:

—¡Viva el rey!

¿Viva el rey?

Pensemos en lo ridículo que fuera esta situación, un hombre más alto que todos intentando esconderse entre el equipaje. Lo sacaron por la oreja; seguramente Quis estaba avergonzado. Samuel trató de darle una introducción cálida y confiada. A lo mejor Israel estaba conmovido; ¿este iba a ser su rey? ¿De veras? Mientras la mayoría quería un rey, los verdaderamente sabios sabían que fue una mala idea, que tan solo Dios debiera ser su rey. Unos comenzaron a gritar y luego se oía el rugido de ¡Viva el rey!, explotando por el aire. El texto dice que desde ese día, Dios tocó al corazón de unos valientes y comenzaron a seguir y ayudar al nuevo rey. La mayoría juzgó a Saúl por ser alto y apuesto, pero algunos no creían en él. Pensaron en la amenaza de los filisteos, la falta de comida y recursos. Continuamos con la historia, leyendo lo que estos hombres decían, murmurando, hasta llegar a los oídos del rey.

¿Cómo nos puede salvar este hombre?

I Samuel 10:27: Pero algunos alborotadores empezaron a decir: «¿Cómo nos puede salvar este hombre?» Hablaban mal de Saúl y se negaban a llevarle regalos, pero él no decía nada.

Saúl entiende la preocupación del pueblo

A pesar de saber que tenía mucho trabajo adelante para convencer al pueblo de su capacidad de administrar el pueblo como Dios mandara, Saúl no dijo nada. Pero los demás le trajeron regalos, joyas, dinero, aceites y ropa. Samuel, por su parte, le explicó al pueblo como un rey debe comportarse. A lo mejor, les leyó esta parte de Deuteronomio que detalle las cualidades que un rey de Israel debe tener. Es curioso porque Dios era su rey, pero sabía que iba a pedir un rey humano y les proveyó esta información con anticipación de su pedido. Pero casi ninguno de los muchos reyes de Israel cumplirá con estas leyes. Terminamos con este estudio leyendo las leyes de Dios para el futuro rey de Israel.

Cómo nombrar a un rey

Deuteronomio 17:14-20: Cuando entres a la tierra que el SEÑOR tu Dios te da y tomes posesión de ella, te establezcas ahí y digas: «Elijamos a un rey sobre nosotros como todas las naciones a nuestro alrededor», debes asegurarte de nombrar a un rey sobre ti que sea elegido por el SEÑOR tu Dios. Tendrá que ser alguien de tu propia gente, no un extranjero. Él no deberá acumular caballos para sí mismo. Tampoco deberá enviar gente de vuelta a Egipto para comprar más caballos porque el SEÑOR te dijo: «Ustedes nunca deben volver por ese camino». Tampoco deberá casarse con muchas esposas, porque si no, se le pervertirá el corazón. Además no deberá enriquecerse con plata y oro.

Cuando comience a reinar, debe tener para sí mismo una copia de esta ley escrita en un rollo por los sacerdotes levitas. El rey debe mantener consigo ese libro y leerlo para que aprenda a respetar al SEÑOR su Dios y a seguir cuidadosamente todas las palabras escritas en esta ley y estas normas. Así no se creerá mejor que su propia gente y no desobedecerá el mandato en ninguna forma, de tal manera que el rey y sus descendientes puedan gobernar el reino de Israel por mucho tiempo.

Dios ya sabía hace muchos años atrás que el pueblo iba a querer un rey para ser como las demás naciones. Como una concesión, Dios permitió que tuviera un rey, más bien, un príncipe, mientras seguía siendo el Rey. Más adelante, veremos cómo Israel rompe todas estas reglas: el pueblo y no Dios escogió los reyes, tuvo reyes extranjeros, acumularon muchos bienes y esposas y se olvidaron por completo al verdadero Rey.

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Saúl era alto, guapo, y rico- un rey perfecto ¿verdad?