Vagando por 40 años por el desierto

Los israelitas fueron prohibidos entrar a la tierra prometida

En la devocional anterior, Moisés envió a 12 espías a Canaán para ver cómo era la tierra prometida. Cuando los espías regresaron, afirmaron que sí, era una tierra buenísima que rebosaba de leche y miel. Pero, con la excepción de Josué y Caleb, los espías le dijeron al pueblo que, por las ciudades fortificadas, gigantes, y guerreros hábiles, no iba a poder conquistar la tierra. La gente se desanimó, aunque Caleb intentó convencerles que podrían conquistar la tierra porque Dios estaba con ellos. El pueblo comenzó a murmurar, difundiendo rumores de que la supuesta tierra prometida se tragaba a la gente, que los Nefilim vivían allí, y al poner un pie en Canaán, los guerreros feroces los destruirían. Se quejaron por qué Dios los guió allí para dejarlos morir por manos paganas. A pesar de la presencia de Dios entre ellos, la mayoría escogieron no creer en el poder y promesas de YAVÉ. Parecía que se olvidaran de las plagas, los milagros, y la maná. En esta devocional, continuamos con la rebelión de los israelitas y el castigo que Dios les dio. Comenzamos la historia, leyendo las quejas de los israelitas.

¿No será mejor regresarnos a Egipto?

Números 14:2-4: Todos los israelitas hablaban mal de Moisés y de Aarón y decían: «¡Mejor hubiera sido morir en Egipto, o morir de una vez en este desierto! ¿A qué nos trae el SEÑOR a esta tierra? ¿A morir en combate y a que nuestras esposas e hijos sirvan de botín del enemigo? ¿No será mejor regresarnos a Egipto?» Luego se decían unos a otros: «Nombremos un jefe y volvamos a Egipto».

Todos hablaron mal y quisieron regresar a Egipto

No era nada nuevo que los israelitas hablaron mal de Moisés y Aarón. Otra vez, demostraron que aun libres, tenían una mentalidad de esclavos. El texto nos dice que todos hablaron mal de ellos y querían regresar a Egipto. No eran unos pocos, sino casi todos. Aun con la presencia tangible de Dios, imploraron la muerte, o mejor aún, de haber muerto esclavos en Egipto. Lo único en que pudieron pensar era los retos que enfrentarían a conquistar la tierra prometida. Estaban tan desdichados que pensaron que sería mejor elegir un nuevo líder y regresar a Egipto; Egipto que Dios destruyó casi por completo durante las plagas, incluso ahogó su ejército. ¿Sus memorias eran tan distorsionadas? ¿Cómo podrían ni pensar en regresar a ser esclavos, trabajando en obras paganas, sufriendo látigos, hambre, muriendo en miseria? Dios eligió a Moisés como su líder, pero el pueblo habló entre sí de quién quería para ser su líder nuevo. Como veremos en la próxima devocional, probablemente Coré se presentara como su nuevo jefe.

Moisés y Aarón estaban mortificados a la idea de desobedecer a Dios y el regreso a la esclavitud, y se tiraron al suelo. Josué y Caleb rasgaron su ropa como señal del lamento por su rebelión, y procuraron disuadir al pueblo de volver a Egipto. Les dijeron de nuevo que si obedecieran a Dios, Él los ayudaría a conquistar la tierra prometida, que no los abandonara ni desampara. Tenían que poner su fe en Dios y no en los rumores que corrían por todo el campamento. Les dijeron que con Dios, derrotarían fácilmente a los pueblos en Canaán que no tenían la protección de Dios. Pero sus palabras sirvieron para enloquecer al pueblo aún más, enojadísimos con estos dos que procuraron corregirlos. Continuamos con la historia, leyendo el escándalo que brotó.

¡Muerte a Josué y Caleb!

Números 14:10-12: Toda la comunidad amenazó con matarlos a pedradas, pero justo en ese momento la gloria del SEÑOR se apareció a todos los israelitas en la carpa del encuentro. El SEÑOR le dijo a Moisés:

—¿Por cuánto tiempo esta gente me despreciará? ¿Por cuánto tiempo ellos no creerán en mí a pesar de todos los milagros que he hecho entre ellos? Ya no serán mi pueblo. Les mandaré una plaga terrible para matarlos. Empezaré de nuevo contigo y haré de ti una nación más grande y más poderosa que ellos.

¡Muerte al pueblo hebreo!

El texto nos dice que toda la comunidad quería lapidarlos, y solo por la gloria de Dios no cumplieron sus amenazas. En Egipto, ninguna de las plagas mató a todos, pero Dios estaba tan enojado con ellos que pensó mandarles una plaga tan horrible que todos morirían. En vez de matarlos de un instante, enviándoles una plaga sería una muerte lenta y dolorosa, haciéndoles sufrir por su desobediencia. Pero, Moisés intervino por ellos, rogándole a Dios por sus vidas. Por Moisés, Dios los perdonó, pero no quedaron impunes. Con la excepción de Caleb y Josué, los castigó. Continuamos con la historia, leyendo el castigo del pueblo de Israel.

El castigo

Números 14:29-33: Todos los que se quejaron contra mí, los mayores de 20 años de edad que quedaron registrados en el censo, morirán en el desierto. Ninguno de ustedes entrará en la tierra en la que les prometí que los iba a establecer. Sólo entrarán Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun. Y sus niños, que ustedes pensaban que serían capturados, a ellos los llevaré a esa tierra. Serán ellos los que disfrute la tierra que ustedes rechazaron y ustedes morirán en este desierto. Ellos serán pastores en el desierto por 40 años, sufriendo por la infidelidad de ustedes, hasta que todos ustedes hayan muerto en el desierto. 

Los que tienen más que 20 años van a morir vagando

Su castigo fue que todos los que eran mayores de 20 años, con la excepción de Josué y Caleb, morirían en el desierto.  Tendrían que vagar por 40 años, criando a sus hijos quienes heredarían la tierra, pastoreando, comiendo maná, y en cada momento recordando que su falta de fe era la razón por la cual jamás pisarían a Canaán. El pueblo suplicó morir en el desierto, y Dios se le otorgó. El texto nos dice que Dios eligió 40 años por una razón específica: un año por cada día que los espías exploraron el territorio. Aunque Josué y Caleb iban a poder entrar en la tierra prometida, vagar por el desierto por 40 años era un castigo para ellos también; cuando por fin terminara el castigo, ya serían ancianos. También fue un castigo para Moisés, quien tendría que lidiar con las quejas continuas del pueblo. Para los hijos que heredarían la tierra prometida, serian diferentes que sus padres: jamás conocieron la esclavitud y crecieron con la ley de Dios. Los niños crecerían entrenando para las guerras que acontecieran al terminar los 40 años. Para los diez espías sin fe en Dios, el castigo de vagar por el desierto no fue suficiente. Terminamos la historia, leyendo lo que sucedió con los diez espías.

Esparcir rumores es muy peligroso

Números 14:36-37: Respecto a los hombres que Moisés envió a explorar el territorio, esos que volvieron y esparcieron falsos rumores que hicieron que el pueblo se quejara, el SEÑOR los hizo morir de una terrible enfermedad. 

El SEÑOR los hizo morir de una terrible enfermedad

Cuando Moisés le contó al pueblo el castigo, estaba muy triste y a la vez inconforme. ¿Cómo podría Dios hacernos esto? El texto dice que a la mañana siguiente, se levantaron temprano para conquistar a Jormá en una zona montañosa. El texto nos dice que dijeron que reconocieron su pecado, pero la ironía es que seguían pecando. Así que ¿realmente reconocieron su pecado? Moisés intentó disuadirlos de subir, que estaban desobedeciendo, que sus enemigos los iban a derrotar porque Dios no estaba con ellos, ni el cofre del pacto del Señor, ni Moisés. Fue otro ejemplo de autodependencia: cuando Dios estaba con ellos, no creían que era lo suficiente, pero, cuando Dios no estaba con ellos, se atrevieron a entrar en batalla. Y, por cierto, perdieron; los amalecitas y los cananeos mataron a muchos en el campo de batalla. Con este derrote tan grande, ¿los israelitas dejaron de rebelarse? En la próxima devocional, veremos otra rebelión de los israelitas, quizás la más dramática.

Evelyn Bou

Empatizo con el caos que el dolor traiga. Sé lo que es tratar de utilizar los recursos disponibles para mejorar, al terminar sintiéndose frustrada y aún más sola. Aprendí tanto sobre el dolor que me convertí en una coach certificada en el duelo y las relaciones, y profesional del trauma, con la esperanza de ayudar y brindándoles apoyo emocional a otras mujeres cristianas.

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